El presidente AMLO reivindica constantemente la memoria de Benito Juárez. Según nos dice el actual jefe del Estado mexicano, el Benemérito de las Américas inspira su quehacer, motiva sus preocupaciones y le sirve como faro para la consecución de su autoproclamada cuarta transformación.
En perspectiva histórica, Benito Juárez no ha estado exento de controversias. Si bien representa un anhelo alcanzado tras haber sido el primer indígena oaxaqueño en haber ejercido la presidencia de México y de la Suprema Corte, algunos actos cometidos durante su gobierno han puesto en tela de juicio su papel en la historia de nuestro país.
¿Qué le debe México a Benito Juárez? En primer lugar, Juárez representa el movimiento liberal del siglo XIX; aquel que buscó desterrar el conservadurismo representado por político como Félix Zuloaga o Miguel Miramón e intelectuales de prestigio como el gran Lucas Alamán. En este contexto, “Juárez, su Obra y su Tiempo”, del historiador Justo Sierra, ofrece un espléndido retrato de la pléyade de hombres del XIX y lo que significaron para el desarrollo y difusión de las ideas liberales.
Más tarde, Juárez alcanzaría el cenit de su prestigio tras la defensa de México ante el ejército intervencionista francés. Con el apoyo de las armas estadounidenses, el oaxaqueño combatió junto a otros personajes destacados ,como Ignacio Zaragoza y Porfirio Díaz, a los franceses, sufriendo grandes bajas en sus filas. No sería entonces hasta la retirada de las tropas, por orden del emperador Napoleón III, que el gobierno de Juárez se reestablecería nuevamente en la Ciudad de México.
En mi opinión, el principal legado de Juárez a México fue el restablecimiento del Estado tras la intervención francesa. Por primera vez en la historia de nuestro país, se alcanzaba, luego de largas décadas de inestabilidad provocadas por intervenciones extranjeras, una relativa gobernabilidad. Eso fue lo que hizo Juárez: sentó las bases para la edificación del Estado mexicano, en medio de múltiples condiciones adversas.
Sin embargo, el gobierno de Juárez también fue empañado por eventos de su tiempo. El lector recordará que el presidente, en medio de la búsqueda del reconocimiento por parte de los Estados Unidos, suscribió con ese país el Tratado McLane-Ocampo, el cual otorgaría al vecino del norte la perpetuidad del tránsito por el Istmo de Tehuantepec. Como es bien conocido, el Tratado fue rechazado por el Senado estadounidense.
Historiadores han especulado en torno a las hipotéticas consecuencias de la entrada en vigor del Tratado. Muchos coinciden, empero, que hubiese provocado la pérdida de la soberanía nacional y de la integridad territorial en manos de los Estados Unidos. McLane Ocampo ha sido pues la principal arma de debate de los historiadores conservadores contra los apologistas de Benito Juárez.
En suma, como todo personaje histórico, Benito Juárez representa un símbolo de la historia de México. AMLO, como he señalado, le reivindica en sus discursos, en sus cartas y en sus diatribas contra sus opositores, quizá omitiendo voluntariamente que el oaxaqueño propugnó la completa separación del Estado con la Iglesia, así como la supresión de cualquier alusión religiosa.
Hoy México conmemora el natalicio del Benemérito. Sin embargo, la figura de Juárez debe servir como instrumento para la unidad nacional. No vale más la utilización de su nombre para sembrar la discordia entre los mexicanos.