“Creí que de la vida

Lo peor, lo más negro, era la muerte;

Pero he probado tantas amarguras

Y penas tan crueles;

De tal modo el dolor y el desengaño

Me han perseguido siempre,

Que he llegado a pensar que de esta vida

Lo mejor es la muerte.”

JOSÉ TOMÁS DE CUÉLLAR

“En ocasiones, la supervivencia está en no conseguir más poder, si no en rechazarlo, alejarlo de ti tantas veces como te lo ofrezcan.”

SANTIAGO POSTEGUILLO

Yevgeny Prigozhin no es el primero. Muchos de los enemigos del dictador Ruso, Vladimir Putin, han sido eliminados. Algunos envenenados con Polonio 210, otros ahorcados, acribillados o muertos en extraños accidentes. Hay un común denominador detrás de los asesinatos: haber hecho enojar al tirano. Enemigos políticos, sí; periodistas, también. Y empresarios, espías, activistas; la lista de quienes de las maneras más bizarras dejaron de ser una “molestia” para Putin es larga.

Hace poco más de dos meses, el líder del mercenario Grupo Wagner marchó contra el Kremlin. Frenó el avance de su ofensiva cuando se encontraba a 200 kms de Moscú, sede del poder ruso. ¿Por qué se detuvo? Existen muchas teorías al respecto (comenté algunas en este mismo espacio entonces). En ese momento algunos afirmamos que los días de Prigozhin estaban contados.

Hoy todo indica el líder de esa milicia ha muerto, que el mandatario ruso se ha desecho de él, si bien no faltan las voces que afirman que de seguro reaparecerá vivo en algún momento (quizá esté escondido en algún lugar de África), que su fuga es un señuelo —pactada o no con Putin, esa es otra historia— pues el Grupo Wagner de todas maneras ya estaba aniquilado.

Estimo que, para fines prácticos, da lo mismo; muerto, escondido, encarcelado.

Y si bien estoy lejos de defender a un sádico asesino como Prigozhin, quien encumbró al propio Putin, es importante notar que en sistemas autocráticos los contrincantes del régimen establecido y de sus dirigentes suelen desaparecer. El tirano no permite que nadie ose mostrar sus errores, dejando al descubierto su medianía, y menos todavía que los confronten o que le disputen el poder. El nivel de intolerancia y de aversión a la frustración no se determina de un día para otro, sino que se va incrementando poco a poco.

Las columnas más leídas de hoy

Las autoridades rusas reportan que hay tres líneas de investigación por cuanto al accidente de la aeronave en la que al parecer viajaba Prigozhin: una falla de pilotaje, un problema técnico o una “posible intervención exterior”…

Para el asesor presidencial de Ucrania, Mijail Podoliak, no cabe duda: Prigozhin fue liquidado por órdenes de Putin; versión respaldada por Jodorkovski, exmagnate petrolero ruso que Putin encarceló 10 años (después de quitarle toda su fortuna). De cierta manera también coincide con Joe Biden quien, cuando le preguntaron si pensaba si el presidente ruso estaba detrás del accidente, contestó: “no hay mucho de lo que sucede en Rusia de lo que Putin no esté detrás de ello, pero tampoco conozco lo suficiente para conocer”.

Más allá de “cría fama y échate a dormir”, Putin ha demostrado una y otra vez, mismo en sus momentos de mayor debilidad política, que no está dispuesto a soltar el poder bajo ninguna circunstancia. Nunca acusa recibo de un golpe; estos los minimiza o los devuelve a quienes lo señalan, llamándoles traidores y interesados en querer lastimarlo.

Los autócratas en el fondo no pueden perdonar un deslealtad (o supuesta deslealtad) porque parte de su poder radica en el miedo que logran sembrar en opositores. Y son capaces de pactos terribles para mantenerse el control. Putin creó a Prigozhin y pactó con él y su grupo de mercenarios ante la debilidad del ejército ruso; cuando su ex aliado le dio la espalda, Putin acudió a los militares —a quienes antes mandaba atacar por vía del miliciano— para mantenerse en el poder, otorgándoles canonjías, negocios y responsabilidades diversas.

Cuando Prigozhin marchó hacia la capital moscovita, muchos pensaron que los días de Putin estaban contados. Hoy Putin anuncia que buscará reelegirse nuevamente en marzo del 2024. Y en ese sentido, con la muerte del ex vendedor de hot dogs, Yevgeny, muchos no saben si Vladimir ha recuperado todo el poder o es un aviso para que sus opositores intenten aglutinarse en torno a un solo candidato que logre enfrentarlo (si bien eso será muy complicado dado que los gobernadores de las 46 provincias rusas, responsables de las elecciones, son controlados por Putin…).

¿Quién vencerá finalmente al mandatario ruso? ¿Los militares maltratados? ¿Los miembros del otrora poderoso Grupo Wagner? ¿La población por vía de las urnas? Yo apuesto que será solo su propia muerte la que le arrebate el poder a tan lamentable gobernante.