La política en México está estancada en una lamentable espiral de confrontación verbal: insultos y descalificaciones estériles entre los principales actores de la vida pública nacional, desde el presidente de la República, gobernadores, legisladores y empresarios, hasta ciudadanos comunes que amparados en el anonimato de las redes sociales se burlan, insultan y denigran.

Los partidos políticos sin excepción se encuentran en su peor momento, sin principios, estructura, ni liderazgos y lo peor, han dado la espalda a la ciudadanía. Morena ha resultado el peor partido en el poder y ni el PRI, MC, PAN o PRD son la oposición que México necesita.

Aunque algunos han cuestionado el sistema de partidos, ese no es el problema, porque en una democracia representativa estas instituciones son las que canalizan el debate y las propuestas de la ciudadanía, lo que está mal aquí, son los partidos, que han caído en un bache que nos ha dejado como en las peores épocas del PRI hegemónico con un sistema presidencialista autoritario o, como lo llamó el escritor peruano Mario Vargas Llosa, de la “Dictadura perfecta”.

Falta una oposición legítima

Se ha olvidado algo tan elemental como la agenda pública de la nación, el debate, las propuestas y la construcción de acuerdos, estamos en el todo o nada.

Hasta ahora, solamente la organización “Sí por México”, a pesar de sus liderazgos y lambisconería a líderes de partidos, conformada por militantes, legisladores y simpatizantes de los diversos partidos de oposición, así como organizaciones de la sociedad civil, instituciones académicas y organismos empresariales, ha lanzado una agenda pública y enfrentado las imposiciones por la vía del debate institucional y las propuestas.

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En pleno siglo XXI, Morena junto con sus partidos satélites el PVEM, MC y PT, han retrocedido a los tiempos de esa Dictadura, como el PRI, con el PPS y el PARM, sin embargo, esta vez no es tan perfecta, por las graves y siniestras diferencias al interior del partido del presidente, con un ingrediente extra, que los partidos de la llamada oposición, PRI PAN, PRD, y MC disfrazado, sumisos, han cedido ante el chantaje del poder, se han alejado de sus principios y postulados y le han dado la espalda a su militancia y a la ciudadanía.

En ningún partido, ni en Morena y sus rémoras, ni en la oposición, hay debate consiente y fundado, no hay propuestas, sólo insultos y descalificaciones que promueven la polarización de la sociedad.

En Morena se ve una situación similar a la que se vivió en la década de los ochenta, con la ostentación de poder y corrupción del PRI y el PAN como único partido realmente opositor, que en esa época se debatía entre los llamados “neopanistas” vinculados al salinismo y los panistas tradicionales.

Por otro lado, surgió una interesante oposición que logró reunir a integrantes de casi todos los partidos, la Corriente Democrática, un movimiento impulsado por cuatro personajes: Porfirio Alejandro Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez y Oscar Pintado.

Para las elecciones de 1988, esta iniciativa democrática derivó en el llamado “Frente Democrático” que aglutinó a los membretes de PARM, PT y al único partido de izquierda que comandaba el Ing. Heberto Castillo. Un año después, este movimiento se convirtió en el Partido de la Revolución Democrática, PRD.

Las aportaciones del PRD al desarrollo de la democracia son innegables, durante la época salinista lucharon arduamente para evitar la consolidación del PRI hegemónico y el PAN se reconstruyó, lo que permitió que durante la administración del presidente Zedillo se alcanzaran reformas políticas de la más alta importancia, como la reforma político electoral de 1996, que dotó de plena autonomía al IFE y se establecieron reglas igualitarias para la contienda político electoral, así, en la elección de 1997, por primera ocasión se constituyó un gobierno dividido y la consolidación de la pluralidad. El PRD ganó la ciudad de México y se convirtió en la segunda fuerza política en el Congreso. Más tarde vino la alternancia en la Presidencia de la República.

Enderezar el rumbo

“Sí por México” y las organizaciones de la sociedad civil tienen la oportunidad de convertirse en el vehículo por el que la democracia mexicana retome el curso, e incluso para desplazar a los partidos políticos que sus cúpulas han decidido el camino fácil de negociar con el poder a cambio de posiciones y dinero dando la espalda a su militancia y de fijar, como lo han estado haciendo, una agenda pública nacional en la que converjan posiciones en temas de interés nacional como el medio ambiente, energía, federalismo, seguridad y educación.

El ejercicio que “Sí por México” está impulsando tiene una diferencia con lo que fue la Corriente Democrática, no cuenta con un liderazgo caudillista, algo que de cierta forma se había superado desde el siglo XIX y que ni el PRI tuvo. El caudillismo regresó con Morena y es aún más pernicioso que la dictadura perfecta del PRI.

La propuesta de “Sí por México” no impulsa a un personaje para la Presidencia, hasta ahora no se ha visto quién se quiera montar en ellos para ser candidato, tampoco buscan el poder por el poder mismo, se han concentrado en crear una agenda diversa y plural que inclusive podría dar lugar a la creación de un nuevo partido capaz de representar realmente a gran parte de la ciudadanía.

Al final lo importante es mantener a las instituciones de la democracia, empezando por el INE, reconfigurar a los partidos políticos y abrir los espacios a las organizaciones empresariales y de la sociedad civil y a las instituciones académicas que aportan a través de sus investigaciones y desarrollos tecnológicos y, por supuesto, fortalecer la autonomía de los poderes de la Unión.

Es hora de un nuevo partido político.

Manuel Díaz en Twitter: @diaz_manuel