El proyecto que envió la presidenta de México no tardó en levantar las reacciones. Todo el fin de semana, de hecho, comenzó la especulación por los procesos de participación que vendrán en puerta, así como las limitantes que tendrá, de aprobarse, una de las reformas que retoma la narrativa de Sheinbaum en tiempos de campaña. Desde luego, todo el tramo de reformas constitucionales que se han aprobado hasta ahora, se sujetan a los principios del proyecto de transformación. El nepotismo, como tal, es una concepción ambigua que, por añadidura, tiene muchas connotaciones desde la perspectiva o ángulo que se analice. Por supuesto que unas de las prioridades- en la época de AMLO- fue acabar con la demagogia de un sistema político que, durante décadas, le sacó provecho el conservadurismo a través de los puestos de elección.
Desde mi punto de vista, Gerardo Fernández Noroña, presidente de la mesa directiva del Senado, se equivoca en adelantar vísperas cuando el tema, como tal, no se analiza ni siquiera en las comisiones de San Lázaro. Después de ahí, sabemos, vendrá un debate intenso desde el pleno en ambas cámaras legislativas. De hecho, se tiene previsto que así sea, máxime por la controversia que ha levantado. El punto es que, con ello, Noroña, por tratarse de un asunto de interés nacional, se adelantó muchísimo en el posicionamiento, sobre todo por las aspiraciones legítimas de muchos personajes que, con trabajo, se han ganado el derecho a participar. Ahí está, por ejemplo, el caso de Félix Salgado Macedonio. Él, si hubiese justicia social, en este momento sería gobernador constitucional de Guerrero. Se le quitó ese derecho por una extralimitación del Poder Judicial de la Federación, que por fortuna tendrá cambios sustanciales para democratizar la toma de decisiones.
Félix Salgado, a lo largo de muchos años, se ha convertido en un liderazgo consagrado del movimiento lopezobradorista. Sería un atropello que, en si, se le limitara el derecho a participar, en especial cuando se someterá a la voluntad del pueblo que, a través de una encuesta, decidirá el destino de quienes encabezan las 16 coordinaciones del voto en las elecciones intermedias del 2027. Eso, además de la crispación interna que puede provocar, constituirá una injusticia por la competencia abierta a los ciudadanos, especialmente aquellos que, desde la perspectiva de edificación de la 4T, son piezas cruciales. Por supuesto, el nepotismo, como tal, no debe beneficiar a quienes no han contribuido en nada y, por ende, son beneficiarios por su paso en puestos de primer nivel a través de herencias o imposiciones. Esto, por mucho, no es el caso de Félix Salgado Macedonio, ni mucho menos de Saúl Monreal.
Ambos, desde distintas trincheras, se han consagrado como protagonistas de este proceso de transformación. Lo han hecho, en sí, con su propio estilo y bajo la personalidad que han generado en la opinión pública. Uno y otro, en efecto, tienen a favor que, en tierra, saben ganarse el cariño de la población y, por ende, el voto popular. Saúl Monreal, por méritos propios, ha ganado tres procesos en el que se eligió por mayoría de voluntades. No hubo dedazos ni mucho menos imposiciones: él ganó el derecho de participar al medirse el mecanismo que aplicó la dirección nacional de Morena. Hemos atestiguado, en ese sentido, dos carreras que merecen seguir si así lo determina la voluntad del pueblo que, al final de cuentas, ha demostrado tener la sabiduría. El elector, en definitiva, es el grueso de la población que designará a sus próximos representantes en el ejecutivo.
Hay que prestar mucha atención en los días que transcurran, específicamente cuando la iniciativa llegue al pleno para su análisis y discusión. Desde luego, el nepotismo y la reelección, en un país donde la democracia se ha fortalecido, tiene que erradicarse, pero bajo ciertos lineamientos que no acoten ni limiten el derecho de participación legítima. En efecto, ambas concepciones, en los tiempos del PRI, fueron una constante porque fluía el amiguismo y compadrazgo o, de plano, las cuotas del poder. Eso, en el caso de Félix Salgado y Saúl Monreal, en torno a sus aspiraciones a futuro, no debe ser una limitante, repito, porque ambos se han ganado el derecho de levantar la mano más allá del tema de consanguinidad que hay. De hecho, uno y otro, de acuerdo al pulso de las encuestas, son inmensamente favoritos para convertirse en abanderados de Morena y, por ende, en los próximos gobernadores de Guerrero y Zacatecas. Siendo así, el mensaje de la sociedad es claro: hay muestras de cariño que, en concreto, deben ser un elemento para modificar el proyecto que ya llegó a la Cámara de Diputados. Además, queda claro, Noroña no debe ser un vehículo para decidir quién participa o no, sobre todo al especificar nombres. Eso levanta muchas especulaciones si es que tiene un conflicto de intereses en ambas entidades. Puede tener su punto de vista, pero, en sí, me parece muy desatinado, en especial al interior de un movimiento y coalición, que se comience a acotar un derecho legítimo. Se supone que toda coalición debe caminar por la vía de la conciliación y el respeto.
La resolución la tendrá el legislativo federal, desde luego, para tomar una determinación. Lo que sí podemos adelantar, téngalo por seguro, es que habrá una división de opiniones. El nepotismo es una cosa, y el derecho legítimo, plasmado en los estatutos del partido, son otros para poder participar. A Félix Salgado y Saúl Monreal, por ningún motivo, se les debe restringir esa posibilidad, máxime cuando la sociedad, en su inmensa mayoría, los ha proyectado para ser los sucesores del ejecutivo estatal en turno. De hecho, eso se palpa el las propias encuestas de opinión que, desde ahora, muestran un panorama muy claro de las tendencias que claramente se manifiestan en un ejercicio a pregunta expresa con la ciudadanía. Ellos, por cierto, son quienes deben decidir el destino de sus mandatarios.
El nepotismo es una cosa, pero el derecho legítimo a participar, máxime cuando eres precursor del movimiento, es otra cosa que el legislativo debe respetar como mandato popular.