El AIFA, paraestatal militar de esta administración, es una construcción icónica de la 4T que se origina a partir de una decisión ideológica fundacional, que simboliza el populismo del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

Algunos de los discursos y declaraciones de invitados en la inauguración de este aeropuerto me recordaron los años 70 y 80 del siglo pasado en el país, donde todo giraba alrededor de la demagogia, creación de expectativas y alabanza a la figura presidencial.

La construcción de este aeropuerto, en términos de transparencia, representa la opacidad con la que opera la 4T. Según datos de MCCI (Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad), 3 de cada 4 pesos que se gastaron en su edificación están en la opacidad. De los contratos que revisó dicha asociación civil, el 77 por ciento se asignó por invitación restringida a proveedores elegidos por los mandos militares y el 23 por ciento por asignación directa. Esta obra fue construida, de facto, con base en el espíritu del llamado “decretazo” de AMLO, que facultaba a todas las agencias federales para aprobar de forma automática cualquier obra pública de su gobierno.

Si bien según lo señala el responsable de su construcción, el General Gustavo Vallejo, el AIFA es una obra de infraestructura que se construyó en tiempo, y con el uso más eficiente que se le pudo dar a los recursos que se le asignaron, esta se inauguró parcialmente terminada, y en condiciones mínimas de operación; además de que presenta graves deficiencias para su funcionalidad efectiva, como la falta de vías de comunicación terrestre para su acceso, y carece de condiciones de operatividad con el “sistema aeroportuario metropolitano” con base en el cual se proyectó y que, al día de hoy, está muy lejos de ser una realidad.

También, hay serias dudas sobre la viabilidad financiera de su operación y el costo que pueda representar para el erario federal. El general Isidoro Pastor, director general del AIFA, reconoció que este aeropuerto requerirá de subsidios del gobierno federal por lo menos hasta 2026, y manifestó que recibió un subsidio de 420 millones de pesos para pagar a empleados y otros gastos operativos. Para que el AIFA genere ganancias para recuperar el monto invertido podrían pasar décadas. Es una obra con cargo 100% al presupuesto federal (su costo es pagado por todos los mexicanos), ya que no hay inversión privada.

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En su discurso, Claudia Sheinbaum mencionó que el AIFA “antepone el bienestar del pueblo a los negocios privados”. Obviamente, cuando brevemente hace referencia a costos, omite mencionar que a los de la construcción del AIFA hay que sumar los costos que significó cancelar el proyecto de Texcoco. Se calcula que el AIFA tuvo un costo de construcción de alrededor de 100 mil millones de pesos, aunados a los de casi 332 mil millones de pesos (datos definitivos de la ASF) que se gastó el erario federal para cancelar Texcoco. Es decir, una cantidad que le hubiera permitido al Gobierno construir por lo menos 3 aeropuertos como el Felipe Ángeles, y no se diga escuelas y hospitales bien equipados. Cabe agregar que este costo de cancelación podría aumentar pues está pendiente la liquidación de un gran porcentaje de los bonos emitidos para financiar el proyecto del NAIM, además de que aún hay juicios y demandas en proceso.

En sus discursos, Alfredo del Mazo y Omar Fayad reposicionaron el más puro estilo demagógico de los discursos políticos del pasado al dedicarse a elogiar, incondicionalmente, la figura del presidente López Obrador y su llamado “proyecto de transformación”. Perdieron una gran oportunidad como representantes de un partido de “oposición”, de solicitar en nombre de la ciudadanía, que el AIFA cumpla con puntualidad con todas las obras de comunicación prometidas y, sobre todo, pedir que la seguridad sea el factor determinante en toda decisión que se tome.

¿No conocen el señor Fayad y Del Mazo el dictamen técnico de especialistas de la aviación que señalan que, aunque en ingeniería “casi todo es posible”, el proyecto de operar simultáneamente el AICM y el AIFA implica restricciones técnicas que lo hacen “inapropiado”, por decir lo menos, y que el espacio aéreo es incompatible por lo que no pueden operar a máxima capacidad al mismo tiempo, sino que tienen que dar preferencia a uno y demorar los aviones en el otro, si en verdad se quiere privilegiar la seguridad de la población?

En mi opinión, esta obra insignia de la 4T es un símbolo de populismo envuelto en promesas que parecen irresponsables por la serie de obstáculos existentes para que pueda cumplir con la operatividad y viabilidad ofrecidas, al menos en el corto y mediano plazo (operar como aeropuerto internacional, con alta seguridad, dentro de un sistema aeroportuario simultáneo y de fácil acceso, que reduzca la saturación del AICM).

Lamentablemente, el AIFA al día de hoy se ve muy lejos de poder promover la competitividad y crecimiento que México necesita. No puede crearse verdadero bienestar para la población de un país a partir de obras que no generen valor sostenido, y que representen mayores costos que beneficios. Hay mucho trabajo por delante, para cumplir cabalmente.