Las llamadas democracias liberales, no es ya más que evidente, sufren una crisis sin precedentes; los tan manoseados “pesos y contrapesos” institucionales al ciudadano de a pie nada le dicen, y mucho menos ven a raíz de eso mejora alguna en su día a día, antes y al contrario. Pasa que este sistema fue tomado, sobre todo desde el final de la época de guerra fría a manera por el poder económico, reduciendo a los Estados nacionales a unos simples administradores adjuntos de sus intereses privados por sobre el de las mayorías.
Ejemplos, cercanos a nosotros en tiempo y espacio, están México con Andrés Manuel López Obrador y la decisión del votante de otorgarle todo el poder a su movimiento social y político, los Estados Unidos haciendo lo propio con Donald Trump, y también España, que a raíz de la desgracia natural en Valencia los españoles, afines y no a Franco, han tenido expresiones tanto de repudio a su actual sistema democrático como de abierta añoranza, los más viejos, a las ventajas del franquismo en España frente a una democracia la española en su momento ejemplo para el mundo, pero que lo mismo ha dado de sí.
El descrédito de las democracias en el mundo va de la mano con las políticas neoliberales a ultranza implementadas por los gobiernos, ya de cualquier sitio en el espectro político, que a la postre prácticamente no existen diferencias sustanciales para la gente; es decir, al parecer la doctrina neoliberal y la famosa “mano invisible del mercado”, habrían fracasado a la par de los sistemas democráticos.
¿Que sigue, las clases políticas en los países sabrán darle lectura a esto y actuar en consecuencia cómo por ejemplo ya lo hizo en México AMLO? Eso está todavía por verse.