“Ni los golpes de un enfermo, ni las amenazas de un tonto deben temerse”.
DEMÓFILO
Hay mensajes cifrados y los hay directos. Lo que hizo López Obrador en su mañanera del miércoles fue enviar un mensaje directo a los dueños de las aerolíneas “mexicanas”: O van al AIFA o serán los culpables de que el mismo no despegue. A esta lógica le sigue la amenaza velada: lo pagarán muy caro.
Podrán decir que las cosas no tienen por qué ser así, pero ya conocemos que, por ningún motivo, bajo ninguna circunstancia, aceptará AMLO que se equivocó con el AIFA. Vaya, que dicho capricho, como buen capricho, fue un error.
Tan ocurre que, en lugar de tener al NAICM absorbiendo de inmediato las cerca de 1000 operaciones aéreas diarias del AICM (más 500 operaciones del propio aeropuerto de Texcoco), tenemos seis vuelos al día.
Sí, hoy el AIFA ofrece seis vuelos. Seis vuelos en operación al día en un aeropuerto recién construido no se puede considerar bajo ningún aspecto parte de una curva de “aclimatación”. Menos cuando en unas cuantas semanas ya se perdió uno: Aeroméxico recortó su vuelo Villahermosa-AIFA por falta de pasajeros (ni siquiera Andrés Manuel ha usado a Santa Lucía para asistir a su terruño).
De los vuelos internacionales que no se han dado, mejor no hablar. Ya para todos es conocido que mientras el país no recupere la categoría 1 de aeronavegación —cosa que no se ve ocurra dentro de los próximos meses— no tiene sentido ni siquiera considerar la posibilidad de rutas internacionales de y hacia el AIFA.
López Obrador la ha hecho de vendedor no pocas veces desde el atril presidencial. Ha tratado de vender el TP-01; vendió cachitos de lotería / de la rifa-no rifa de dicho avión y ahora les está “vendiendo” a Aeroméxico, a Viva Aerobús y a Volaris la idea de que amplíen sus rutas desde y hasta el AIFA.
De algo podemos estar seguros: si el AIFA no sale adelante (que no saldrá), el primer mandatario culpará a las líneas aéreas de este fracaso. No solo eso, con ello vendrán sanciones y presiones aún más fuertes para que se utilice el Felipe Ángeles.
Medidas que pueden desquiciar (más) al actual Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y al tráfico aéreo del altiplano central, en lugar de mejorarlo -lo cual supuestamente era el objetivo de Santa Lucía-. Conocemos el decreto presidencial por el cual ya no se concederán más posiciones a las aerolíneas en el AICM; también la negativa a dar adecuado mantenimiento este aeropuerto. Ello se ha traducido en la reducción de su capacidad a 900 operaciones al día.
El mal comerciante que tenemos por líder de la nación no sabe que para vender un producto o servicio, este debe ser útil y apetecible a los posibles compradores.
En el caso del aeropuerto Felipe Ángeles ¿cuáles son los argumentos comerciales?, ¿cómo promover algo inacabado, de cuyos faltantes depende que opere el AIFA razonablemente para hacerlo atractivo? Porque esa es la realidad del aeropuerto, las vías de comunicación no están terminadas, aún no hay un tren suburbano que comunique el AIFA con la Ciudad de México y el transporte público que puede acceder a Santa Lucía, es poco, malo y caro. El problema no radica en los horarios de los vuelos ni en la falta de oferta de estos. Yace en que los mexicanos no quieren ir a Santa Lucía.
La lógica económica es esta: la demanda por parte de pasajeros determina la oferta de las aerolíneas, nunca al revés. Obligar a estas a volar desde el AIFA solo redundará en costos imposibles de mantener para las mismas. Vuelos sin pasajeros es una pérdida de dinero para las compañías o también llamado subsidio de las líneas aéreas al Estado y a los consumidores.
El macuspano dice que le ha pedido al dueño de Aeroméxico que amplíe el número de vuelos de y hacia el AIFA. Ello es incorrecto. Quizá haya conversado con Eduardo Tricio, presidente de la línea aérea, pero esta —se sabe de sobra— no es de su propiedad. La compañía aérea tiene miles de accionistas y en estos momentos la prioridad de estos, sus verdaderos dueños, es salvar a Aeroméxico inmerso en un proceso de reestructuración. Por tanto, no se entiende como una buena opción perder dinero siendo una compañía atravesando serios problemas.
Idealmente, los aeropuertos, cuando se inauguran, deben de contar con un tráfico considerable de aviones; desde el primer día tener aterrizando y despegando al menos el 80% del tráfico aéreo que atenderá en los primeros seis meses. Ello evidentemente no sucede en el AIFA.
De antemano se sabía que el Felipe Ángeles no era buena opción. Tan fósil como los mamuts ahí encontrados, si bien esos animales en algún momento tuvieron vida propia.