El ocaso del mandato de Esteban Villegas Villarreal no solo marca el cierre de un ciclo político; representa, en realidad, la oportunidad de mirar con seriedad lo que Durango ha sido y, más importante aún, lo que puede llegar a ser. Porque en esa tierra de contrastes, donde la belleza natural convive con la violencia estructural, las estadísticas son una bofetada a la conciencia colectiva: casi 7 de cada 10 mujeres han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. En solo un año, 43.1% vivió violencia de nuevo. Y en 2024, al menos 14 mujeres fueron asesinadas por razones de género.
Sí, dicen que la cifra negra es brutal. Pero lo que verdaderamente duele es que la cifra viva siga siendo ignorada.
Hablar de democracia mientras las mujeres siguen siendo asesinadas, mientras los cuerpos son encontrados sin justicia y mientras se normaliza la crueldad, es casi un acto de cinismo institucional. Pero también puede ser un acto de rebeldía si nos atrevemos a resignificar esa palabra. Porque la democracia no es solo una boleta: es un grito que exige no ser silenciado. Es la voz de una madre buscando a su hija, es la rabia organizada que exige no más impunidad. Es también la posibilidad de una fiesta cívica, pero no una fiesta decorada con discursos vacíos, sino con dignidad, memoria y esperanza.
El 2 de junio, Durango se juega mucho más que una contienda electoral. Se juega la posibilidad de decir basta al machismo institucional, al autoritarismo disfrazado de neutralidad, al pacto patriarcal entre el poder político y la omisión.
En este contexto, figuras como la del doctor José Ramón Enríquez Herrera emergen con fuerza. En algún momento intentó ayudar a víctimas pero aquello fue opacado por su cercanía con personajes oscuros de Puebla. Su trayectoria ha estado marcada más por su cercanía con la gente que por su militancia partidista. Y es un hecho que la gente lo quiere pero en tiempos de mujeres, no se le puede mirar sin un filtro que le exija compromisos en materia de género. Porque si algo ha demostrado, es que hay quienes prefieren ponerse la camiseta de su tierra antes que la de un partido. Y esa lealtad con la causa ciudadana —esa que no se compra ni se negocia— es lo que hoy lo coloca como uno de los actores más relevantes en la disputa por el rumbo de Durango.
Pero cada paso hacia la transformación enfrenta resistencias. Y no cualquier resistencia: hablamos de un aparato de poder que se niega a ceder sus privilegios. Emmanuel Reyes lo denunció con claridad: un cerco mediático, impulsado desde el gobierno estatal, intenta silenciar las voces de la Cuarta Transformación. Censura, manipulación, miedo. Viejas prácticas, mismo guion. Porque cuando no hay argumentos, lo que queda es el control.
Aunque podría decirse que no hay novedad, en realidad si la hay. Nunca antes el viejo régimen de panistas y priistas, antagonistas en el norte, habían estado tan cerca de la decadencia qué hoy viven. Lo raro de que las preferencias se acumulen en la izquierda puede leerse como desgaste y también como progreso de sociedades que eran conservadoras pero que ahora, optan por la izquierda de Morena, con Claudia, la presidenta científica y posiblemente, José Ramón Enriquez.
La historia lo ha demostrado una y otra vez: el miedo inhibe. Y el abstencionismo es el terreno fértil del autoritarismo. Por eso quienes aún apuestan por ese modelo lo promueven con tanto empeño. Saben que donde el pueblo se organiza y participa, ellos pierden.
Durango no está condenado. Durango no está dormido. Durango tiene memoria, pero también tiene hambre de justicia. Por eso el llamado no es solo a votar, sino a romper con el cinismo, a desafiar al miedo, a hacer comunidad.
Este 2 de junio no se trata de elegir entre partidos. Se trata de recuperar la voz. De honrar a las que ya no están. De construir un futuro donde ser mujer en Durango no signifique vivir con miedo. Se trata de vestirnos, todas y todos, con la camiseta que verdaderamente importa: la del pueblo digno, la del Durango que resiste y florece.
Al mismo tiempo, si la estadística continúa con preferencias por Morena, el reto para el Dr. Enríquez será que verdaderamente demuestre el compromiso con la mayoría duranguense qué son justamente, mujeres.