Este mes, mes de las lunas más hermosas, es un mes que durante muchos años me ha venido marcando. Es más, me marcó desde hace 49 años, pues este mes, octubre, es el mes que marcó mi nacimiento, pero también en un mes como este nació y falleció mi padre, y un mes como este me recuerda, año con año, que hace 20 me diagnosticaron cáncer de mama, a los 29 años. Cuando empezaba a tomar la vida en mis manos, llena de proyectos y sueños, próxima a casarme… Llegó a mi seno izquierdo un tumor que en un principio se diagnosticó como benigno, para luego ser maligno.
Corría el año 2003. Fue un enero… Para marzo del mismo año mi única y amada hermana también era diagnosticada con cáncer de mama.
Dos hermanas que se miraban entre ellas asustadas y sorprendidas por la vida. El cáncer había tomado nuestros cuerpos y había que luchar contra él.
Cuando todo parecía haber acabado, una recaída me atrapaba de nuevo. No había más opción que creer que sobreviviría.
La fe fue mi único recurso.
Y después vinieron dos embarazos milagrosos, inexplicables médicamente hablando, y que hoy tienen 14 y 16 años.
Una pesadilla que creía terminada y apenas empezaba pues mi hermana tenía alojado ahora otro tumor en el riñón, luego en el pulmón, después en el cerebro…
Ella ya no quiso quimioterapias ni nada más. Quiso vivir y lo hizo intensamente todos los días hasta el fin. Murió en casa, como me lo pidió.
Es tan importante poder hablar de lo que sigue después de un cáncer terminal. Pero si así lo quieren, será tema de otra columna.
Cada octubre, mes de la lucha contra el cáncer de mama y más específicamente el día 19 de este mes que es el Día Internacional de lucha contra el cáncer de mama, me recuerda que algo se alojó en mi cuerpo hace 20 años… y que un ángel puso todas las condiciones para que yo descubriera sin querer una gran masa en mi seno izquierdo…
Este mes me recuerda que cada mes, todas las mujeres debemos de explorarnos, que si bien da miedo, es necesario si queremos seguir con vida.
Apenas hace unos años me reconstruí. En nada cambio mi vida. Un seno postizo no mejoró ni empeoró mi realidad ni mis circunstancias. Aprendí que valía mucho más que dos senos y que el verdadero valor radicaba en cómo era como persona y cómo trataba a los demás.
La pérdida de mi hermana por el cáncer fue devastadora. Aún me descubro llorándole y extrañándole como si se hubiera ido ayer.
Por ella, por ti y por todas escribo esta columna.
Y si el cáncer ha tocado a tu vida, súbete a la nube llamada FE. Esa que no te abandona ni te falla si te aferras a ella.
Si necesitas hablar con alguien de este tema aquí estoy.
El que alguien que tuvo cáncer me acompañara en mi proceso y verla ahí sobreviviendo me dio la certeza de que sobreviviría yo también.
Gracias a ese otro ángel que ahí estuvo.
Ruego porque en mi país el acceso al tratamiento oncológico para todas las mujeres sea una realidad.
No estoy aquí para quejarme de este gobierno y si falta de empatía ante enfermos de cáncer.
Hoy no.
Hoy estoy aquí para pedirte que te explotes tú, mujer, pero también tú, hombre, pues también se desarrolla el cáncer de mama en los varones.
En honor a ti hermana mía que solo te dedicaste a amar cada cosa que te rodeaba en tu vida, sigo viva por tus enseñanzas y tu amor a la vida.
Octubre…. octubre… siempre octubre.