El contraste no puede ser más notable en la carrera presidencial en Morena. Carrera muy adelantada, sin duda, lo que puede ser un error de AMLO, quien dio el banderazo de salida hace ya bastantes meses, pero que quizá sea un acierto del tabasqueño: se sabrá a ciencia cierta en el momento en que se haga el balance de los resultados de la actual administración, desde luego en cuanto esta finalice y, también, después de que sepamos quién ganó, y con qué margen de ventaja, las elecciones de 2024.
Marcelo y su búsqueda de fotos con famosos
Marcelo Ebrard acudió a la cumbre del G-20 en Roma en representación del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Es decir, no fue invitado como gobernante porque, como bien sabemos, no lo es. Ebrard, cuando mucho, es un secretario del titular del poder ejecutivo en nuestro país. Por tal motivo muchos observadores consideran que el canciller ha cometido una grave falta al exhibir en Twitter sus fotos al lado de personalidades políticas globales, como Joe Biden, presidente de Estados Unidos, y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.
Como treta para engañar incautos tuiteros pasa lo que ha hecho Ebrard, pero la gente que conoce de relaciones internacionales está escandalizada por dos razones: (i) no es sano para México que su canciller se comporte como un cazador de autógrafos o de selfies en la ciudad de Roma, Italia, y (ii) porque Marcelo no es presidente y así, con tales ínfulas, no lo será.
No se necesita mucho conocimiento de la naturaleza del sistema político para entender que al presidente no se le rebasa ni por la derecha ni por la izquierda. El subordinado siempre se queda atrás del primer mandatario, esté presente o no el gobernante. No asistir a la cumbre del G-20 pudo ser una equivocación de AMLO —o pudo no serla; la lógica de López Obrador no es ortodoxa y, a pesar de ello, suele llevar a correctos desenlaces políticos—, pero lo cierto es que Ebrard solo lo representaba: no le dio Andrés Manuel a Marcelo la instrucción de “Ve y lúcete en la capital italiana como si fueras otro, un segundo presidente de México”.
No es la primera vez que Ebrard genera propaganda para tratar de convencer de que es casi un igual que el presidente López Obrador. Desde luego no es así. Marcelo no ha entendido que es solo un secretario, casi, casi alguien que únicamente toma nota de las decisiones de su jefe y las ejecuta.
Claudia y las gobernadoras
Shienbaum, por su parte, aprovechó una invitación que le hizo el presidente López Obrador —a Campeche, a un evento de la campaña de vacunación— para, al fin, salir de la capital mexicana y, en su tiempo libre, dejarse ver en otras entidades.
Viajó a Guanjajuato al Cervantino, donde la Ciudad de México, que ella gobierna, es la entidad invitada. Después anunció que asistirá a las tomas de protesta de dos gobernadoras de Morena, las de Baja California, Marina del Pilar Ávila, y de Colima, Indira Vizcaíno. El lunes a medio día regresará a la capital a continuar con su trabajo.
Aunque Sheinbaum no es secretaria de nadie, sino su propia jefa —gobierna por mayoría de votos la capital mexicana—, no habría salido de la CDMX si no hubiera recibido autorización del principal dirigente político de todos y todas en Morena, Andrés Manuel López Obrador, a quien en su gira sí, y al mismo tiempo no, va a representar: sí por la cercanía innegable de ella con AMLO durante tantos años, y no porque a Guanajuato acude como funcionaria invitada y a Baja California y a Colima a reforzar la idea, histórica, de que jamás había habido en nuestro país tantas gobernadoras, en este momento todas —menos una— del partido de izquierda surgido de los movimientos progresistas en los que López Obrador y Sheinbaum, y miles de personas más, han participado desde los tiempos del autoritarismo priista.
¿Se está formando un frente de gobernadoras de izquierda? Sí y no: sí porque es natural que ellas se asocien para apoyarse, y no porque, al final, todas las gobernantes de Morena trabajan para lo mismo que sus colegas hombres: fortalecer a la 4T y al presidente que encabeza al movimiento.
El Tour 2024
A veces debe compararse la competencia política con las grandes vueltas ciclistas de tres semanas, como el Tour de Francia.
Los grandotes ganan muchas etapas porque aplastan a todo el mundo en el terreno plano, pero se desinflan y pierden el Tour en las durísimas montañas, donde quienes escalan con facilidad y, por lo tanto, ganan los campeonatos son las figuras ciclistas más ligeras y, debido a ello, con más resistencia para pedalear cuesta arriba.