Un nuevo sismo sacudió a la Ciudad de México el pasado lunes 19 de septiembre. Como si se tratase de una mala broma, de un meme o de un presagio de mal gusto, la capital del país fue golpeada por un temblor de 7.6 grados. Al igual que en el año 2017, el fenómeno ocurrió apenas una hora después de que tuviesen lugar los simulacros anuales. Si bien el suceso no provocó afectaciones mayores, el sismo provocó el pánico -nuevamente- en millones de capitalinos.
Los mexicanos se preguntan si se trata de una coincidencia o si existe una razón que se escapa de la mira de los científicos. Estos últimos lo ven de una forma simple y clara. Según expresó la UNAM en su cuenta de twitter “la ocurrencia de tres sismos de magnitud superior a 7 en una misma fecha del año es una coincidencia. No existe una razón científica que lo explique o justifique”.
La intuición de los ciudadanos parece apuntar hacia otra dirección. Si bien la mayoría de los mexicanos de a pie no son hombres o mujeres dedicados a la ciencia, y mucho menos, especialistas en el estudio de fenómenos naturales, el sentido común nos indicaría que sismos recurrentes el 19 de septiembre responden a un fenómeno geológico que no ha sido estudiado profusamente.
En un sencillo ejercicio comparativo, pensemos en la vida extraterrestre fuera de nuestro Sistema Solar. Si bien ningún científico se aventuraría a asegurar que no existe vida inteligente fuera de nuestro sistema, tampoco son capaces de proveer evidencia que sugiera siquiera que sí exista. Se queda, al igual que en el caso del estudio de los sismos, limitado a omitir opiniones como “no existe evidencia que apunte hacia ese sentido, pero tampoco que vaya en sentido contrario”.
¿Será posible algún día predecir sismos, huracanes y otros fenómenos naturales en tiempo para que la gente evacúe edificios o desaloje playas? Quizá. Pero para ello, los científicos mexicanos requerirán de todos los fondos del Estado necesarios para profundizar en sus respectivas áreas de investigación. Sin embargo, huelga recordar, al presidente AMLO y a la 4T poco importa la investigación, por lo que, al menos en lo que queda de este sexenio, deberemos esperar sentados.
En conclusión, el sismo del pasado 19 de septiembre nos ha recordado a todos los límites de la ciencia. Para ello, el Estado mexicano, y muy particularmente, el gobierno federal y la Universidad Nacional Autónoma de México (institución de educación superior mexicana que lidera hoy en el área de la investigación científica) deben destinar mayores recursos públicos para la exploración. Con ello, los gobernantes contarán con la evidencia en mano que facilite la toma de decisiones en cada de una de las materias. México debe estar hoy y siempre en la frontera del conocimiento.