Andrés Manuel dejó ir una gran oportunidad de mostrar unión y liderazgo sobre las marchas del domingo 13.
Fuera de toda coherencia, la reacción de AMLO no ha sido digna de un Jefe de Estado, su respuesta ha sido pendenciera, ofensiva y llena de insultos y descalificaciones. Van tres días que dedica sus mañaneras al tema, más de cuatro horas utilizadas para insultar, agredir y presentar videos ofensivos para burlarse y faltar al respeto a los ciudadanos.
El plan B
El presidente que juró respetar y cumplir y hacer cumplir la Constitución, convoca el próximo 27 de noviembre a una megamarcha para intentar demostrar que mantiene su poder de convocatoria como si el tener más seguidores definiera la democracia.
Pero hay una gran diferencia, en la marcha del domingo pasado no se vitoreo a ningún caudillo, los ciudadanos acudimos a defender una causa: la democracia. No salimos a apoyar el egocentrismo mesiánico de un personaje que trata de demostrar que no hay nadie con más popularidad que él, que nadie puede concentrar más gente en la calle que él y que nadie puede ser más querido que él.
¿Qué quiere AMLO?
Con su propuesta de reforma electoral López Obrador pretende tener el control de las elecciones, pero ¿por qué quiere el control del INE, del Tribunal y eliminar a los plurinominales?
Si tiene el control del INE, podría concentrar todo en un organismo electoral con consejeros a modo, organizar las elecciones a su conveniencia y definir quién gana, pero, sobre todo, sin que nadie lo cuestione.
El control del Tribunal le permitiría proteger a los suyos para que no sean juzgados por delitos electorales, por acarreo, financiamiento ilícito, compra de votos o por vínculos con grupos criminales.
En este punto AMLO tiene mucho que explicar, desde su “cochinito” para la elección de 2006 con el señor de las ligas, René Bejarano, Carlos Imaz, exesposo de Claudia Sheinbaum y Gustavo Ponce, del que solo se ha dicho “víctima” de los medios de comunicación que exhibieron su forma ilegal de financiamiento, hasta perfeccionar su modus operandi, tal como quedó plasmado en el libro “El Rey del Cash”. Ahí están la “recaudadora” Eva Cadena y sus hermanos Pío y Martin recibiendo dinero en efectivo, quienes, aunque fueron denunciados por el Tribunal, los exoneró su compadre, Agustín Ortiz Pinchetti, el encargado de la fiscalía para delitos electorales; el Carrusel que ejecutó su actual secretario particular, Alejandro Esquer y un larguísimo etcétera.
Por otro lado, al eliminar a los plurinominales y regresar la ley electoral a antes de la reforma electoral de Jesús Reyes Heroles en 1976, con 300 diputados electos por el principio de mayoría, AMLO lograría un control absoluto. En aquellos años, más del 90% de los legisladores eran del PRI y no se permitía la participación formal del partido comunista ni de otras corrientes de pensamiento minoritarias, como a las que AMLO les niega su calidad de pueblo.
De aceptarse la propuesta, AMLO y su grey podrán modificar, como bien lo advirtió el día de hoy en su mañanera, la Constitución a su antojo.
La democracia
En el periodo que tanto desdeña AMLO, ha habido la mayor participación ciudadana con elecciones democráticas, legales y justas, donde partidos y candidatos se esforzaban para ganar el voto; a partir de eso, transitamos pacíficamente a la alternancia en el Congreso y en los tres niveles de gobierno.
Con la reforma electoral de 1996, el IFE/INE se ciudadanizó y la configuración política del Congreso y de los estados cambió. En 1997 por primera ocasión el PRI perdió la mayoría calificada y se abrió el espacio para un gobierno dividido, algo propio de las democracias modernas y, para la elección del año 2000, pasó algo que parecía imposible, la alternancia en la presidencia de la República.
En 2018, el PRI ya solo gobernaba en 15 estados y, para 2021, solamente en 3 y Morena en 20. Todo esto pudo suceder gracias a que el INE es autónomo, ciudadanizado y federalizado, y a que existe un tribunal que califica las elecciones, de hecho, lo que alcanzamos fue la llamada ”normalidad democrática”.
Pero AMLO, que desarrolló su carrera política en la cultura del partido hegemónico, del autoritarismo y del presidencialismo, pretende a toda costa regresar a esas épocas para eternizarse en el poder. De ahí su negativa a aceptar la rotunda demanda del pueblo: el INE no se toca y mucho menos para convertirlo en un apéndice más del gobierno de la 4T.