El médico y tenor Alfonso Ortiz Tirado (1893-1960) poseyó –y todavía posee en sus grabaciones– una voz capaz de curar. No sólo en sentido figurado, al escuchar su canto cadencioso, amable, sutil, también de manera literal al combinar y aplicar las ganancias obtenidas de la actividad artística al conocimiento y a su humanismo médico, a la sanación de enfermedades. De ahí que el hospital que edificó en la Ciudad de México tuviera en su momento una placa conteniendo una frase sintética: “Elevé con mi canto este templo para aliviar el dolor”; otra versión cambia el verbo por “levanté”. A ello se debe sin duda el reconocimiento y prestigio que llega hasta el presente.

Dentro del grupo extraordinario de cantantes mexicanos de los años 30′s a los 60′s del siglo XX que recibieron entrenamiento clásico, operístico, y desarrollaron su carrera en el ámbito popular a través de los discos, la radio, el cine y los inicios de la televisión, de los cuales hemos comenzado a compartir su talento y su obra en este espacio, destacan Ortiz Tirado y José Mojica –el tenor que tomó el hábito franciscano y abandonó los escenarios público–. Ambos discípulos de José Eduardo Pierson, cantaron ópera y canciones. Y ambos tienen una característica distintiva del resto; uno entregado a su fe al final de sus días, el otro a hacer el bien a través de la medicina. Entonces, en su caso, a la par que el mérito artístico, destaca el mérito civil.

El médico y Musmé

Originario del estado de Sonora, Alfonso Ortiz Tirado, pasó por Culiacán, Sinaloa, antes de llegar a la Ciudad de México, donde combinaría estudios médicos con los del canto en la academia de Pierson. En la UNAM, estudió en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Facultad de Medicina. Se tituló como médico en 1919. En Denver, Colorado, se especializó como ortopedista en cirugía reconstructiva. Miembro de la Academia Americana de Cirugía, de la Academia Indolatina de Medicina, catedrático de la Facultad de Medicina de la UNAM y miembro de diversos organismos médicos de México y otros países.

Laboró durante varios años en el Hospital General hasta que abrió su propia clínica, un hospital infantil, en la calle de Niños Héroes, colonia Doctores, Ciudad de México, que después sería sede de la Unidad de Cardiología al fundarse el IMSS, que adquirió el inmueble. Entonces, desapareció la placa con la leyenda referida y que enlistaba más de una decena de países donde el doctor había cantado. En un blog de Guadalupe Munguía se alcanza a ver, borrosa, la foto de la placa aludida:

En un blog de Guadalupe Munguía se alcanza a ver, borrosa, la foto de la placa aludida

Sus ganancias como cantante las donó al Pabellón de Ortopedia de la Beneficencia Pública, desempeñando una constante obra filantrópica. En 1958 dejó los escenarios pero continuó su labor benefactora y su posición de médico hasta su fallecimiento temprano en 1960.

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A Ortiz Tirado también lo descubrí en la radio. Y aunque la vez primera que escuché en vivo la canción “Musmé”, de Emilio de Nicolás, fue en voz de una soprano, me parece que su identidad quedó marcada en la voz del tenor médico que la grabó en 1933. Un estimado profesor especialista en estudios asiáticos me comenta que Musmé significaría literalmente “Hija” pero que habría que darle su sentido mexicano “Pupila”, con su respectiva connotación sexual. Cito, de un texto mío publicado en 2010: “La historia de Musmé es como la de una mini-Chocho san. Ambas mujeres, ilusionadas, abandonadas, mueren de amor. Una es prostituta, la otra sólo una geisha. La diferencia de su fin estriba en la forma de su muerte. ‘Una tarde de repente, tronchada por el dolor, como un suspiro que muere, apacible y dulcemente, Musmé se murió de amor’. Butterfly, es decir Cio-cio san (en versión italiana, pucciniana), en cambio, con honda solemnidad declara: ‘Con honor muere quien no puede vivir con honor’, y se degüella” (“A la orilla del estanque donde crecen los lotos”; en En busca de Nils Runeberg y otros ejercicios; SDP/Praxis, 2016).

