Tuvieron que pasar décadas para que el proyecto que encabeza el presidente López Obrador triunfara. Fueron años y años de lucha democrática; hubo protestas y manifestaciones sociales buscando tener la respuesta necesaria de la población civil para constituir un gobierno legítimo emanado de las mayorías del pueblo popular.
De hecho, el año 2018 quedará grabado en los anales de la historia de nuestro país porque fue el año que nació la alternancia con un proyecto de izquierda empujado -con gran aliento- por la sociedad en el territorio nacional. A partir de ese entonces, el país ha vivido grandes transformaciones en las políticas públicas con gran respaldo del legislativo federal que hizo realidad una serie de Reformas Constitucionales que, hoy en día, son un pilar y equilibrio en la gobernabilidad institucional.
En efecto, el Movimiento Regeneración Nacional fue el vehículo para que Andrés Manuel López Obrador llegara al poder presidencial. Desde ese momento, Morena pasó de movimiento social a la consolidación de un partido político. Por sus antecedentes o su génesis hay una responsabilidad mayúscula por la retrospectiva que significó el presidencialismo del PRI y PAN. Es decir, Morena tiene la obligación moral y política de ser un partido distinto enfocado en los valores democráticos de la lucha social que abrazó a principios de los 90s.
Esta gran experiencia coloca a Morena en un proceso relevante; sin embargo, es un reto titánico poder garantizar el curso democrático en vísperas de la transición del 2024, máxime si no se respeta el marco constitucional.
Desde que el presidente decidió abrir el juego sucesorio presidencial creció la fiebre electoral. Algunos aspirantes a la silla presidencial de Morena han actuado sin prudencia ni mesura. Los casos más específicos de esta coyuntura han sido, hasta el día de hoy, los actos anticipados de campaña con una red de publicidad que no solo promueve la imagen de una de las llamadas corcholatas preferidas de Palacio Nacional, sino que con ello han violado el marco constitucional.
A menudo lo hacen con pintas, espectaculares y propaganda explícita a lo largo y ancho del país. Bien lo dijo el Coordinador de los Senadores de Morena: “quienes aspiren a ser candidatos a la Presidencia de la República, tienen que observar la Constitución y la ley. No es afortunado adelantar vísperas y no es afortunado, incurrir en promociones personalizadas, en campañas anticipadas que vulneren nuestro marco constitucional y nuestro marco legal.
A pesar de que pueden constituir violaciones constitucionales, se descuida la función principal en la política internacional, en la ciudad más importante del país, que es nuestra ciudad capital; pero también en la política interna, que en este momento exige tiempo completo a cuidar y a preservar nuestra seguridad pública.
Sería bueno construir un pacto de civilidad y respeto entre los cuatro aspirantes presidenciales que son: Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum, Adán Augusto y Ricardo Monreal. De hecho, todos ellos están obligados a observar escrupulosamente el Estado de Derecho y la ley. Por ejemplo, este es un buen momento para llamar a la reconciliación y unidad, especialmente porque los antecedentes nos han demostrado que, cualquier partido dividido, está condenado a perder.
La oposición firmó un pacto de unidad con el PRI, PAN y PRD. Por ello, Morena debe cerrar filas hacia dentro del partido. A raíz de eso, es fundamental que haya mesura y civilidad, lo mismo que prudencia para encarar el proceso interno del lopezobradorismo.
Sin embargo, movidos o motivados por la fiebre electoral algunos aspirantes han ignorado la propia constitución y ley electoral con actos anticipados de campaña. Casos como el de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México -que aparece en miles de espectaculares y pintas por todo el país- no hablan de principios democráticos, sobre todo favoreciéndose a expensas de pisotear las normas que no deben pasar desapercibidas.
Considerando esa situación, todavía es buen momento para corregir esas prácticas que están contaminando no sólo los principios de Morena, sino vulnera la misma Constitución. Prueba de ello es lo que han denunciado muchos simpatizantes y militantes del partido que han alzado la voz para demandar piso parejo en la sucesión presidencial.
Finalmente, sería bueno que hubiera una comunicación con los cuatro aspirantes presidenciales antes de llevar a cabo los debates internos donde deben estar presentes: Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum, Adán Augusto y Ricardo Monreal.
Ellos cuatro son, en este momento, los aspirantes presidenciales conocidos y reconocidos por las bases del lopezobradorismo porque, por encima de todo, debe privilegiarse el principio democrático que se supone es un valor sagrado dentro de Morena.
Alguna vez lo comenté: sería una pena y una gran decepción para lo que votamos, en tres ocasiones por AMLO, que hubiera una imposición desde la cúpula del poder en 2024. El único antídoto para romper con cualquier suspicacia es que Morena y el mismo López Obrador, que es el líder moral del movimiento, garanticen condiciones de igualdad para los cuatro aspirantes que mencionamos en los fragmentos de esta columna. Sólo así podemos hablar de democracia y no de simulación.