“Un solo maestro de vicios dicen que basta para corromper un gran pueblo.”

FERNANDO DE ROJAS

“El más eficaz aliado de los sinvergüenzas siempre fueron los enjambres de tontos que hacen el trabajo sucio. Que les facilitan el trabajo.”

ARTURO PÉREZ-REVERTE

Ni en Dinamarca se les ha ocurrido tener un banco con todas las medicinas del mundo… mundial. Por algo será. ¿Tal vez porque es una pésima idea, dado que las medicinas tienen caducidad, así como existen niveles de demanda y de consumo que no son necesariamente constantes y/o permiten embodegar?

La propuesta del “almacén universal” es un absurdo pues va en contra de las necesidades de los pacientes de todo tipo en todo territorio nacional (además de resultar innecesariamente oneroso para el erario y doblemente oneroso para el consumidor)

El requerir medicamentos suele ser en cada clínica, hospital, centro de salud de cada localidad del país. Se abastecen siguiendo un complejísimo mecanismo de distribución (que este régimen vino a echar a perder). De nada sirve tener los medicamentos en un punto, en una ciudad, encerrados a cientos de kilómetros de distancia de donde se van a utilizar, requerir o comprar.

Como funciona en naciones eficientes es que las medicinas se adquieren con base en flujos de demanda mucho muy estudiados y luego se distribuyen, previo acuerdo con los laboratorios nacionales e internacionales que los fabrican cada determinado tiempo.

La propuesta del almacén gigante es una ocurrencia que únicamente significará tirar nuestro dinero a la basura sin lograr tener un impacto positivo en quienes más lo necesitan: los pacientes.

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Así, en resumidas cuentas, alguien debiera decirle a López Obrador que el almacenar y crear reservas de medicamentos no es como embodegar lápices, si bien sospecho que lo sabe perfectamente. Más adelante llegaré a ello.

Por lo pronto, decir que este absurdo apunta a ser una raya más del tigre de la de por sí existente catástrofe en el sector Salud. Una que se ha desdoblado en el golpazo que significa el incremento en el gasto de bolsillo de millones de familias y en la privatización de facto que AMLO está provocando en el mencionado sector. Los pésimos resultados se ponen de evidencia en quienes han fallecido o han visto deteriorada su calidad de vida.

Pero vamos al meollo del asunto. Si bien armar un almacén de medicinas es, en estos momentos, la última ocurrencia de un sinnúmero dichas o hechas por López Obrador y la 4t, lo que es interesante es considerar cuál es el común denominador de las contrataciones, acciones, programas y en particular de las obras más renombradas y las más costosas de este régimen (como es Dos Bocas, el Tren Maya, el AIFA, el diseño/impresión/distribución de libros de texto, “Sembrando Vida”, “Jóvenes Construyendo el Futuro” y, ahora, este almacén de medicamentos).

Algunos dicen que el común denominador es que funcionen como distractores de los muy serios problemas por los que atraviesa el país y que el gobierno federal no quiere, no sabe o no puede atender. Ello en parte es cierto, pero me atrevo a decir que no es el común denominador principal.

Otros consideran que el objetivo es trascender, dejar un legado, aunque sea el equivocado. Creo que este tampoco es lo central.

O que López Obrador es terco y está convencido de la bondad de sus acciones, obras y proyectos. Supongo que eso es en parte cierto, pero no es lo fundamental.

No. Todo parecería indicar que el común denominador es ser igual a todos los demás gobiernos a quienes AMLO tanto criticó. ¿A qué me refiero? A que genera contratos (que resultan innecesarios para obras igual de innecesarias) con el fin de concedérselos a sus allegados; familiares, amigos, conocidos, grupos cercanos. Enriquecerlos. ¿Es este el principal, sino es que él único objetivo de los programas, obras, proyectos, actividades de López Obrador? Cabe la pregunta.

Desafortunadamente, todo indica que es la calca de lo que se le acusa a las clases políticas de siempre, lo que se dice siempre se ha dado y florecido en México. La de épocas igual de Salinas, de Uruchurtu, de López Mateos y un largo etcétera.

La diferencia con la 4t es doble, sin embargo: 1) que ahora, dado lo baladí de sus obras insignia, programas, acciones e iniciativas, hay quien podría decir (“No lo digo yo”) que el ÚNICO objetivo de estas es beneficiar a los nuevos proveedores y empresarios cercanos a la 4t; 2) que antes, si bien eran corruptos, no se las daban de santos, de honestos, de honorables.

No defiendo a los políticos pasados. De hecho, mucho se ha estudiado con respecto a las grandes fortunas de la clase política mexicana, tipo las de los Alemán, los Salinas, los Díaz, etcétera, y que tanto se hicieron a partir de un ancestro original que se vio beneficiado con contratos en un determinado régimen. Si luego, a través de las generaciones, esa fortuna se fue incrementando y se fue “lavando”. En otras palabras, que algún político o grupo político es corrupto previendo que es quizá la única manera de asegurar un patrimonio para sus futuras generaciones. Y que estas luego gocen del mismo ya sin el peso ni la deshonra de haberlo robado.

Pues bien, de ser ser cierta esta hipótesis, la 4t estaría repitiendo la historia. Y peor, porque se estaría permitiendo la especulación; desaparecer las licitaciones y hacer las compras directas o poner contratos bajo resguardo por “seguridad nacional” al menos durante cinco años apunta a ello.

Queriendo o sin querer López Obrador está asegurando esa “ventaja” para sus allegados. En unas generaciones gozarán la dicha de ser acaudalados, pero sin el estigma de habérselo robado. Se hablará de las familias de la 4t, como hoy se habla de los Cortines, de los Elías Calles y muchas otras.

Cada régimen, sin excepción, forma a su clase política de ricos con base en la corrupción. Es muy posible que la 4t no sea la excepción. Recuerda de hecho a Porfirio Díaz, con quien surgieron grandes familias de potentadas que resultan un lastre hasta nuestros días.

Así, las ocurrencias tienen como propósito fundamental enriquecer a unos cuantos (así, por ejemplo, ¿unos libros de texto gratuitos que terminen embodegados o no, corrompiendo a los estudiantes o no, sancionados o no, disputados o no, efectivos en la enseñanza o no, serían únicamente externalidades?).

Bajo esta lógica, el criterio para seleccionar una obra o proyecto sería el qué tan fácil se puede corromper. Que sean útiles y viables o no se ve como de menos.

¿El depósito de medicinas seguiría la mencionada lógica? Una donde en el fondo no importa si es buena o mala la idea, si los medicamentos llegarán a los pacientes o no, si las medicinas —¡y las vacunas!— se van a echar a perder o no. Lo importante serían los contratos dados a ciertos personajes en particular, allegados que sigan la corrupta y rancia escuela de los políticos del pasado.

No quisiera pensar que AMLO instruyó no ejercer 10 mil millones de pesos de los 70 mil 981 millones que estaban presupuestados en Salud (primer semestre de 2023) solo para que se reinsertaran esos dineros a sus “grandes” obras y en contratos asignados a su círculo cercano. O en otras palabras, que provocó a propósito —y no por ineptitud— la catástrofe en Salud (cientos de miles de muertos y 37 millones de mexicanos sin acceso a la salud pública —más de 15 millones que apenas se sumaron durante este sexenio— que hoy vivimos con objeto de generar negocios.

Es menester preguntarse si este sería el verdadero relevo generacional marca Regeneración Nacional lo que López Obrador impulsa. Una historia que seguiría hundiendo al país en un océano de corrupción y de lavado de dinero.

Sí, el común denominador de las ocurrencias de Andrés Manuel solo apunta a la corrupción.