A inicio de semana, al abrir el Foro de Madrid en Montevideo, Uruguay, el ultraderechista español Santiago Abascal diseminó algunas de las ideas base de la visión conservadora que cultiva.
Además de señalar a las opciones de izquierda como narcogobiernos y neocomunistas disfrazados en versiones tales como el “petrismo” colombiano o el “sanchismo’ español, reivindicó la primacía de la libertad en todas las esferas de la vida social: la propiedad privada, las empresas y el mercado, a la vez que acusó a aquellos de secuestrar y aprovechar para sí mismos estos valores. En su homilía, ahora los narco-izquierdistas son los malos y la derecha conservadora los buenos.
Me parece de la mayor importancia aclarar que las ideas de las izquierdas iberoamericanas contemporáneas, primero, no pueden ser reducidas de una forma tan simple y burda, y, segundo, que los referidos valores, desde la libertad al mercado sí están presentes en el discurso y acción del progresismo, sólo que de una forma más inteligente y sensible.
En todas las variantes izquierdistas, la libertad es motivo o propósito de la lucha social, pero en un sentido y grado tal que no niegue la igualdad y destruya las condiciones para asegurar los mínimos vitales para todos y provoque tal desbalance entre clases, grupos o sectores que ponga en riesgo la viabilidad de la convivencia, la integridad y la diversidad del hábitat, junto con la dignidad humana.
La libertad, propiedad, seguridad e igualdad formal propulsadas por el capitalismo liberal, la democracia de procedimientos y el constitucionalismo tradicional han probado sus limitaciones e insuficiencias.
Sus excesos han estimulado movimientos sociales que demandan igualdad real o sustantiva sin la cual los otros tres valores, libertad, propiedad y seguridad no son viables.
Las lecciones de la historia moderna y de los más recientes siglos ofrecen testimonio vivo de los profundos daños que la libertad sin límites de los más aventajados ha provocado en el planeta y sus moradores.
Las ideas y la acción de las izquierdas deben servir para mostrar que sí es posible detener y revertir el proceso de degradación, incluida la democracia representativa, que amenaza nuestra convivencia común a manos de las disfunciones más trágicas de nuestra propia herencia: egoísmo, desconfianza, violencia, crimen, impunidad, destrucción, disolución del humanismo, incivilización.
Los foros internacionales que tienen lugar en de los días que corren, ya sea la Cumbre Iberoamericana, el Foro Asia-Pacifico o el G20 ofrecen una valiosa oportunidad para que México reposicione temas vitales para reconstruir, en un contexto posmoderno y lleno de incertidumbres y riesgos, las agenda de la conciencia compartida, el humanismo y la fraternidad universal.