Es curioso, aunque todos vivimos bajo el mismo cielo, no todos tenemos el mismo horizonte. El embate generado por la pandemia de Covid-19 puso a la aviación en medio de una revolución que los obliga a reinventarse. Los dueños de las aerolíneas alrededor del mundo están acostumbrados a tomar grandes decisiones, y la gran mayoría confía en que la recuperación está casi a la vuelta de la esquina. Pero no todos vemos ese amanecer desde el mismo balcón. En nuestro país, los dueños de las empresas aeronáuticas quieren contagiarse de ese optimismo, pero pareciera que olvidan observar su propio horizonte.
La aviación es una industria de alto riesgo, todo en ella incide y cualquier cosa le afecta, tanto la bajada del dólar, como la subida; lo mismo pasa con el costo de los barriles de petróleo, conflictos bélicos, desastres naturales, y por supuesto, pandemias. Hoy debemos sumarle un factor mundial que todavía no tiene vacuna: el Sars-Cov-2.
El coronavirus ha venido a cambiarnos la vida a todos los habitantes del planeta. Hay que tomar en cuenta que en esta época post Covid-19, la industria aeronáutica buscará aviones más eficientes y de menor envergadura para reactivar la economía, y evidentemente ahora habrá muchos ojos puestos sobre ellos para que no pongan la fabricación veloz por encima de la seguridad.
Esto resulta ser un problema, porque las plantas armadoras y las arrendadoras darán preferencia al abastecimiento de las grandes aerolíneas, por lo que prevemos que habrá escasez de equipos para las pequeñas.
En nuestro país contamos con Aeroméxico como una aerolínea troncal, pequeña comparada con las grandes empresas internacionales, y algunas otras en un esquema mixto, entre tradicional y de bajo costo, entre las que se encuentran Aeromar, Volaris y VivaAerobus. Sabemos que la aerolínea del caballero águila, y autodenominada “bandera”, está bajo el capítulo 11 de la Ley de Quiebras en los Estados Unidos, y aquí en el país está luchando con su propia reestructura.
Y justamente aquí debo hacer un alto. Derivado a la cercanía que tengo con diferentes grupos de trabajadores, sé que muchos de ellos todavía no logran dimensionar los alcances de que su empresa se haya acogido al mencionado Capítulo 11 en Estados Unidos, pues siguen en la espera, que cada vez se alarga más, de salir de una vez por fin del mentado “Chapter eleven”.
En el caso de sus pilotos, ellos confían plenamente que con el convenio firmado con su empresa antes de entrar al Capítulo 11 han asegurado su fuente de empleo.
Las sobrecargos (sí, son puras mujeres) de Aeroméxico Connect, están afiliadas a un sindicato coloquialmente conocido como “charro”, el STIA, que en el mundo laboral aeronáutico ha sido considerado como un sindicato charro, y ASSA que se jacta de ser un sindicato democrático, y pertenecer a la UNT, está siendo opaco con sus agremiados.
ASSA también detenta el contrato colectivo de los sobrecargos de Aeromar, sin embargo ellos se quejan de ser ignorados por su representación sindical, que no los ha defendido ni apoyado en el cumplimiento de una serie ya muy larga de omisiones y falta de pagos por parte de la empresa, que les argumenta que el futuro de la misma está “en veremos” y el sindicato, quien debería velar por los intereses de sus agremiados, hace oídos sordos.
Volaris es una de las aerolíneas que ha sorteado de manera positiva estos tiempos.
Con todas estas turbulencias, ¿cuál es el futuro cercano de las aerolíneas?, es evidente que deben reinventarse para resultar atractivas a los nuevos mercados y usuarios.
Por el momento, la gran mayoría siguen haciendo lo mismo que antes de que llegara la pandemia. La única aerolínea que está entendiendo cómo llegar a nuevos mercados y mantenerse es VivaAerobus, combinando un modelo exitoso de negocio, un clima laboral bastante sano y entendiendo la máxima de “renovarse o morir”.
Así pinta el panorama, sin olvidar por supuesto al grupo de ex trabajadores de Mexicana de Aviación, que no han cejado en su encomienda de formalizar o realizar (traer a la realidad) una cooperativa que eche a andar la aerolínea, parada desde hace diez años; pero esta es otra historia que todavía tiene mucha tela para cortar.
Diferentes horizontes, y ninguno sencillo. La reinvención necesaria para “no morir” exige que todos los actores, desde los altos directivos, hasta los usuarios, pasando por todos los tripulantes, trabajadores y sus sindicatos, tengan los pies bien puestos en la tierra. En mi horizonte me encantaría ver al Gobierno Federal, con la Secretaría de Comunicaciones y Transportes a la cabeza de esta cruzada tan necesaria. Los tiempos actuales lo demandan. No podemos soslayar que el cielo el nuestro, y le pertenece a todos los mexicanos.