Con un Partido Demócrata en “pánico”, así describen los titulares de algunos de los principales medios de comunicación norteamericanos el resultado de las elecciones para la gubernatura de Virginia, celebradas ayer martes en los Estados Unidos.
Las elecciones en dicho estado, que se celebran entre las presidenciales y las intermedias de cada cuatrienio, se consideran un punto de análisis para las posibilidades del partido en el poder para retener o capturar la cámara baja.
El resultado fue, por decir lo menos, espeluznante para los demócratas. Biden ganó ese estado con más de 10 puntos por encima de Donald Trump hace apenas un año y hoy la ciudadanía de Virginia le da la espalda al que consideran un presidente que no ha podido dar un buen cauce tanto a la pandemia por Covid-19, cómo a la crisis económica, inflación y desabasto en los anaqueles de las principales tiendas minoristas norteamericanas.
Por supuesto, no está por demás recordarlo, el problema de la profunda crisis que atraviesan la mayoría de los ciudadanos de los Estados Unidos (qué no sus élites, que se han enriquecido más que nunca) es estructural (una crisis en el capitalismo neoliberal, extractivista y ecocida) y no recae el resolverlo en una sóla persona, ya sea Joe Biden o Donald Trump.
Sin embargo, el ciclo de inoperancia del “bipartidismo” estadounidense (ese que muchos “expertos” mentalmente colonizados de México, América Latina y el mundo toman cómo ejemplo) continuará con la casi segura pérdida de la mayoría demócrata en la cámara baja el próximo año, una incapacidad de Biden de avanzar sus timoratas legislaciones (más allá de su incapacidad cognitiva para el cargo) y el posible regreso de Donald Trump, o alguien peor, a la presidencia por parte del Partido Republicano, el próximo 2024.