Vamos a suponer que a la oposición no le va a ir mal —o no tan mal—, o que inclusive tenga éxito en la ya muy cercana elección de gobernadora del Estado de México.
Antes de continuar, una precisión: todo el mundo espera la derrota aplastante de la alianza PRI, PAN, PRD. Sobran encuestas que pronostican la victoria por un amplísimo margen de Delfina Gómez, de Morena, sobre la candidata de la coalición opositora Alejandra del Moral.
Entendido lo anterior, debo decir que el supuesto del primer párrafo parte de un hecho innegable: nadie tiene el triunfo asegurado en una contienda electoral. Así que las encuestas podrían cerrarse y la situación cambiar radicalmente.
La pregunta fundamental: ¿Qué pasaría si, contra todos los pronósticos, la alianza PRI, PAN, PRD lograra un buen resultado el próximo domingo 4 de junio?
La respuesta: Si eso ocurriera, se alterarían drásticamente los vaticinios acerca de la elección presidencial de 2024.
Un buen resultado de la oposición en Edomex —ni siquiera un triunfo, sino nada más perder por pocos votos— tendría el efecto inmediato y mucho muy relevante de quitarle a Morena la etiqueta de invencible.
Si Alejandra del Moral, candidata de la alianza opositora, hiciera el milagro de vencer a Delfina Gómez, de Morena —insisto: bastaría con que Alejandra le diera más pelea a Delfina de la esperada—, tanto las dirigencias como las militancias de PRI, PAN y PRD empezarían a considerar ya no un sueño irrealizable, sino una posibilidad real la derrota de Morena en 2024.
Desde un punto de vista, eso sería lo mejor que le podría pasar a la oposición: estar verdaderamente en competencia con el partido fundado por AMLO.
Pero, ni hablar, hay otro punto de vista: un buen resultado en Edomex en 2023 garantizaría a Morena ganar en las presidenciales de 2024.
¿En serio he dicho que si a la oposición le fuera bien en Edomex ello significaría su derrota en 2024 frente a Morena? Eso he dicho porque es lo más probable.
La fuerza de la alianza opositora está, precisamente, en ser una alianza
Pero el éxito en el Estado de México —no hablo de la victoria: sería suficiente con una derrota digna— me parece que acabaría con la alianza PRI, PAN, PRD.
En el panismo ya empezaron los golpes bajos en la contienda por una candidatura que, hoy por hoy, no cuenta con posibilidades de triunfo en 2024.
Ahí están las descalificaciones vulgares de Lilly Téllez a Santiago Creel, que van a dividir a un partido en el que normalmente se respetan los buenos modales.
Si en el PAN el diputado Creel le ganara la candidatura a la senadora Téllez, esta mujer, explisova como es, haría un gran berrinche y se iría a otro partido, quizá a Movimiento Ciudadano, donde Dante Delgado admite a quien sea.
En el PRI ya se prepara para agandallar la candidatura el impresentable dirigente Alejandro Alito Moreno, quien si se lo propusiera —y luce decidido a hacerlo— marginaría con facilidad a dos priistas que encabezan las encuestas, Beatriz Paredes y Enrique de la Madrid.
Tal abuso de Alito dividiría al PRI, lo que motivaría la renuncia al partido de militantes históricos como Manlio Fabio Beltrones.
Si ahora mismo, sin posibilidades de pelear por la presidencia en 2024, ya están divididos el PRI y el PAN, imaginemos el conflicto en ambos institutos políticos —y en la relación entre ellos— si consiguieran un resultado aceptable en Edomex que incrementara sus posibilidades de triunfo en la contienda presidencial.
¿Permitiría Alito que Creel fuera el candidato de la alianza? ¡¡¡Por ningún motivo!!! Y, por supuesto, Santiago Creel jamás consideraría éticamente admisible que un pillastre como Alejandro Moreno representara al panismo.
