IRREVERENTE

Les platico:

Había una vez dos que vivían en una casa como para diez.

“Para qué queremos una casa tan grande si solo somos tú y yo?”, le preguntaba el hombre de mediana edad a su esposa, un tanto más joven pero de la misma “rodada”.

Preguntas iban de uno y respuestas venían de la otra mientras la casa aquella iba tomando forma.

Llegó el día en que finalmente se mudaron y aparecieron los primeros visitantes.

Había dos grandes boilers que calentaban -uno- el agua para el ala poniente y el otro para la del oriente.

Solo encendían uno porque como buenos regios, cuidaban el recurso y el gas butano estaba bien caro.

Cierto día ella se fue de viaje a visitar a sus papás que vivían en otra ciudad.

Pero resultó que antes de su regreso, el hijo mayor había anunciado su visita. Vivía en otro país.

Cada media hora, ella le mandaba mensajes a su marido para que no se le fuera a olvidar prender el boiler del ala oriente, donde estaban las habitaciones de los visitantes.

El mero día de la llegada de la cría materna, hasta le envió un videíto con instrucciones para que no batallara con el encendido del boiler.

Y llegó la cría y se bañó deliciosamente con el agua que calentaba el boiler que su papastro había prendido para él.

¿Y?

Por esta pregunta de una sola letra que el marido había escrito en el FB de un amigo viejo y lejano de su esposa, los dos dejaron de dirigirse la palabra.

Ella decía que era familia, pero no es cierto, no lo eran. Si acaso, paisanos, pero familia no.

El tipo aquel hacía músculo en un gym y se tomaba chingos de fotos a sí mismo.

Se había ofendido por esa pregunta de una sola letra que apareció de pronto en su muro de FB, al lado de un video donde subía a pulso unas escaleras, suspendido en el aire.

Cuando le respondió al marido que la familia se había enterado por su “ofensa” y que estaban bien encabronados, el autor de la pregunta de una sola letra volvió a a la carga:

¿Y?

El mamón mamado se enfureció y lo llenó de insultos de todos los calibres y de muchísimas letras.

El marido esperaba que su esposa fuera solidaria y lo apoyara por tan ingeniosa, inicua e inocua forma de hacer que un despoblado mental perdiera los estribos a causa de una sola letra.

Pero la cosa salió al revés:

Al mismo tiempo que el de las selfies lo bloqueó de sus redes, ella hizo lo propio con las suyas, pero no contra el mamón mamado, sino contra su marido.

En consecuencia, ambos dejaron de hablarse.

Para no perturbarla, buena onda como era él se “mudó” temporalmente al cuarto de visitas del ala oriente.

Y como apenas se fue su hijastro ella apagó el segundo boiler, el marido se bañaba todos los días con agua fría.

No era propiamente un “handy man” como los buenos esposos.

Tenía otras “gracias” pero en ellas no estaba incluido andar encendiendo boilers.

Ella lo sabía y a pesar de que su marido se duchaba con agua fría, nada hizo para encender el boiler.

Colofón:

No solo la sangre manda en casos como éste; también mandan -sobre el matrimonio- las viejas amistades, aunque sean lejanas y no sean familia. Triste pero cierto es.

Cajón de sastre:

  • Había una vez una mujer que de todo se quejaba, pero no se corregía porque nunca aceptaba que era así.
  • Un día que acompañaba a su marido en la calesa de la casa, la yegua que tiraba del carruaje reparaba y hacía cabriolas cada que pasaban por un hoyo en el camino.
  • Por más que el marido tiraba de la rienda, la yegua no daba tregua en sus reparos. Así, con reparos y relinchos se quejan los equinos. Como no saben hablar…
  • A cada jalón de rienda que el marido le daba, profería en voz alta una sola palabra: “Uno…”
  • Como la yegua seguía reparando, el patrón soltó otra: “Dos…”
  • Y como las quejumbres, reparos, relinchos y cabriolas seguían, al momento de decir “tres”, el marido sacó la pistola y de un tiro mató a la yegua.
  • De regreso a la casa, mientras caminaban sacándole la vuelta a los hoyos del camino, la mujer le gritaba que era un bruto, un animal, que cómo se le había ocurrido hacer eso, que esto y l’otro. ¡No paraba!
  • Entonces, el marido detuvo su andar; volteó a verla y con una expresión propia del infinito amor que le tenía, le dijo suave y delicadamente una sola palabra: “Uno…”
  • Mañana, cambio completo de programa, sin faltar el Incomparable Iván; la Infame e Infumable Ramle y los desabridos gansitos rellenos de nada: la Ardiente, Ardorosa y Metiche Lady Rabietas Cochinilla -perdón- Cachanilla, con su inigualable, infaltable e inflable patiño, el Inquisidor Beto Hogueras Fogatitas y la insostenible Irene, nueva adquisición de este clan de chaleros -perdón otra vez- chateros.
  • Que tenga ustedes hoy un plácido domingo.