Para quien se instala en ánimo de guerra las derrotas suelen ser más que dolorosas, en algunos casos llevan a la ejecución sumaria de quienes se asumen no estuvieron a la altura de la circunstancia, en otros, a continuar la confrontación, aunque con otros medios. También debe decirse que derrota que se ignora habrá de extenderse en el tiempo y quizás con lamentables consecuencias.
En buena parte esto es lo que ha ocurrido en días recientes con la no aprobación de la iniciativa presidencial de contrarreforma eléctrica. En realidad, la derrota no está en no haber logrado mayoría calificada, sino en el resultado de los comicios intermedios. Allí se decidió la suerte de las propuestas presidenciales de cambio constitucional. Ahora, en perspectiva se entiende lo que realmente aconteció en tales comicios: cambió el mapa del poder en el Congreso. Lo que no cambió fue la actitud pendenciera y de confrontación del presidente.
Para cualquiera instalado en la superioridad moral es fácil resolver los dilemas que plantea la política, es más, ni existen. La conclusión es que se debe persistir en el empeño ya que la causa no amerita desviaciones ni concesión alguna. Hacerlo es tanto como traicionar. El presidente se propuso tres reformas para la segunda mitad de su gobierno y como tal llamó a los priistas como predestinados a sumarse a su guerra santa.
Ya se ha dicho, los jefes del tricolor, con más malicia resolvieron atendieron el llamado de López Obrador. Un doble engaño, el presidente realmente creyó que los podría sumar a partir de los elevados propósitos de su proyecto al redimirlos de sus pecados neoliberales; los jerarcas tricolores, sin ser dueños de los diputados y senadores vieron no sólo tregua en temas judiciales, sino la posibilidad de ganar cargos de elección popular a cambio de votos legislativos. Cuestión de tiempo que la realidad se impusiera. El presidente no cedió ni en el contenido de su propuesta para facilitar las cosas, ni en el tiempo para su aprobación; la respuesta fue contundente, el consejo nacional del PRI ordenó a sus legisladores votar en contra del presidente.
Curioso que un solo diputado del PRI, hechura de Alejandro Moreno, haya desertado en medio de la batalla. Nada le espera por su biografía y porque en Campeche no hay espacio para lo que él representa. En el partido verde Alexis Gramiño tuvo el valor de votar en contra de un proyecto que claramente confronta la transición energética con expresiones ambientalistas. Ella sí plantea un tema de congruencia y dignidad. Puede pensar en el futuro, aunque sus pares, como era previsto la hayan expulsado.
Como era de esperarse el presidente la ha tomado a muy mal la negativa de los legisladores a sumarse a su propuesta. Ahora son traidores a la patria porque la patria es él. Las palabras del presidente, afortunadamente, han perdido peso y valor, de otra forma estaríamos en la antesala de la persecución de 223 legisladores que tuvieron la osadía de actuar de conformidad a su condición opositora. Ser traidores a la patria por pensar y actuar distinto.
Ricardo Monreal, a quien indebidamente se le asignó la responsabilidad por la derrota en el Valle de México en 2021 ha tenido la sensatez de aclarar que no satanizará ni descalificará a los opositores. Sabe bien que coordinar a la Cámara alta requiere de respeto con la oposición, al menos conceder el derecho a la negativa, condición normal en todo parlamento, no así en la Cámara baja donde prevalece el pandillerismo, el insulto y la descalificación, muy al tono de los aires que se respiran en la política nacional.
El presidente replicó con la reforma fast track del litio. Ni siquiera merece la condición de nacionalización del recurso porque en la Constitución ese asunto ya está resuelto. En todo caso el reto es su explotación y que ello sea en beneficio del país y no de un sindicato o de una burocracia privilegiada como ocurre en la CFE. Por lo pronto alivia que el efecto más relevante del voto legislativo del domingo sea determinante para el futuro de las instituciones electorales, de la integración de la Cámara y del INE.
Federico Berrueto en Twitter: @Berrueto