La canción se contextualiza dentro de esa curiosidad por el exotismo oriental en que habían caído los poetas mexicanos modernistas, primero, y los músicos, después, tratando de referirse ya sea a la música supuestamente china o japonesa, como en el caso de “Musmé”. Y aunque se conocieron poco esas músicas por entonces (y ahora continúa esa lejanía tanto geográfica como musical), no dejaron de obtenerse productos artísticos interesantes y agradables; aquí los lindos versos iniciales y la canción en voz de Ortiz Tirado:

Como un loto desmayado

era pálida Musmé,

era su semblante pálido,

como un lirio reflejado

en una taza de té.

El tenor

La voz de Ortiz Tirado está sólidamente entrenada. Voz de tenor lírico ligero, cálida, timbre agradable, buen rango de registro, magnifico manejo de los matices diversos; de poco esfuerzo y mucha sutilidad al grado de la caricia. Voz característica de la época que hace pensar en los grandes tenores italianos de principios del siglo XX. Esto se percibe en algunas grabaciones de arias de ópera, pero particularmente en todo su repertorio de canciones.

Mientras realizaba sus estudios de especialización en Denver, Ortiz Tirado realizó su debut profesional en una fiesta privada y posteriormente viajó a Nueva York donde cantó una temporada en el hotel Waldorf Astoria.

|Pues ya que hemos iniciado con “Musmé”, continuemos con otras canciones con nombre de mujer; “Marta” –ese “capullito de rosa”- |

En México, debutó el 11 de noviembre de 1928 en el teatro Esperanza Iris cantando el papel de Nemorino en la ópera Elisir d’amore, de Donizetti. En el mismo teatro participó en las óperas Il barbiere di Siviglia, Payasos, La traviata, Madama Butterfly y Manon. En 1930 participó en las primeras emisiones de la radiodifusora XEW; año que marca el inicio del fenómeno de la canción mexicana en la radio. Allí conoció y colaboró con Agustín Lara, Gonzalo Curiel y María Grever, cantando y grabando sus canciones.

|Otra canción-nombre-de-mujer, “Rosa” –”la más hermosa”- |

Fue Contratado por la National Broadcasting Company de Estador Unidos y cantó en Nueva York en programas radiofónicos durante veinticinco semanas. Tuvo una audición privada en la Metropolitan Opera House que al parecer no prosperó de manera positiva (al contrario de Mojica, que logró cantar en ese escenario). Realizó una gira por Baltimore, Chicago, Filadelfia, Schenectady y Washington, DC. También cantó en Buenos Aires, al lado de Juan Arvizu y Tito Guízar, así como en Los Ángeles, Caracas, Bogotá, La Habana, Lima, Santiago de Chile y Madrid. Junto a María Luisa Zea intervino en las películas La última copa y La última canción.

|“Amapola”, otra flor, “la lindísima amapola”|

Desde 1985 se celebra en Sonora el Festival Álamos Ortiz Tirado, cuyo presupuesto le ha permitido consolidarse independientemente de quien gobierne ese estado del país. Sólo haría falta que el gobierno actual de Sonora, con aspiración democrática, ahora sí, lance convocatorias abiertas para todos los artistas del país; que el legado artístico y humanístico de Alfonso Ortiz Tirado tenga alcance nacional, que el Festival no sea manejado al arbitrio de algunos cuantos como ha sido hasta ahora; todo sea por la memoria de un artista y ser humano de excepción.

Para continuar este concierto con el Dr. Alfonso Ortiz Tirado, va un tango, “Por la vuelta”:

Una de las grabaciones más celebradas de Ortiz Tirado, “Adiós Mariquita linda”:

Una de las grabaciones más celebradas de Ortiz Tirado, “Adiós Mariquita linda”

“Por si no te vuelvo a ver”, la recuerdo como la primera canción que le haya escuchado a Ortiz Tirado; es decir, con esta canción de María Grever conocí su voz:

Está resultando complicado concluir este concierto; aquí va “Nosotros”:

Bueno, ya al fin el fin:

“Quiéreme mucho”: