En un país bañado en sangre, como es en el que se ha convertido México como resultado de un fracasado intento de cuarta transformación, no es de extrañar que el jefe del ejecutivo, y cerebro de ese malogrado proyecto, celebre que solo 65 personas hayan sido asesinadas en un día, siendo que el promedio diario es de 95 en lo que va de su sexenio, catalogado ya como el más sanguinario de la historia reciente dado que se encuentra a escasos días de alcanzar la funesta cifra de 160 mil homicidios dolosos desde el 1 de diciembre de 2018 en que el actual régimen ascendió al poder.
Ayer, a pregunta expresa de una reportera, quien cuestionó en la conferencia mañanera sobre la violencia y el asesinato que se registró en el Metro de la Ciudad de México el día anterior, el presidente Andrés Manuel López Obrador, se limitó a contestar; “ya lo estamos atendiendo… pero ayer fue un día bajo en asesinatos”.
Un signo inequívoco de la descomposición que se vive en México, de que se ha perdido la gobernabilidad, de que no existen políticas públicas para combatir a la delincuencia, de que se fracasó en materia de seguridad, y que son los miembros del crimen organizado quienes dirigen el timón en prácticamente todo el territorio nacional, es la desfachatez con la que Andrés Manuel López Obrador responde cuando le cuestionan por temas de seguridad. Y aunque le moleste, es evidente que al menos en lo que a seguridad se refiere el control está fuera de su alcance y aún más de la desdibujada secretaria del ramo, Rosa Icela Rodríguez, un títere más en el gabinete federal y no dudaría que también de quienes son los artífices de la violencia que priva en nuestro país.
Y es que es evidente que no se trata de un tema de incapacidad solamente de las instituciones. No es que la SEDENA o la Guardia Nacional estén menos preparadas para enfrentar a los criminales, no es que éstos los superen en número, en preparación o en armamento, es simplemente que nuestros uniformados están atados de manos por el propio presidente, quien a su vez, está impedido para ir en contra del crimen organizado porque, según los entendidos del tema, tiene acuerdos inconfesables de los que en su momento resultó beneficiado.
Por ello, cuando se presentan reportes con las escandalosas cifras de homicidios dolosos, cuando se suman por miles los desaparecidos, cuando se encuentran bolsas negras con partes de cuerpos, cuando las madres buscadoras descubren fosas clandestinas con las que se tiene tapizado al país, cuando explotan coches bomba o se asesinan a quienes defienden su tierra y sus hogares, el presidente se hace el loco o el gracioso -que para el caso es lo mismo-, porque con los problemas de salud que padece ya no se sabe cuándo está en sus cabales.
Bien hizo ayer el activista Adrián LeBarón en reprocharle a través del Twitter que pusiera una cumbia en su conferencia para distraer la atención:
“Que buena cumbia presidente @lopezobrador_ ¿Dónde le gustaría escucharla? ¿En el sepelio de Hipólito Mora? Con la familia de los elementos de la @GN_MEXICO_ que fallecieron con el carro bomba? Con los 100 que hoy no regresarán a casa? Siga su fiesta, el país puede esperar…”, escribió el hombre que el 4 de noviembre de 2019 perdió a nueve miembros de su familia en una masacre cuando presuntos miembros del crimen organizado atacaron y dieron muerte a un grupo de mujeres y menores de edad, entre ellos su hija y nietos.
Nada menos el pasado miércoles 28 de junio al ser cuestionado en su conferencia mañanera sobre la privación de la libertad que sufrieron 16 trabajadores de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de Chiapas, a manos de un comando armado, el presidente López Obrador respondió al grave hecho en tono burlesco.
“No tienen por qué hacerse daño. Y mucho menos si se trata de gente que está cumpliendo con su responsabilidad o con ciudadanos inocentes”, dijo. “Lo mejor es que los liberen, si no los voy a acusar con sus papás y con sus abuelos”.
Con esa risa burlona, cínica, y desvergonzada, todavía tomó un muñeco con su figura para escucharlo repetir sus conocidas y lamentables frases para enseguida reír a carcajadas.
Esa misma semana, Hipólito Mora, fundador de los grupos civiles de autodefensa de Michoacán, que nacieron para enfrentar al crimen organizado en el occidente de México, fue asesinado en un ataque armado contra su vehículo.
La Fiscalía Estatal informó que dos camionetas cerraron el paso a los dos vehículos en los que viajaban Mora y sus escoltas, sobre los que dispararon antes de prender fuego a uno de ellos y darse a la fuga.
Cuando las autoridades llegaron al lugar, Mora yacía sin vida con quemaduras en la mayor parte de su cuerpo. Tres de sus escoltas, que según la Fiscalía le fueron asignados como medida de protección por el gobierno estatal, también perdieron la vida.
El asesinato tuvo lugar en La Ruana, un pequeño pueblo del municipio de Buenavista donde Mora tenía su hogar y desde donde encabezó en 2013 la creación de los grupos de autodefensa que surgieron para combatir al cartel conocido como Los Caballeros Templarios.
Mora, de 67 años, ya había denunciado repetidas amenazas y ataques en su contra por parte de presuntos sicarios, el último hace menos de cuatro meses. Sabía que su cabeza tenía un precio y había denunciado diversas amenazas en su contra de manera sistemática en los últimos años.
El líder comunitario había sobrevivido a un primer atentado en noviembre de 2022, pero sus escoltas lo neutralizaron al abatir a dos presuntos sicarios.
El pasado mes de marzo, sufrió un nuevo ataque a balazos aunque logró sobrevivir sin heridas de gravedad.
Pese a las amenazas, seguía denunciando al crimen organizado en cuanto tenía ocasión, como hizo en el último video publicado en su cuenta de Facebook hacía menos de una semana.
“Que vengan las autoridades, que terminen ya con tanto cobro de piso, tanta extorsión (…). No nos dejan trabajar, y lo que trabajamos, desafortunadamente, es para el crimen organizado. Le pedimos a las autoridades: vengan y hagan su trabajo” dijo en la grabación.
Pero las autoridades no llegaron y sí los sicarios que lo ultimaron, según Andrés Manuel López Obrador, disparándole más de mil tiros.
El presidente calificó el hecho como un “remanente” de la violencia que se permitió en el pasado, al tiempo que responsabilizó al ex presidente Felipe Calderón de utilizar métodos duros contra los narcotraficantes y también señaló a los medios de comunicación por informar sensacionalistamente sobre el atentado contra el exautodefensa.
Por los mismos días, el 28 de junio, se registró la explosión de un coche bomba en Celaya, Guanajuato, en un atentado planeado contra la Policía Municipal de dicha ciudad.
La Fiscalía del Estado detalló que el vehículo en el que se colocó el aparato explosivo era robado y fueron los mismos agresores quienes hicieron el reporte de robo para que agentes municipales lo atendieran. El aparato, se hizo explotar a distancia, dejando a varios agentes locales y de la Guardia Nacional heridos.
El pasado lunes, hombres armados atacaron al secretario de gobierno de Tamaulipas, Héctor Villegas, cuando circulaba por la carretera que une Reynosa y San Fernando. La agresión ocurrió de madrugada, a la altura del ejido Martín Rocha. Villegas, que iba con sus escoltas resultó ileso. El funcionario se trasladaba de Río Bravo, en la frontera, a Ciudad Victoria, la capital.
Pero quizá la señal más clara de lo que está ocurriendo en nuestro territorio nacional se produjo luego de que se filtraran videos en donde se observa a la alcaldesa de Chilpancingo, Norma Otilia Hernández, dialogando con un hombre identificado como el líder de Los Ardillos, uno de los grupos del crimen organizado que controla el Estado de Guerrero.
Entrevistada al respecto la presidenta municipal por Morena, dijo que [La reunión] fue algo fortuito.
Lo que más llama la atención es que las imágenes de la reunión hayan sido filtradas después de que el pasado 24 de junio fueran encontrados los cadáveres de cinco hombres y dos mujeres en el centro de Chilpancingo. Junto a las cabezas decapitadas, había varios mensajes en cartulinas dirigidos a la alcaldesa, al primer síndico procurador del Ayuntamiento, Andrei Marmolejo y a un agente de la Policía Ministerial de la Fiscalía del Guerrero. “Saludos Presidenta Norma Otilia, sigo esperando el segundo desayuno que me prometiste después de venirme a buscar. Con cariño, tu amigo”, podía leerse en el mensaje.
Así las cosas, nos podemos dar una idea de las circunstancias que están ocurriendo en el país; el origen de la criminalidad pero en mayor medida de la impunidad con la que se mueven y transitan los crimínales en México con la complacencia por no decir complicidad de nuestras autoridades, quienes incumplen su responsabilidad de proteger a los ciudadanos para abrazar a delincuentes.
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