En los círculos de poder y entre los analistas más serios, Dos Bocas parecía el chivo expiatorio favorito antes de su inauguración. Economistas de renombre, agencias internacionales e incluso funcionarios mexicanos con mirada crítica, auguraban que el megaproyecto de la refinería en Tabasco no solo seria un monumento a la terquedad gubernamental, sino también un barril sin fondo, incapaz de producir algo que no fueran pérdidas. El consenso era tan evidente que a cualquiera que le gustara la controversia le bastaba con sentarse a esperar el inevitable colapso para aplaudir la clarividencia de sus pronósticos. Sin embargo, parece que la realidad es tan rebelde como el mandatario que impulsó el proyecto.
Cuando en 2019 el entonces presidente López Obrador anunció que la refinería seria una respuesta a la crisis energética y la dependencia del país en la importación de combustibles, empezaron a lloverles críticas desde todas las latitudes. Cómo no recordar a Carlos Urzúa que tras su renuncia como secretario de Hacienda en 2019 en su carta de renuncia señaló: “Se han tomado decisiones de política pública sin el suficiente sustento”. Aunque no menciona específicamente a Dos Bocas en la carta, en entrevistas posteriores dejó claro que este proyecto era uno de los que consideraba problemáticos, hoy en día la refinería esta diseñada para procesar mas de 340,000 barriles diarios por crudo, contribuyendo significativamente a la oferta de combustibles del país.
El Instituto Mexicano de Finanzas (IMEF) alertaba de los sobrecostos y del impacto que la inversión multimillonaria tendría sobre las finanzas públicas en un contexto de estancamiento económico. La meta original era que el proyecto costaría 8 mil millones de dólares, pero el costo se disparó a mas de 14 mil millones de dólares, un 75% más. El Fondo Monetario Internacional (FMI), entre líneas, aconsejaba mirar hacia otro lado y destinar recursos hacia sectores mas estratégicos, como la educación o la digitalización de la economía. Pero ahí estaba AMLO, aferrado a su plan como a su beisbol, convencido de que México merecía ser autosuficiente en la producción de combustibles.
Hoy, a cuatro años de distancia, el balance inicial de Dos Bocas comienza a perfilarse y para sorpresa de muchos, sus primeras operaciones han desatado menos caos del esperado. Aunque sin estar claro cuándo alcanzara su máxima capacidad productiva, la refinería ya esta produciendo combustibles y no solo humo. Según datos preliminares de Petróleos Mexicanos (Pemex), Dos Bocas procesó en sus primeros meses de operación alrededor de 150,000 barriles diarios de crudo, lo que representa una cifra modesta pero suficiente para callar, temporalmente, a algunos de sus detractores.
Sin embargo, en el contexto global no ayuda a la narrativa de éxito. En 2023, México continuaba importando el 70% de las gasolinas que consume, lo que según S&P Global lo sitúa en una posición vulnerable en el mercado internacional. A pesar de los esfuerzos de Dos Bocas; México sigue siendo un país dependiente del suministro externo. En este sentido, el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP) ha proyectado que para que la refinería opere a su máxima capacidad, el país necesitará invertir no solo en la infraestructura de la planta, sino también en el mantenimiento y ampliación de la infraestructura de distribución , lo que añade un costo estimado de 1.2 mil millones de dólares adicionales.
¿Significa esto que el escepticismo fue infundado? En absoluto. La Agencia Internacional de Energía (AIE) sigue observando con cautela de desempeño de la refinería, señalando que la inversión de mas de 14,000 millones de dólares parece un gasto excesivo para un país que enfrenta retos fiscales considerables, sobre todo considerando que la deuda pública mexicana ya ronda el 51.7% del PIB, según cifras de la Secretaria de Hacienda. Además, la refinería enfrenta el reto de mejorar su eficiencia productiva, pues según Bloomberg, el costo de producción por barril en Dos Bocas sería un 25 % mas alto que el promedio de las refinerías en Estados Unidos, lo que podría limitar su competitividad en el mercado internacional.
Si bien es cierto que Dos Bocas no se convertirá en la gallina de los huevos de oro, tampoco será ese cementerio industrial que muchos predijeron. El proyecto ya ha generado mas de 34,000 empleos directos y mas de 100,000 indirectos, según datos de la Secretaría de Energía. Ha posicionado a México en una senda de discusión sobre su política energética que trasciende el simple debate del costo-beneficio a corto plazo. Además, es un contexto global de volatilidad energética, contar con una capacidad de refinación interna, aunque limitada, parece una estrategia menos descabellada.
En mi opinión, decir que el problema de fondo no es tanto Dos Bocas, sino la expectativa irreal de que cualquier megaproyecto de infraestructura en México debe ser inmediatamente rentable o de lo contrario es un fracaso rotundo, quizás demás aceptar que la refinería de Tabasco no esta hecha para ser juzgada con las métricas convencionales del mercado; su utilidad podría estar en la reafirmación de un concepto que ha caído en desuso en la economía global: soberanía energética. Tal vez, en este aspecto, el gobierno de López Obrador haya logrado un pequeño y muy costoso, triunfo simbólico. Después de todo, en la política como en la economía, la realidad siempre es mas testaruda que las previsiones. Y Dos Bocas, lejos de ser ese agujero negro financiero del que muchos se reían, podría estar aprendiendo, a su ritmo, a nadar en las aguas turbulentas de la autosuficiencia energética.