Cuando en el último Grito de Independencia el presidente AMLO lanzó un “muera el racismo y el clasismo” muchos se extrañaron por la proclama lanzada. Pero un conocedor de la historia mexicana como él sabía bien lo que decía. Ambas formas de concebir la estructura de las sociedades, son contrarias a la filosofía humanista de entender justamente a la humanidad como una e indivisible como especie pro social, más allá de otras características. Me viene a la mente el extraordinario libro del antropólogo soviético M.F. Niésturg “El Origen del Hombre”, Editorial MIR, 1972, quien sustenta con amplitud, profunda solvencia epistémica y convicción social, esta tesis, por citar a alguien que recuerdo. Hay muchos trabajos más recientes, claramente. Este me ha parecido siempre relevante por su erudición.
El racismo es una forma de pensar que defiende la superioridad de una raza frente a las demás y la necesidad de mantenerla aislada o separada del resto dentro de una comunidad, nación o país: el racismo puede incluso justificar la eliminación física de las razas consideradas inferiores. Un acto tan atroz como éste está precedido siempre de un conjunto de hechos y actitudes que conforman una tendencia o actitud que denotan o expresan con precisión esta ideología, por ello, el racismo se refleja, además de en las agresiones contra negros y asiáticos, o blancos de ciertas etnias, en discriminaciones de todo tipo, como en el sistema judicial y en el empleo, en el acceso a la escolaridad, a la salud, a la representación política o al ejercicio del poder, igualmente, en el acceso a la cultura o al reconocimiento de las aportaciones culturales a la humanidad de ciertos colectivos nacionales. Por eso se afirma por especialistas que hay varios tipos de racismo: el aversivo; el etnocentrista; el simbólico y el biológico, probablemente el más agresivo. (ACNUR). Y desde un punto de vista religioso-pastoral se conceptúa el racismo sistémico (fundamentalmente basado en el origen étnico o de la raza), y desde allí a todo el sistema social.
En un país como México (entendido ya como tal) con un origen predominantemente indígena parecería improbable la incubación y expansión (más o menos limitada) de expresiones de racismo, e incluso políticas públicas al respecto, dictadas desde un gobierno nacional. Pero las ha habido, como parte de un enfoque de filosofía política para los mexicanos durante una etapa de su historia.
El Dr. José Luis Trueba Lara (entre otros) en su obra “La Patria y la Muerte”. Los crímenes y horrores del nacionalismo mexicano. En su Capítulo III desarrolla un análisis en sustancia de lo que denomina “un mexicano a la altura de la Revolución” establece una idea importante: “En muchas ocasiones la victoria de los alzados es el augurio de la misa negra que invocará a Behemoth, el monstruo bíblico que dará su fuerza al régimen recién parido” (frase a su vez tomada de Franz Neuman). La violencia y el uso de la muerte como factores de consolidación de un nuevo poder. Agrega: “sin ese ritual pagano los vencedores pueden quedar condenados a la derrota, a la imposibilidad de crear un mundo a la altura de sus profecías. La sangre derramada y sus escabechinas nunca bastan para que sus sueños se conviertan en realidad”. Y esa violencia neo revolucionaria se emplea no solamente contra los adversarios del nuevo régimen que debe ser indiscutido, sino contra los extranjeros, sean o no directamente responsables de los agravios sufridos en otros momentos. El miedo a la represión brutal junto a los elementos de la nueva ideología, de la nueva visión de la sociedad y el poder, darían sus frutos.
Desde el capítulo II afirma que “una de las metas más importantes de los caudillos que habían tomado el poder: (fue) desfanatizar a los mexicanos que venían idiotizados desde los tiempos de la Nueva España, cuando la cruz se adueñó de sus conciencias para condenarlos a la servidumbre y la estupidez”. Se trataba de crear una nueva religión política vinculada a los principios ideológicos de la rebelión. “El famosísimo millón de muertos tenía que servir para algo y sus difuntos debían transformarse en la sabia del mito”, del nuevo mito. Agrega: “a diferencia de los bolcheviques los triunfadores de la matanza no contaban con una utopía precisa. El futuro aún tenía que ser inventado”. Una parte de ello era la purificación del mestizo, una purga racial a la mexicana.
Dicha invención-purificación según este autor tenía como bases: “el nacionalismo siempre mutable; la idea de la justicia compensatoria; la fascinación por la raza y el machismo; la no reelección que cobró su víctima definitiva con el asesinato de Álvaro Obregón, el comecurismo salvaje; el odio a los extranjeros que en muchos casos llegó hasta sus últimas consecuencias; y, por supuesto, la necesidad de inventar un país”. “Los triunfadores de la revolución eran pragmáticos (….) Los caudillos en cierto sentido eran unos restauradores del antiguo régimen que llevaron al límite algunas de las creencias finiseculares”.
