Hay grandes preocupaciones sobre el contenido de los libros de texto gratuito que se distribuyen para el ciclo escolar próximo a iniciar en agosto. La falta de información y el lugar para las noticias falsas, en parte, ha sido provocado por la propia Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, que ha omitido los procesos de impresión y validación previa de la mano con tutores, maestros y expertos quedándose con las intenciones, foros de consulta y resistencia oscurantista que se ha manifestado sobre lo poco que sabemos de ellos.
El proyecto de “la Nueva Escuela Mexicana” promueve el ideal de construir consciencia sobre las desigualdades y diversas realidades, sin embargo, aunque el desarrollo de los conceptos sociales, de igualdad, educación sexual, combate de estereotipos sexo-genéricos y de clase pudieran ser innovadores e inclusivos, disminuir el contenido para la enseñanza de matemáticas es un acto grave para el pensamiento crítico y las oportunidades de niñas y niños que tan sólo cuentan con el sistema educativo gratuito para formarse.
Y es que a pesar de las quejas de la Unión de Padres de Familia, es bien sabido que entre sus filas cohabitan representantes eclesiásticos y representantes de modelos educativos vinculados a grupos como franciscanos, Opus Dei, Legionarios de Cristo, jesuitas y otros, así como padres que mantienen a sus hijos en escuelas privadas.
Aunque los libros de texto gratuito oficial serán obligatorios para la educación básica, las escuelas privadas suelen complementar la formación con otros libros y finalmente, ahí radica el despropósito y efecto nocivo que en vez de combatir la desigualdad, la perpetuará condenando a las infancias que emanan del sistema gratuito a enfrentar el doble de complejidad para ganar becas universitarias, enfrentarse a la secundaria y preparatoria con las mismas bases, vaya, hasta para enfrentar el examen de la UNAM.
Es clasista negarle la educación matemática a la mayoría de niñas y niños y permitir que se reserve tan sólo para los padres que puedan pagar aquella educación. Y es doblemente clasista si es que el criterio para que el nuevo libro contenga 11 páginas de ejercicios geométricos y matemáticos mientras que en 2019, el libro de primer año contenía más de 200 páginas el hecho de que la niñez mexicana tenga un bajo desempeño. Como si desde antes de formar menores, se tirara la toalla sobre su potencial.
Según los resultados más recientes del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), México está en el lugar 102 de 137 países evaluados. La prueba estandarizada es de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y ha colocado por años el desempeño de nuestro país por debajo del promedio de los países que la integran en ciencias (416 puntos), lectura (423 puntos) y matemáticas (408 puntos).
A pesar de eso, el papel del país en la Olimpiada Internacional de Matemáticas es ambicioso pues han bastado cuatro años para que el equipo mexicano pase del lugar 45 en 2020, a la posición 34 en 2021, la 23 en 2022 y, finalmente, la 13 en la edición de 2023, a la que acudieron, por cierto, sin ayuda pública, con financiamiento de donativos privados tras el abandono del nuevo CONAHCYT. Por cierto, este año, Rogelio Guerrero Reyes de 17 años le dio a México una medalla de oro, la quinta que recibe como país.
El escándalo tendría que ser su impresión masiva con presupuesto público sin contenido suficiente, validado colectivamente y con calidad para el estímulo equitativo. Es tan absurdo quitar matemáticas porque México tiene bajo rendimiento como dejar de promover la lectura solamente porque la mayoría de mexicanos no tiene la inclinación por leer. Qué locura enfrentarse a un mundo sin las herramientas y salir de las escuelas mexicanas para un día toparse con que mientras en otras escuelas se enseña programación (basada en pensamiento lógico-matemático), mientras amenaza la inteligencia artificial y mientras otras infancias tienen “Kumon”, nacer en donde nos haya tocado nacer solamente nos brindara distinguir el triángulo del cuadro. Urge un poco de humildad, transparencia y claridad en Marx Arriaga.
Si hay duda y suspicacia es porque no ha circulado oficialmente el proyecto final de libros, pero de confirmarse esta mutilación matemática al plan de estudios, podríamos comenzar a pensar en la política educativa más clasista de la historia.