La nota de hoy día en la Cámara de Diputados es que el coordinador de los diputados del PRI, Rubén Moreira, contradice a Alejandro Moreno, el presidente del tricolor. El primero habla de entendimiento, esto es, ceder al gobierno y el segundo de dar por muerto el diálogo. Por su parte, el diputado panista Jorge Romero, coordinador del Partido Acción Nacional (PAN) en San Lázaro, reiteró que la reforma eléctrica “está muerta” así como fue enviada por el presidente López Obrador.

El PRI ha resuelto dialogar por su cuenta con el gobierno para la aprobación de la reforma del sector eléctrico. Su postura no fue acordada en el marco del bloque opositor. Más aún, el dirigente del PRI ha dicho que la votación se haría después de las elecciones de gobernador, prioridad de sus dirigentes; un resultado desastroso volvería insostenible la posición de Alejandro Moreno, y Rubén Moreira podría quedarse con lo que quedaría del PRI, lo que desde ahora ya se perfila, en cuanto a lo adverso de lo electoral y la traición encubierta de Moreira.

Los dirigentes tricolores han sido de la idea de que el PRI podría votar a favor de la propuesta presidencial, idea difícil de materializarse; son muchos los diputados en contra y más frente a una Asamblea Nacional que, de expresar la voluntad de la base priista, difícilmente se inclinaría por sumarse al colaboracionismo de sus dirigentes. De la misma forma que la mayoría de los senadores rechazan no sólo la propuesta presidencial, sino el alinearse al proyecto político que está por llevar al PRI a su desaparición.

Es obvio que la iniciativa del presidente no será aprobada en sus términos originales. Hasta el coordinador de la mayoría en el Senado, Ricardo Monreal, ha planteado que debe modificarse. El mismo López Obrador ha insinuado sobre la necesidad de hacer ajustes al proyecto presentado. El PAN debiera ser más preciso y plantear que la discusión no es sobre temas a ajustar sino sobre el paradigma en la industria y el mercado eléctrico. La propuesta presidencial plantea el control por el gobierno y su empresa. Los panistas, y se supone que los priistas, están en total desacuerdo.

Lo preocupante no viene del PAN, a pesar de las divisiones en su interior. El problema está en el PRI. El presidente sabe de las vulnerabilidades legales de quienes ahora lo encabezan y, por lo mismo, apunta a esa fracción para lograr la votación calificada para una reforma constitucional. La pregunta es si el conjunto de la fracción tricolor se someterá al colaboracionismo de su dirigencia.

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El diálogo está muerto por ahora, resaca de la aprobación del presupuesto. Más temprano que tarde abrirá la puerta en un juego próximo al chantaje. La reforma eléctrica es una manera de presión y una moneda de cambio para la impunidad y la sobrevivencia de los dirigentes. Para salvar cara se aspira al menos un triunfo electoral. La dirigencia del PRI apunta hacia Hidalgo, donde convergen los intereses de Alejandro Moreno y los de Rubén Moreira. El PAN ganaría Aguascalientes si hay unidad entre ellos. Lo demás está escrito. MORENA prevalecerá.

Los dirigentes del PRI no tienen mucho margen de engaño apuestan con dinero ajeno. Los votos de los legisladores no les pertenecen, y menos los de los senadores. Por lo pronto, que 22 diputados abiertamente se opongan, no significa que los demás la apoyen. La reforma eléctrica es una afrenta al PRI, a sus documentos básicos y a lo mejor del reformismo tricolor. Someterse al presidente es suicida para el partido. La adhesión al paradigma propuesto por el presidente no sólo es traición al bloque que se conformó y se votó, también lo es a su propia causa y destino.

Federico Berrueto en Twitter: @Berrueto