Jamás he tenido en mis manos un libro de Hegel, pero como lo mencionan algunos autores que sí he leído, conozco ciertos conceptos hegelianos. Uno de ellos, la dialéctica del amo y del esclavo. Otro, su famosa frase “el buho de Minerva recién alza su vuelo en el ocaso”.

El búho era el ave que acompañaba a Minerva, diosa virgen de la sabiduría, la civilización, la ciencia y la justicia. Hegel la mencionó en sus Principios de la filosofía del derecho en un párrafo del prefacio del que destaco dos ideas: (i) para enseñar cómo debe ser el mundo, “la filosofía llega siempre tarde”, y (ii) el pensamiento “aparece en el tiempo solo después que la realidad ha consumado su proceso de formación y se halla ya lista y terminada”.

Marlene Sewer, de la Universidad de Salamanca, explica lo anterior haciendo referencia a la juventud y a la vejez: cuando somos jóvenes “vivimos con cierta despreocupación”, pero al envejecer contemplamos la realidad de forma tan especial que “las superficialidades desaparecen”.

En un diario de Ecuador, Adrián Santiago Pérez Salazar utilizó la frase de Hegel para explicar el fin de los diez años de gobierno de Rafael Correa: “Solo se llega a entender una era o momento histórico una vez que este ha concluido... Los eventos históricos y las causas que llevaron a ellos solo se vuelven transparentes al final en una retrospectiva informada”.

Hegel creció en la época del “glorioso amanecer” de la Revolución francesa. La radical transformación le llevó a entender que el principal impulso de la historia es “el espíritu tomando conciencia de su propia libertad”.

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El verdadero progreso tiene que ver con cada vez más libertad. En la antigüedad, ha dicho Jesús Merino analizando el pensamiento de Hegel, “solo el gobernante sumamente poderoso experimentaba libertad”. Entonces, “la gente común no era siquiera consciente de la idea de libertad”. Hubo avance en Grecia y Roma, “más conscientes de la libertad que las culturas precedentes”. Pero griegos y romanos tenían esclavos.

De ahí surge la idea de Hegel de la dialéctica entre el amo y el esclavo, desarrollada en su Fenomenología del espíritu: “El amo quiere ser reconocido como un individuo autoconsciente y necesita al esclavo para conseguirlo, sin admitir que este esclavo también merece reconocimiento. Esta relación desigual conduce a una lucha en la que uno ha de morir. Esto es contraproducente y, finalmente, el amo y el esclavo terminan reconociendo que se necesitan mutuamente y que han de respetar la libertad del otro”.

Una interpretación interesante de la dialéctica del amo y el esclavo la encontré en un texto de Oriol Cobacho, “La dialéctica lacaniana del amo y el esclavo” presentado en 2012 en un congreso freudiano:

  • El psicoanalista Jacques Lacan reflexionó sobre esto después después de asistir a un seminario sobre Hegel.
  • “La dominación y la servidumbre son el resultado de un movimiento duplicado de reconocimiento entre dos autoconciencias”.
  • “Una primera autoconciencia empieza siendo igual a sí misma gracias a que de ella queda excluida todo otro”.
  • “La primera acción antropógena se da en forma de lucha: dos seres que para creerse hombres (y mujeres, lógicamente) deben imponer al otro un reconocimiento”.
  • “Para que uno pueda hacerse reconocer deberá comprender que el otro también… está dispuesto a arriesgarse en una lucha a muerte”.
  • “Está obligado a eliminar al otro para no ser aniquilado él mismo”.
  • Pero “cae en la cuenta de que de nada le sirve matar al adversario pues no es el reconocimiento de una entidad por completo inerte lo que anhela”.
  • “Algo importante y significativo debe ser conservado en vistas de dicho reconocimiento, por lo que la supresión ha de ser dialéctica, es decir, dejarle la vida y la conciencia y destruir sólo su autonomía. Dicho de otro modo, debe someterlo”.
  • “Por esta experiencia se establecen: de un lado una autoconciencia pura, el amo, el vencedor de la lucha, y por el otro el esclavo, el adversario vencido”.
  • La persona derrotada “ha aceptado la vida elegida por otro”.
  • Para Lacan, el esclavo se somete “gustosamente a la crueldad del amo para poder ejercitar libremente la virtud”.

La democracia soluciona el problema del amo y el esclavo de una manera menos cruel

En la contienda democrática no hay amos ni esclavos, pero sí partidos que ganan y partidos que pierden. La razón no ha diseñado una mejor organización de la sociedad.

Una sociedad correctamente organizada según los principios de la razón necesita de la participación de todos y todas sus integrantes. Entre quienes ganaron y quienes perdieron la colaboración se da mediante el diálogo, que necesariamente debe partir del reconocimiento del grupo derrotado de que se hará en última instancia lo que decida el grupo victorioso.

A las personas que fueron superadas en las urnas solo les queda la opción de convencer a quienes triunfaron. Y solo si los argumentos de las opciones perdedoras son convincentes, la opción ganadora los tomará en cuenta.

