El juez Winston Cruz Salas Obregón otorgó la libertad al sacerdote Juan Manuel Riojas exrector de la Diócesis de Piedras Negras, Coahuila. El violador obtuvo su libertad tras siete años de estar en prisión por los delitos de violación calificada y violación en grado de tentativa con abuso de autoridad.
Riojas fue sentenciado a 13 años de prisión tras ser encontrado culpable, pero solo cumplió la mitad de su condena por su buen comportamiento dentro del Cereso, porque el miserable sacerdote se involucró solícito e hipócrita en actividades laborales y también porque “su equipo” de abogados insistió en su liberación y tras la tercera solicitud, el juez Winston Cruz se la otorgó, así de fácil y perverso.
El violador solo estuvo siete años preso, mientras sus víctimas vivirán encerrados en el infierno del recuerdo al infame sometimiento durante toda su vida…
El insensible juez deja libre a un vil violador que destruyó para siempre la existencia de dos jóvenes, que valientes, se atrevieron a denunciar a su agresor; tal vez haya otros que vivan en la angustia del infernal silencio…
Roberto Javier, una de las víctimas ingresó al seminario cuando tenía apenas 15 años. Tiempo después, Roberto denunció al sacerdote. Ignacio Martínez, otra de sus víctimas, fundó el “Frente Nacional contra la Pederastia Clerical”, pero no pudo continuar porque por desgracia el joven murió por complicaciones del Covid; debería haberse ido otro… y al infierno si es que existe.
La poena cullei (del latín ‘pena del saco’) era el castigo que los romanos aplicaban a los parricidas. Los metían en sacos de harina llenos de serpientes. Ese terror es el que deberían sentir los violadores; vivir el horror de verse encerrados y sometidos; engullidos y oprimidos por animales de sangre fría, que el miedo se trague su voz y si gritan, que nadie los escuche…
O aplicarles lo que hacían con esos criminales en el siglo II d.C., bajo el emperador Adriano, que introducían al saco un gallo, un perro, un mono y una víbora junto con el condenado.
Juan Manuel Riojas seguirá su proceso en injusta libertad, no dentro de un saco, por desgracia, pero sus víctimas, esos jóvenes, sí vivirán atrapados en una oscuridad de la que les costará mucho trabajo emocional emerger, y ver un poco de luz para recuperar el autoestima que les fue arrebatada. Siempre estarán luchando para borrar de su mente aquel monstruo abominable que les arrancó su esencia... su inocencia.
La vida, la suerte, o lo que sea, nos lleva por senderos difíciles a destinos infernales, topándonos con seres abusivos y enfermos escondidos unos, bajo una sotana como Juan Manuel Riojas y otros, en la mayoría de los casos, con violadores vestidos de civil, familiares cercanos que abusan de niños y niñas en sus propias casas.
Tan solo bastan unos minutos, no importa que haya gente, no les importa nada solo satisfacer sus perversidades…
En el Estado de México un monstruo ataviado con su toga demoniaca absuelve al agresor sexual de una niña de cuatro años. La absolución del presunto agresor sexual la otorgó el juez Manuel Alejandro Martínez Vitela, adscrito a los juzgados del penal de Barrientos en Tlalnepantla.
En la audiencia se escucha a la madre de la niña, con voz entrecortada, cuestionando a Martínez Vitela por el fallo emitido del proceso legal iniciado contra Alejandro N, tío de la víctima y presunto agresor, quien desde el inicio del juicio enfrenta el proceso en libertad, debido a que una jueza del Poder Judicial Mexiquense le concediera la medida cautelar de libertad con la colocación del maldito brazalete.
Martínez Vitela argumentó que tomó la decisión de absolver al abusador Alejandro N del delito de abuso sexual en agravio de una inocente niña de cuatro años “por insuficiencia probatoria”. La niña no supo la dirección ni la hora en la que sufrió el abuso, el tocamiento por el tío agresor.
Solo se necesitan unos cuantos minutos de distracción de la familia para que los abusadores se lleven a un rincón a una niña pequeña para satisfacer sus perversidades.
En la audiencia, la madre de la niña, con la voz temblorosa, increpaba incrédula al insensible juez, que la oía con indiferencia mientras acomodaba papeles en su escritorio. Todavía la mamá le llamaba señoría al demonio que tenía enfrente.
“Su señoría, ¿cómo va a saber mi hija el tiempo exacto? Su señoría, usted la escuchó, explíqueme, ¿por qué no le creyó? Hay todas las pruebas en peritajes, ¿qué es lo que no lo convenció? ¡¿Me lo puede explicar por favor?!”
El juez le responde que si no está de acuerdo con el fallo puede impugnar la sentencia en segunda instancia. Ella, la madre desesperada le reclama: “¿Dónde están los derechos de mi hija? ¿Dónde está la protección? Porque la niña no supo la dirección, no supo con exactitud la hora... ¿en serio? ¡Explíqueme juez, por favor!
Bastan unos minutos de distracción…
Los abuelos de la menor aseguraron que el día de la agresión, su hijo, sus hijas menores y su nieta –la víctima– estuvieron en su domicilio desde el mediodía hasta ya entrada la noche. En cualquier momento, un agresor sexual aunque se encuentre en una casa llena de gente, puede llevarse al menor a cualquier lugar para satisfacer sus perversidades, y nadie se da cuenta, porque son familia, porque no les pasa por la mente que conviven con un abusador de menores.
Ahora yo le exijo al juez Martínez Vitela si me puede dar la hora exacta y el día cuando estuvo escuchando indiferente, frío y hasta harto las súplicas de la madre... ¡Dígame la hora exacta y el día!
Si no lo recuerda Manuel Alejandro juez del demonio, ojalá pudiésemos regresar en el tiempo para que se le aplique la poena cullei… a ese castigo de la antigua Roma se debería someter a los abusadores y violadores, así como a los jueces y juezas que los dejan en libertad para que sigan cometiendo esas atrocidades.
Así, son los demonios de la Iglesia y del Poder Judicial…