El ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, ha hecho una denuncia pública relacionada con algo que pasó en esa institución hace 12 años.
Tal denuncia es muy importante ahora, desde luego por lo que aporta en términos de escrupulosidad para la mejor comprensión de la historia reciente de nuestro país, pero sobre todo porque desnuda a dos personajes siniestros: directamente a Felipe Calderón y, sin mencionarlo, a José Ramón Cossío Díaz, dos políticos perversos y farisaicos dedicados a sembrar embustes y hasta odio con el único propósito de desestabilizar al actual gobierno de México.
¿Por qué es relevante exhibir a Calderón y al exministro Cossío? Al primero, Calderón, porque, junto con Claudio X. González y Roberto Madrazo (este patrocinador de Carlos Loret), está en la cúpula de un grupo integrado por poderosos políticos y empresarios, con grandes recursos a su disposición, decididos a acabar, por vías no democráticas, con el proyecto de país de Andrés Manuel López Obrador. Al segundo, Cossío, porque, al haber estado en la corte suprema, se presenta como experto en derecho y, por lo tanto, sus opiniones —invariablemente contra el gobierno de izquierda— son utilizadas para acusar a la 4T de no respetar las leyes.
Se vale estar contra el gobierno de AMLO, claro que sí. Lo incorrecto es hacerlo con hipocresía y con intenciones alejadas del ideal de la democracia.
En la presentación de su libro 10 años de derechos. Autobiografía jurisprudencial, el ministro presidente de la corte Zaldívar Lelo de Larrea dijo, en resumidas cuentas, que en el sexenio de Calderón se le presionó fuertemente para modificar un proyecto de sentencia relacionado con el terrible incendio de la Guardería ABC.
¿Por qué al gobierno de Felipe Calderón le interesaba que no se juzgara correctamente ese caso? Respuesta: para proteger a familiares de la esposa de la entonces primera dama, Margarita Zavala.
¿Qué papel jugó en ese tiempo el entonces ministro José Ramón Cossío? Uno muy lamentable: el de actuar con mezquindad exrrema para complacer a quien despachaba en la sede de la presidencia de México.
Arturo Zaldívar perdió el debate. Solo lo apoyaron una ministra y un ministro: Olga Sánchez Cordero y Juan Silva Meza. Los demás, entre los que estaba José Ramón Cossío, se doblaron ante Felipe Calderón y se negaron a hacer justicia en uno de los crímenes más horrendos de la historia de México, ya que en el incendio de la Guardería ABC perdieron la vida 49 niños.
En lo que sigue citaré, sin entrecomillarlo para facilitar su lectura, lo más relevante de lo expresado por Arturo Zaldívar sobre aquel caso. Aclaro que minisculizo no pocas de las palabras del boletín de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que reproduce el mensaje del ministro presidente. Tantas mayúsculas, sobre todo en los cargos burocráticos, realmente me aturden. Así que, por lo que a mí respecta, no escribo Ministro, Presidente, Secretaria Particular, Coordinadora de Ponencia, Pleno, Corte, etcétera, sino ministra, presidente, secretaria particular, coordinadora de ponencia, pleno y corte.
Habla el ministro presidente de la SCJN:
Quizás el asunto que más me ha conmovido, desde que soy ministro, el que siempre he considerado más cercano y que fue mi bautizo como ministro, que es el de la Guardería ABC…
Como yo iba llegando, tenía dos meses en la corte, pues me turnan a mí este asunto que no me tocaba, se alteró el turno para que me tocara a mí.
Tomo conciencia de lo importante que era tener a los dos meses de haber llegado este asunto, y el tamaño de la jugada que me quisieron hacer mis compañeros ministros, chamaqueándome, pensaron que yo, lo que iba a hacer era convalidar el autoritarismo de Felipe Calderón y su gobierno y nunca, nunca se esperaron que yo fuera a promover o presentar un proyecto como el que presenté.
Y lo primero que hice fue buscar a los papás de las niñas y los niños fallecidos y lesionados; ninguna autoridad en México los había buscado; y ninguno, ninguna autoridad en México los había recibido.
Logré contactarlos y algún día, en el salón de usos múltiples de la corte, estuve presente en una de las reuniones que yo nunca pensé que iba a estar; en donde se respiraba el mayor dolor que yo he sentido en mi vida de alguien ajeno y en una reunión donde yo no pensé ni siquiera que pudiera haber un dolor tan grande como el que se estaba percibiendo ahí.
Las mamás y los papás de los niños fallecidos y lesionados se fueron presentando uno a uno y una a una, diciéndome su nombre, el nombre de su niña o su niño y si su niño o su niña estaba lesionado o había fallecido.
Las mujeres se sentían culpables por haber trabajado, porque a lo mejor, como ellas tenían que trabajar, por su culpa se habían muerto sus bebés.
Me contaron los papás y las mamás, que el gobierno de Felipe Calderón no había permitido que salieran aviones a Sacramento, donde había un hospital esperándolos para poderlos curar, porque no querían que se hiciera grande el escándalo y se hiciera mayor alharaca con este tema.
Me contaron cómo los papás y mamás de niños lesionados, los directivos del Instituto Mexicano del Seguro Social habían alterado sus expedientes médicos, para no pagarles lo que le tenían que pagar por sus lesiones y por la situación en que habían quedado.
Me comprometí con ellos que yo defendería la Constitución y los derechos de sus niñas y sus niños.