A juzgar por sus comentarios de ayer viernes, al presidente López Obrador, uno de los grandes ganadores del pasado 2 de junio, convencieron las tesis de ministros y ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación expresadas en reunión con el poder legislativo. La otra gran ganadora de la jornada electoral de 2024, la presidenta electa Sheinbaum, ya se había manifestado por ajustar la iniciativa de reforma del poder judicial en función de las necesidades de la judicatura y en la lógica de la abogacía.

Cito a Andrés Manuel López Obrador:

  • “Celebro que estén participando los ministros de la corte, los integrantes del Consejo de la Judicatura, también magistrados, y que estén dialogando, debatiendo el tema”.
  • “Celebro que estén aceptando que hace falta la reforma en el poder judicial”.
  • “Ahora, los cómo, las formas, pues con el diálogo se puede llegar a acuerdos”.
  • “Ya están aceptando que se elijan los jueces, los magistrados, los ministros; ya están aceptando que sea el pueblo el que los elija”.
  • Lo que sigue “son los procedimientos, o sea, que pueden llegar a un entendimiento en el poder legislativo, en el Congreso, de cómo se lleva a cabo la elección, cómo se elabora la convocatoria, los tiempos, quiénes podrían participar, los requisitos; que se logre un consenso”.
  • Pero sin “aplicar táctica dilatoria”.
  • “Nada más es cosa de tiempo”, que por cuestiones de gasto “no se esté haciendo una elección cada seis meses”.

El presidente López Obrador al fin habló de “consenso”. Lo hizo este ganador después de que el grupo más importante entre los derrotados admitió la inevitabilidad de la reforma del poder judicial. En efecto, ministros y ministras de la SCJN aceptaron participar en la construcción de su propio patíbulo. Así lo dije ayer, y quizá fue sádica tal expresión. Pero, más allá de eso, exhibieron tanta dignidad quienes todavía integran la corte suprema que convencieron de que la reforma debe ser ajustada.

Lo dijo el presidente: “Los procedimientos... cómo se lleva a cabo la elección, cómo se elabora la convocatoria, los tiempos, quiénes podrían participar, los requisitos; que se logre un consenso”.

Una idea ya aceptada es que la reforma se aplique de manera gradual. Esto es, si se cambiará todo el poder judicial, que no se vaya la totalidad de las personas juzgadoras al mismo tiempo. Pienso que se debe implementar la reforma en dos partes. Sin tácticas dilatorias puede lograrse un consenso sensato para no organizar elecciones costosas ni cada seis meses ni, tampoco, un año después del enorme proceso electoral de 2024.

Digamos que personas juzgadoras de la mitad del poder judicial —la mitad de la SCJN y del resto de los tribunales— se retiren en 2027 y sus reemplazos se elijan en el proceso electoral federal de ese año. Y la otra mitad en las elecciones de 2030.

Aceptada la reforma por quienes ganaron y quienes perdieron, no debe haber prisa en la puesta en práctica de los cambios. No hay necesidad de apresurar una elección nacional cuando lo conveniente es aprovechar los procesos electorales ya programados.

¿Cuál podría ser el criterio para el retiro de la primera mitad de las personas juzgadoras? La antigüedad en los cargos me parece el más razonable. Esto es, que se vayan primero quienes más tiempo tienen en la judicatura y después el resto.

En el caso de la corte suprema, dos ministros terminarán sus periodos antes de la elección de 2027: Luis María Aguilar Morales, en 2024, y Jorge Mario Pardo Rebolledo, en 2026. No habría que buscarles sustitutos de inmediato porque la reforma propone disminuir el número de ministros: con no reemplazarles o dejar transitoriamente secretarios en lugar de ellos bastaría; con creatividad todo es posible.

Del resto, a cuatro les tocaría irse en 2027 para ser reemplazados por ministros y ministras a quienes se elija en las urnas: Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, Alberto Gelacio Pérez Dayan, Norma Lucía Piña Hernández y Javier Laynez Potisek.

En las elecciones de 2030 dejarían la SCJN cinco juristas: Lenia Batres Guadarrama, Loretta Ortiz Ahlf, Ana Margarita Ríos Farjat, Yasmín Esquivel Mossa y Juan Luis González Alcántara Carrancá.

Si todos estamos de acuerdo en la inevitabilidad de la reforma del poder judicial, hagámosla posible en los términos y en los tiempos más sensatos. Entendí el viernes que esa es la nueva posición del presidente AMLO, satisfecho por el democrático gesto de ministros y ministras de haber participado en un diálogo que en principio no les favorecía y en el que solo hubo alguien sin generosidad para hablar de la SCJN, su expresidente Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, quien antes defendía tesis opuestas a las que hoy propone.

Está bien que la política deba ser chimoltrufia, pero no hay que abusar con eso de así como digo una cosa digo la contraria. Ni doña María Expropiación Petronila Lascuráin y Torquemada de Botija, alias la Chimoltrufia llegaba a los extremos de don Arturo.