No es la primera vez en este sexenio, ni en los anteriores, que las disputas ideológicas y políticas sobre un tema crucial de la agenda nacional se canalizan por la vía de los tribunales judiciales. Nuestra hipótesis es que detrás de la confrontación entre Alfredo Jalife y Tatiana Clouthier están chocando severamente dos concepciones sobre el tema del manejo de la nueva riqueza nacional: el litio. Lo mismo sucedió con la reforma energética, con la iniciativa sobre la reforma eléctrica, por citar solo estos dos casos. La diferencia fundamental es que en los casos citados se planteó claramente la disputa política y los enfoques ideológicos encontrados y excluyentes, y en el conflicto que presenciamos en nuestros días, se reviste de un ropaje jurídico distinto y se habla de “honor, calumnia y difamación”.
Tatiana Clouthier es una mujer brillante y honesta que en la decantación del Partido Acción Nacional hacia las convergencias con el Partido Revolucionario Institucional se trasladó hacia el centro democrático del espacio ideológico y político nacional. Nunca ha sido de izquierda ni ella se ha asumido como tal jamás. Se formó en el PAN igual que su padre y hermanos, muy cercana o articulada a la empresa privada y a un tipo de administración pública con una visión de Estado mínimo. Por lo que se sabe de ella en medios abiertos de información.
Eso fue suficiente para converger en los esfuerzos del actual presidente AMLO formando un frente electoral muy amplio para ganar la elección presidencial de 2018 bajo el signo partidario de Morena, y en la línea de un programa con distintas reivindicaciones democráticas. Su promoción hacia la coordinación de la campaña de AMLO y luego a la Secretaría de Economía, atribuida en alguna medida al Ing. Alfonso Romo, a pesar de no ser ni de lejos, su especialidad, la catapultaron al primer círculo de poder.
Su amplia formación, inteligencia y personalidad pausada y reflexiva hicieron lo demás. Refutaba abiertamente en los debates de campaña y sin concesiones, las posturas de lo que ha venido quedando del PAN y sus líderes. Ha sido una de las más congruentes en las filas obradoristas, comparada con otros como Germán Martínez que rápidamente defeccionaron, y algunos más provenientes del mismo espectro ideológico de la derecha, con diversos matices.
En el caso de Alfredo Jalife se trata de un docente e investigador universitario que trabajó en el equipo de Alfonso García Robles, brillante diplomático mexicano, no obstante, de ser psiquiatra de formación con una maestría en negocios por la Universidad de las Américas. He alternado con él en tres ocasiones en mesas redondas. Tiene una sólida y amplia formación y visión internacional, conocimientos sobre los escenarios regionales y globales de la conflictividad actual en el mundo.
Fue galardonado por la mejor cátedra impartida, premio otorgado por la UNESCO, y forma parte del sistema de investigadores del CONACYT. Es un docente universitario respetado y destacado. Su postura es esencialmente nacionalista y democrática, lo ubico en la izquierda del nacionalismo mexicano. En temas del manejo de los recursos energéticos su postura es muy cercana a la del presidente AMLO. En materia de la riqueza actual del litio su posición es prácticamente una entre ambos. El presidente le prologó uno de sus últimos libros. Pero ciertamente tuvo diferencias con Claudia Sheinbaum, aunque por lo que él ha explicado, no me han parecido suficientes razones para una ruptura política personal. Puede haber otro tipo de desavenencias. En las “precampañas de las corcholatas”, él se decantó por el secretario de gobernación públicamente, es decir, por el maestro Adán Augusto López. Se caracteriza en sus exposiciones escritas y verbales por ser “echado pa lante”. Coincido con otros, cae a menudo en excesos retóricos, pero es honesto con sus convicciones. Las defiende con denuedo y con mucha información.
Con este mínimo perfil personal, podemos intuir y razonar los términos del encontronazo. Sostengo que optar por la acusación penal en una disputa política debe ser, si acaso, el último recurso. Porque es propio de la derecha tradicional canalizar a estas instancias las diferencias o confrontaciones políticas, estén o no revestidas de ataques personales. Pudo haber optado la maestra Tatiana Clouthier por citar a un debate público a su detractor, o incluso restringido, o por una conferencia de prensa, por un video en donde refutara las afirmaciones del Dr. Jalife. No quiso hacerlo. Optó por la demanda penal personalizada a pesar de que los criterios vertidos por el periodista de opinión fueron en tanto funcionaria pública y en su gestión al frente de la Secretaría de Economía. Para ya no hablar de que los criterios se emitieron en Ciudad de México lo cual tiene implicaciones jurídicas.
Hace un año que se fincó tal demanda, y reactivarla cuando Tatiana Clouthier es vocera de la campaña de la Dra. Claudia Sheinbaum, o permitir que se reactivara –porque tenía el recurso legal de desistirse y/o reencauzarla por la vía civil- lo considero un grave error político, aún más, a sabiendas de los desencuentros entre la Dra. Claudia Sheinbaum y el propio Dr. Jalife, porque ello permitió una andanada de especulaciones que voltearon los reflectores sobre un posible ataque a Jalife avalado por la Dra. Sheinbaum. Por lo tanto, segundo grave error político. Y, además, victimizó como objeto de represión al propio Alfredo Jaliffe, que hoy tiene muchos más seguidores que antes.
No conozco el detalle sobre si la adormilada demanda se reactivó por la propia dinámica judicial o si tuvo participación en ello la demandante mediante su abogado (no me parece difícil que sea así). Pero se ha dicho con plena certeza que en la lucha política no hay casualidades sino causalidades, y quienes aprovecharon los errores procedimentales de Samuel García en Nuevo León para meterlo en un conflicto en donde no sólo pierda la candidatura presidencial, sino también, la gubernatura del Estado, jugaron con oportunismo la carta de golpear por partida triple a miembros destacados de la 4T-4R: a Alfredo Jalife como plenamente afín al presidente AMLO, y a la Dra. Claudia Sheinbaum candidata de Morena a la contienda presidencial, usando la demanda interpuesta por Tatiana Clouthier como ariete de su triple golpeteo. Y de paso, atacar la postura del presidente AMLO sobre el litio como materia prima estratégica bajo control total del Estado.
Y desde mi perspectiva, aquí está el meollo oculto del encontronazo Tatiana - Jalife: éste último atacó las supuestas concesiones sobre explotación del Litio a empresas privadas de EUA en una actitud sumisa hacia el gobierno estadounidense, fuera de la política dispuesta por el presidente AMLO de control total de tales recursos, es decir, bajo una interpretación subjetiva. Si esto logra probarlo el Dr. Jalife la maestra Tatiana Clouthier quedaría en una postura sumamente precaria y comprometida en cuanto a su lealtad al proyecto de la 4T y al propio presidente de la República. Entiendo que “el acusado” está en esta tarea mayor que es su mejor defensa. De lo contrario, sus excesos retóricos lo dejarán también muy mal parado.
Considero demasiado álgido el nivel al que llegó la situación de confrontación entre ambos, y la sospecha ¿sobre quién reactivó la demanda?, y ¿por qué la maestra Tatiana Clouthier no modificó, en los términos de su nueva responsabilidad política, el cauce de su querella contra el Dr. Jalife?, más un tipo de asesoría jurídica que orientó su descontento hacia arenas penales movedizas de la política nacional, no puede estar todo ello sujeto y en términos de una supuesta calumnia a quién desempeño un alto cargo público en la conducción de la economía nacional. Golpear la política nacionalista sobre el litio, bajo esta vertiente, es mucho más relevante que defenderse de las imputaciones no probadas aún de un periodista de opinión y docente investigador, reconocido y brillante.
En un enfoque de economía política es mucho más relevante lo segundo que lo primero. La política al mando de las contradicciones sociales económicas, sobrepuesta a los intereses personales expresados como intereses sociales, y sobre determinando la dinámica de las estructuras jurídicas. Es otra hipótesis más amplia y puntual. La propia visión de la libertad de expresión versus sus restricciones jurídicas-penales queda inserta en una unidad dialéctica mayor: las contradicciones de la economía y la política dentro de un proceso de transformación nacional, cualquiera que sea su alcance real.