No ha pasado ni una semana desde el contundente triunfo electoral de quien será el 47mo. presidente de los Estados Unidos, cuando en el mundo se respira ya un ambiente profundo de distención. La derrota contundente del Partido Demócrata y el grupo de empresarios que pretenden una polarización beligerante son, aparentemente, cosa de un pasado que comienza a sentirse distante. El discurso de la poderosa Rusia de Vladimir Putin ya no es sobre su capacidad de lanzar misiles ultrasónicos a Estrasburgo, ni de profundizar una alianza con China o Corea del Norte, sino de señalar, a pesar de lo que vimos en la reunión de los BRICS hace unos días, que Rusia no ha abandonado el dólar norteamericano y de que busca cercanía comercial y política con los países de Europa Occidental. Un (hoy) débil y asustadizo Zelensky tratando de congraciarse con el, hasta hace poco marginado Víctor Orban, primer ministro de una sonriente Hungría que adelanta la búsqueda de la paz y el programa de distensión del próximo presidente norteamericano.
En el Medio Oriente, Hamás, el radicalizado grupo palestino, propone al propio Trump distintos mecanismos para detener el escenario de confrontación con Israel. Irán, al saber que Rusia puede cambiar su posición respecto a Estados Unidos, ralentiza su actividad terrorista y observa cautelosa el siguiente movimiento geopolítico en la región.
Mientras tanto, en el frente interno norteamericano, el llanto excesivo de un Hollywood decadente y de los pocos entornos pro demócratas, va permitiendo ver una extraña verdad: que la agenda woke, la que por lo alto y por lo bajo se decía legítima representante de las minorías, en realidad fue mayoritariamente votada por la mayoría que condenaba. Ni los latinos, ni los trabajadores, ni muchos afroamericanos, ni el Estados Unidos rural, resultaron ser los aplaudidores de sus extrañas líneas de apreciación social. Los blancos con mayores ingresos, son el grupo que respaldó a Kamala Harris.
La nueva mayoría compuesta por la amplia alianza del sentido común, encontró en la propuesta de pacificación y retorno a los valores tradicionales del movimiento Make America Great Again (MAGA), el nuevo espacio de articulación del siguiente momento del orden mundial que sin duda, tiene en Donald Trump, al líder pragmático que llama a las cosas por su nombre y resuelve los problemas del día a día, a su líder legítimo y legitimado por una mayoría que no sólo aplasta en el colegio electoral, sino que además, gana el voto popular. Este impulso sin precedente de los valores tradicionales, la economía de mercado con límites que garantizan el fortalecimiento del mercado interno norteamericano y, la reconversión de la región T-MEC en la base de un modelo competitivo contra China, también modifica el ritmo de la realidad mexicana pues, si bien reconoce al gobierno de la 4T como un posible aliado legítimo, reclamará con gran fuerza a este, al menos tres líneas de acción para consolidar a México como miembro de pleno derecho de la gran zona de producción y mercado que Trump vislumbra en la América del norte. Estas líneas son: 1) el inmediato control de la inseguridad pública creada por los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, o la clara amenaza de declarar a estas organizaciones como terroristas y combatirlas con rigor militar con las fuerzas armadas norteamericanas. 2) garantizar los nuevos equilibrios internos que permitan a la 4T dejar de dar la impresión de ser una naciente dictadura que ya dejó en la estacada a los también derrotados aliados de Kamala Harris (PRI, PAN y PRD), así como sus aliados ultra liberales, ministros de la Corte, funcionarios de los organismos ciudadanos y otros por el estilo; dando paso a un movimiento auténticamente conservador de las clases medias del norte-bajío, al empresariado del centro y surgido desde los grupos ciudadanos y también religiosos que resistieron la embestida woke en México misma que, parcialmente apoyada por Morena, ahora será abandonada en aras de un discurso más tradicional. 3) La tercera línea será la que tiene que ver con la balanza comercial mexicana con China, en la que México pierde 80 mil millones de usd al año y permite a los chinos usar a nuestro país como puente para el mercado norteamericano, tanto de productos legales, como del ilegal fentanilo que se produce con insumos chinos y se maquila en nuestro país.
Si esta triada de condiciones se cumple pronto y sin necesidad de mayores aspavientos trumpistas, la edad de oro que Trump anunció para Estados Unidos puede ser también un ciclo, cuando menos de plata, para México. Esto implica la pronta caída del gobernador Rocha, el abandono de las líneas más progresistas de la política social de la 4T, y el paso franco a un nuevo y auténtico movimiento conservador en México.
A reserva de mejorarlo, este es el pronóstico que, después de haber acertado puntualmente en todo el diagnóstico y sus consecuencias, hacemos con mucha más tranquilidad desde este espacio que SDP Noticias ha otorgado.