Después de terminar esa reunión de más de tres horas en la cual todavía hoy no entiendo por qué pude aguantar no llorar, subí a mi ponencia y les dije a mis secretarias y secretarios: ni un paso atrás, yo no voy a llevar en mi conciencia la muerte de 49 niños, esto es una infamia que yo no voy a convalidar.
Y empezamos a hacer el proyecto sin decirle a nadie ni cómo ni cuándo iba a salir.
Seguimos trabajando y ya previo a presentar el proyecto, por una cuestión de elemental lealtad institucional y personal le avisé a quien era el secretario de Gobernación (Fernando Gómez Mont) que iba a presentar el proyecto.
Me fue a ver a mi oficina y estuvimos platicando un buen número de horas y según mi entonces secretaria particular, que entraba y salía a servirnos café, el tono de voz iba subiendo cada vez más hasta que terminamos a gritos.
En un momento me dice el secretario: “dice el presidente que no te apoyamos para esto” y le dije “dile al presidente que postuló un ministro, no designó un secretario de Estado, que yo no soy su empleado y no voy a llevar en mi conciencia la muerte de 49 niños”. Y ahí terminó la plática.
Ese día en la noche, era un miércoles, llamé a mi secretaria particular, mi coordinadora de ponencia, firmé dos ejemplares del proyecto y les dije que los guardaran bajo llave y que, si a las ocho y media de la mañana yo no estaba en la corte, lo sacaran a la prensa y lo bajaran a la secretaría de acuerdos.
Era tal la tensión que yo no sabía si iba a poder llegar a la corte.
Sale el proyecto y varios ministros que me dijeron, en cuanto salió el proyecto, que me apoyaban, a la mera hora votaron en contra.
El primer día, el proyecto se recibió muy bien con la prensa, pero a partir del segundo día se dio una operación de Estado impresionante, para denostar el proyecto, para denostarme a mí y para decir, incluso, que el proyecto lo había hecho Ana Laura Magaloni y así empezaron, pegar y pegar y pegar.
Los salones de la corte, los pasillos de la corte estuvieron tomados por el poder ejecutivo.
Allí estaban los secretarios de Estado, el director del IMSS anterior…
La corte que entonces tenía la costumbre de trabajar hasta las tres de la tarde, eran las 11 de la noche y todos los privados estaban abiertos y paseaban todos los servidores públicos del poder ejecutivo federal.
Ahora que se habla tanto de independencia y de que por qué yo voy a desayunar a palacio y todo eso, los que estuvimos allí en la corte podemos dar fe de lo que era ese momento, en que el gobierno tomó prácticamente la corte.
Se publica el proyecto en internet como habíamos quedado y recibo durante la semana varias amenazas veladas de compañeros ministros, varias advertencias de diferente tipo y llegamos a la discusión que fueron tres días, mañana y tarde, mañana y tarde, mañana y tarde.
Antes de cada sesión, nos reunimos en la oficina del presidente de la corte para ponernos de acuerdo sobre cuál era la mecánica del debate.
Saliendo al salón de plenos, todo lo que habíamos acordado háganse ustedes de cuenta que no lo habíamos platicado y empezaban a hacer todo lo que decíamos y habíamos acordado que no se iba a hacer; se dijeron cosas horribles estando ahí los papás y las mamás de los niños quemados y lesionados; con una carencia de sensibilidad y de humanidad.
Debatí prácticamente sólo. Votaron conmigo Olga Sánchez Cordero y Juan Silva Meza, nada más, y llevé el debate tres días contra el resto del pleno de ministras y ministros.
Yo puedo decir con orgullo que ganaron la votación, porque hasta los hechos los votaron en contra, pero no ganaron el debate ni ganaron el juicio de la historia (entre los que han ido a dar al basurero de la historia por ese asunto está, sí, José Ramón Cossío Díaz, hoy falsamente defensor de un Estado de derecho que traicionó cuando pudo hacer algo por fortalecerlo).
Y hoy, después de tantos años, el caso de la Guardería ABC y la responsabilidad de los servidores públicos sigue vigente en la mente de todas las personas como un nuevo paradigma de la responsabilidad pública.
Hoy puedo dar fe de una operación de Estado para proteger a la familia de la esposa del presidente, para proteger a los altos funcionarios públicos de ese gobierno, que hoy viene a hablar de Estado de derecho y de autonomía y de no sé cuántas cosas, sin ninguna autoridad moral para decirlo, porque yo puedo dar fe de que eso es una hipocresía, porque no fue ese el comportamiento.
Ahí está el proyecto que presenté. Vean ustedes los debates, vean ustedes la carencia de argumentos y quiero decirles otra cosa: por lo menos dos de mis compañeros leyeron como posicionamiento en el pleno los memoranda que nos había llevado la autoridad. No tuvieron ni siquiera el cuidado de cambiar la redacción por no dañar a la corte.
Si yo en el caso de la Guardería ABC hubiera hecho algo distinto, yo no hubiera sido digno de portar una toga nunca más en mi vida.
Hay mayorías vergonzosas y hay minorías que honran; hay votaciones que se pierden, pero hay debates que se ganan. Lo importante es tratar de estar siempre del lado correcto de la historia y, para mí, el único lado correcto de la historia es el de los derechos de todas las personas, sobre todo de los que menos tienen, de los más desfavorecidos, de los olvidados, de los marginados de este país, de todos aquellos que no tienen voz y las y los jueces constitucionales les damos voz con nuestras sentencias.