Sin aspavientos, sin la presentación de los detenidos como si de animales de trofeo se tratase, así se dio la recaptura de Ovidio Guzmán, hasta ahora uno de los líderes del cártel de Sinaloa.
En un operativo “quirúrgico”, Guzmán ya se encontraba en la Ciudad de México antes de que los comandos armados a su disposición lograran movilizarse a la zona en donde se encontraba el capo apodado “El Ratón”.
Las fuerzas federales aprendieron de los errores de ese (presunto) desastre mediático definido por la narcoderecha necropolítica cómo el “Culiacanazo” y no dejaron margen a la presión de los sicarios armados mediante las amenazas a grupos civiles.
La respuesta de los hombres de Ovidio no se hizo esperar, con bloqueos, incendios de automóviles y tractocamiones y una balacera en el Aeropuerto Internacional Federal de Culiacán, pero fue en vano. El hijo de Joaquin Guzmán ya se encuentra bajo resguardo del Ejército Mexicano y la Guardia Nacional en algún lugar de la Ciudad de México, bastante lejos de la zona de influencia del cártel.
El nado sincronizado no se ha hecho esperar por parte de los voceros de la derecha. Los que antes se mofaban de que el presidente López Obrador hubiera priorizado las vidas humanas por encima de una detención ahora lloran por un supuesto “regalo a Biden”. Esto hay que percibirlo cómo parte de una derrota mediática y operativa. Sus alaridos son de impotencia y no otra cosa. Su nado sincronizado, incluyendo el de algunos “opinadores” que hasta hace un par de años se consideraban centrados y respetables, es vergonzoso y atroz.
De un plumazo, la derecha mexicana se quedó sin 50% de sus argumentos anti AMLO: “Ovidio Culiacanazo Mamá del Chapo”. Pobrecitos. No han dado una en 4 años y parece que no aprenderán en el tiempo que les queda de este sexenio.