I. Formación y gestación

Esencialmente, Claudia Sheinbaum es las tres cosas: política, científica y artista; tal vez en orden cronológico invertido. De niña y adolescente aprendió música, aprendió a tocar instrumentos (percusiones y guitarra al menos), y practicó el canto popular alternativo; también desarrolló por varios lustros la danza neoclásica y la disciplina que ello implica. De joven estudió ciencias hasta doctorarse. Desde joven y hasta la actualidad, su participación política comprometida con los mejores valores democráticos es pública y constatable. Se ejercitó en el deporte, incluso.

Pudo haber sido una artista de música alternativa de manera profesional; o bailarina neoclásica o de danza contemporánea, pero eligió la ciencia que ha ejercido profesionalmente como investigadora y académica. Simultáneamente, llevada por la convicción personal y la educación familiar enraizada en la izquierda (sus padres participaron en el movimiento del 68′), fue desarrollando la vocación política al punto de que está a muy poco tiempo de convertirse en presidente de la república, la primera mujer en ese posición.

Cuando López Obrador –con quien Claudia ha transcurrido su caminar político por varios lustros, aun décadas- todavía militaba en el PRI, Sheinbaum participaba como joven estudiante activista, tanto a nivel bachillerato como en la universidad. El Consejo Estudiantil Universitario (CEU) fue la organización política universitaria que en 1987 se opuso a las tentativas de privatización en la UNAM. El CEU marchó, arengó, respondió con razonamientos, debatió y finalmente fue a la huelga (fuimos, porque yo estuve ahí, recién iniciaba mis estudios; aunque Claudia es un poco mayor, somos de la misma generación).

Lo anterior se tiene que registrar como respuesta a quienes cuestionan su filiación política. De hecho, gran parte del CEU (parte se corrompió, como suele suceder) apoyó, votó, marchó a/por/con Cuauhtémoc Cárdenas desde 1988. Hasta que apareció López Obrador, que desde 1988 al 2000 fue forjando y legitimando su liderazgo dentro de la izquierda electoral. Al ganar la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, invitó a Claudia Sheinbaum como secretaria de Medio Ambiente de la ciudad: política y ciencia en una persona.

Fotografía compartida por Claudia recientemente; ciencia y activismo político en acción: “Les comparto esta foto de 1991, cuando estuve en California en una estancia académica, y junto con varias compañeras y compañeros protestamos durante una visita de Carlos Salinas reclamando democracia para México y un comercio justo entre Estados Unidos y nuestro país”.

II. El asunto visto desde Max Weber

La información anterior pudiera procesarse a partir de Max Weber y su teorización sobre las vocaciones del científico y el político, realizada en dos célebres conferencias en la Universidad de Múnich en 1917 y 1919, respectivamente. “La ciencia como vocación” y “La política como vocación”, reunidas posteriormente como El político y el científico, aparte de las definiciones sobre las condiciones de ambas profesiones, es una especie de guía para quienes quieran dedicar su vida a ambas profesiones con vocación y ética. Se refiere a dos profesiones distintas que el sociólogo propone no mezclar.

Las columnas más leídas de hoy

En el caso de Sheinbaum, se da una feliz imbricación de ambas. Y por si fuera poco, el añadido de la formación artística de juventud agrega mayor humanismo a su figura. Ya he hablado de este elemento fundamental en “Claudia Sheinbaum: tocar y bailar, dejar el corazón en cada movimiento”.

El concepto de Weber sobre política es muy claro y vigente: “Por política entenderemos solamente la dirección o la influencia sobre la dirección de una asociación política, es decir, en nuestro tiempo, de un Estado”. Y en ello, el político juega un papel fundamental. Como el desempeñado López Obrador en el proceso de cambio.

Ahora bien, en el momento de transición que significa la sustitución de AMLO por Sheinbaum como cabeza del movimiento de transformación, hay que observar otra condición propuesta por Weber para gobernar con legitimidad al Estado. Se trata de elegir no a quien ambiciona al poder por el poder sino a quien ve en la política como el instrumento para alcanzar ideales no egoístas. Ese debiera ser el propósito mayor de quien se incorpore como político al proceso de la llamada Cuarta Transformación iniciada por AMLO y millones de mexicanos que lo llevaron al poder y lo apoyan hasta el día de hoy: no la ambición personal sino el interés de la colectividad.

Claudia en la acción política con AMLO

III. Ahora, visto desde Antonio Gramsci

La misma información en torno a Sheinbaum se puede procesar también desde la perspectiva del intelectual orgánico que procura el poder y lo alcanza. El intelectual orgánico no es una figura corrupta -como plantea usualmente López Obrador- a menos que lo sea. De acuerdo a la teorización de Antonio Gramsci, intelectual es prácticamente todo aquel que utilice sus ideas. Profesionalmente, se refiere a todo pensador, activista, escritor, incluso artista, que dentro de un grupo determinado –partido político, sindicato, asociación civil, etcétera- procure el poder de cualquier organización incluso el control del Estado.

Es decir, los artistas y escritores que legitimaron los años del neoliberalismo mexicano (de Miguel de la Madrid a Enrique Peña) fueron intelectuales orgánicos de esos gobiernos y de ese sistema. Sí, Enrique Krauze, Héctor Aguilar, Jorge Castañeda, periodistas y artistas beneficiados, todos ellos. Pero también son intelectuales orgánicos el propio López Obrador y Sheinbaum Pardo. Intelectuales del movimiento de la izquierda electoral y de Morena (antes del PRD). Y han llegado al poder. Y sus legitimadores, los que reproducen o “enriquecen” los planteamientos teóricos y los programas del movimiento son asimismo intelectuales orgánicos: “El Fisgón”, Taibo Segundo, Jenaro Villamil, Pablo Gómez, etcétera (a García Vilchis dejémosla sólo como entidad orgánica, por favor).

El discurso, los planteamientos del Programa Alternativo de Nación han llegado al poder desde hace 5 años. En ese contexto, López Obrador ha entregado el “Bastón de Mando” de ese movimiento a Claudia Sheinbaum. Corresponderá a esta encabezar, proseguir, profundizar el movimiento y su programa, prolongarlo en beneficio de la mayoría de los mexicanos en la lucha por instaurar un Estado verdaderamente democrático y hacerlo valer. Lo que nunca se creyó alcanzar en tiempos de la hegemonía del PRI y la “alternancia” fracasada y corrupta (más corrupta que el PRI) del PAN. Esa alianza siniestra que se llama PRIAN.

El mejor perfil de la izquierda electoral en este momento es sin duda Claudia Sheinbaum Pardo –ya lo hemos visto en otras entregas-, la científica, la política, la artista. En esa integración consiste el arte de Claudia.

P.d. Este video no lo he compartido sino hasta ahora. Mientras Claudia toca su pequeña guitarra (seguro tiene su nombre técnico respectivo) cuando niña, Sheinbaum habla del arte y la cultura como un derecho:

Claudia Sheinbaum y AMLO

Héctor Palacio: @NietzscheAristo