Pero “la vieja religión” nunca se fue, nunca fue derrotada y sustituida del todo. Se imponía entonces continuar con la dureza política más descarnada: “la idea de la dictadura perfecta había nacido”. Para ello la invocación permanente del texto constitucional al margen de las prácticas desde el poder, las frases de los caudillos asesinados en la revolución (Zapata, Villa, Flores Magón, Orozco) eran absolutamente necesarias. Por todo ello “el poder y la legitimidad de caudillo mesiánico jamás dependieron de los votos”, sino del origen de eses poder y de laa gesta revolucionaria.
La protección de “lo extranjero” tomó cuerpo desde 1936 en que se depositó en el Ejecutivo Federal la facultad de expulsarlos de manera sumarísima: el contenido del Art. 33 era la protección de la patria. Estos grupos no nacionales aumentaron drásticamente atraídos por “la estabilidad y el progreso porfirista” entre 1895-1910., en muchos casos, grupos industriosos. La burla popular al primer círculo del poder porfirista era llamarles “los afrancesados”. Luego del triunfo revolucionario “la xenofobia se soltó la rienda”.
Claudio Lominitz en un libro memorable contemporáneo sobre el tema “El Antisemitismo y la Ideología de la Revolución Mexicana” (2010) establece con claridad: “el antisemitismo mexicano de principios del siglo XX ayudó a dar forma a una modalidad de nacionalismo revolucionario dependiente, hipermasculino y autoritario”, así en la vida cotidiana del mestizo mexicano reinventado estaba presente. Efectivamente, el binomio de mestizo re concebido y el macho mexicano (“el que no es macho no es mexicano”) tenía una ambivalencia casi congénita: “entre lo español y lo indio, entre lo liberal y lo conservador, entre el caudillaje y la democracia, entre el amor y el odio a la iglesia, entre la fascinación y la furia contra España, Francia y Estados Unidos”.
Pero un dato cuantitativo ayuda a ilustrar: “entre 1910 y 1919 el 1.27% de los extranjeros que vivían en México fueron asesinados (….) los primeros lugares en el camposanto les correspondieron a los gringos, los chinos y los españoles”. Dice el Dr. Trueba. Una matanza de chinos se realizó en 1911 en la ciudad de Torreón, cuando masacraron a 300 de ellos, sigue diciendo, ya que pareciera inevitable que fueran portadores de “la tracoma, la sífilis la lepra y los vicios” (fumar opio). Cuando fue gobernador de Sonora Plutarco Elías Calles emitió “leyes antichinas” en donde amenazó con la clausura de “sus desplumaderos y fumaderos” que el siguiente gobernador Adolfo de la Huerta y otros más eran ejemplos en ese momento de “sinofobia”. Incluso se crearon grupos de racistas asesinos llamados “Guardias Verdes” que emulaban a los “camisas negras” fascistas de Italia.
En 1934 la Secretaría de Gobernación hizo más larga y precisa la “lista de seres indeseables y degenerados”, que incluyó a “los negros como focos de prostitución, delincuencia y alcoholismo”, pero también se alertaba sobre coito o relaciones sexuales con “judíos, chinos y los gitanos”. Incluso en 1930 se fundó “la Liga Antichina” contra la presencia y acciones de este grupo nacional. A los judíos se les atribuía “la destrucción de nuestro comercio y las actividades económicas”.
En 1936 en la Ley General de Población “se prohibía a los extranjeros el ejercicio de las profesiones liberales”; y en 1946 se dio el espaldarazo desde los enfoques científicos al tema racista: La Sociedad Eugénica Mexicana (surge en 1931) se asumía como ente vigilante para “mantener la pureza de los mestizos y vigilar que no se dieran las prácticas que los degeneraban”. Un Manifiesto público llamado “Sangre Judía” se proponía el exterminio contra 30,000 judíos en México. Por ello los nazis promoviendo la xenofobia judía en México es una historia verídica.
Es muy lamentable esta actitud de gobernantes y mexicanos de a pie contra dos comunidades que hoy son muestra de desarrollo (en el caso de los judíos, envueltos en un tema regional-territorial y político con palestinos que debe terminar lo antes posible). No hablo del Sionismo una ideología xenofóbica y colonialista que en buena medida ha causado muchos de los problemas. Y China es hoy la segunda gran potencia mundial y faro para encontrar sendas propias de desarrollo para todos aquellos países que aún buscamos nuestro propio camino al desarrollo con equidad.