Ni hablar: con posibilidades de victoria para la alianza, tristemente no habría alianza.
¿El PRD apoyaría al PAN o al PRI? En una de esas, a ninguno, ya que su principal figura, Miguel Ángel Mancera, a veces da la impresión de que ya se vio en Palacio Nacional.
Recordemos que el pasado sexenio Mancera deliró con la idea de que podía llegar a ser presidente de México; ahora, sus renovados desvaríos podrían llevarlo a buscar la presidencia solo con el apoyo del PRD, que por cierto ya ni militantes tiene.
Aguas con la mafia de Sicilia, don Enrique Krauze
En su artículo de Reforma de hoy domingo Enrique Krauze dijo: “En la tierra de El padrino no se venera a los delincuentes sino a los jueces. La memoria de dos de ellos ha quedado grabada en la imaginación popular: se llamaban Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. En Palermo los niños peregrinan con sus maestros a la iglesia de Santo Domingo donde yacen sus restos. Los jueces no son sólo héroes civiles: son santos laicos”.
Con tales palabras —y muchas otras en su bien documentado texto publicado en el diario de la familia Junco—, el historiador Krauze obviamente decidió tomar partido en la disputa entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
No era su deseo, pero al demostrar que los jueces y las juezas sí combaten a la delincuencia en la tierra donde nació la mafia, Enrique Krauze ha apoyado a AMLO en su lucha contra el poder judicial.
Porque en México ministros y ministras de la corte suprema podrán ser paradigmas de la correcta aplicación de las leyes —hay excepciones, por supuesto que hay excepciones— , pero no es raro que jueces y juezas en nuestro país, locales y federales, terminen al servicio del crimen organizado. Negarlo es demagogia.
Ni siquiera quienes integran la Suprema Corte de Justicia de la Nación podrán refutar esta afirmación: en México, con demasiada frecuencia se libera a delincuentes que cometen terribles ilícitos, como el secuestro y el asesinato. Tristemente así son las cosas.
Normalmente jueces y juezas se justifican diciendo que la ley es la ley, que el ministerio público no presentó un caso sólido, que el criminal tenía excelentes abogados, etcétera. Nunca reconocen que liberaron maleantes por miedo o por dinero, o por las dos razones.
Más allá de los juzgados penales, en los tribunales civiles —locales y federales— se legalizan brutales robos cometidos por gente con poder económico o por abogados mañosos que andan a la caza de gente buena del sector empresarial a la que extorsionan con demandas absurdas que, por desgracia, son excesivamente tomadas en cuenta por juzgadores y juzgadoras que, en el mejor de los casos, se dejan embaucar por litigantes habilidosos, porque en el peor de los casos de plano se venden.
Invito a la ministra presidenta Norma Piña a contratar algunba casa encuestadora de prestigio: verá lo que opina la sociedad mexicana de sus jueces y juezas.
Lo cierto es que tanta podredumbre en los juzgados y tribunales locales y federales le dan credibilidad a las críticas durísimas de AMLO a la SCJN.
Krauze, sin duda, ha apoyado a Andrés Manuel al narrar que en Sicilia, cuna de la mafia, sí hay jueces y juezas que castigan, y no liberan, a delincuentes. Porque eso es algo que en México no ocurre, lamentablemente no. No en tantos lugares dominados por el narco.
Por ese motivo, en Sicilia la gente adora en las iglesias a los jueces Falcone y Borsellino; en México se reverencia al bandido Malverde, quizá porque habrá ayudado más a su comunidad que un poder judicial no solo lejano a la sociedad, sino que suele fallar cuando las personas honestas lo necesitan
Posdata.
Aprovecho la ocasión para pedirle a Enrique Krauze que aclare, en un próximo artículo o en redes sociales, si de verdad mafia es un acrónimo de ‘Morte Alla Francia, Italia Anela’ o. En español, ‘Muerte A Francia, Italia Añora’. Es una duda que siempre he tenido.