El 1 de septiembre pasado iniciaron las sesiones del nuevo Congreso de la Unión. Los discursos me recordaron un “meme” que seguramente a muchos de ustedes les ha llegado: “un día me voy a ir a vivir a Teoría, porque en Teoría todo está bien”.

En una república presidencial, con una teórica división de poderes, el Congreso debería ser la piedra angular de la democracia. Se esperaría que proporcione controles y contrapesos esenciales frente al poder ejecutivo y debería garantizar que se escuche la voz del pueblo.

Sus teóricas funciones de supervisión y de representación lo convierten en una institución indispensable para salvaguardar las libertades individuales y promover el bien común.

El Congreso es responsable de aprobar las leyes que rigen la nación. Debería dar forma a las políticas públicas en una amplia gama de cuestiones, desde la regulación económica hasta los programas de bienestar social.

Al debatir y aprobar leyes, el Congreso puede responder a las necesidades y preocupaciones de sus electores, garantizando que el gobierno rinda cuentas al pueblo. Ofrece a los ciudadanos la oportunidad de participar en el proceso democrático a través de las elecciones y el cabildeo.

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En teoría, más allá de sus funciones legislativas, el Congreso también tiene un papel crucial en la supervisión del poder ejecutivo. A través de comisiones e investigaciones, puede exigir que los organismos gubernamentales rindan cuentas. Esto ayudaría a prevenir los abusos de autoridad, la corrupción y garantizaría que el ejecutivo actúe dentro de los límites de la ley.

El Congreso está diseñado para reflejar los intereses y las preocupaciones de la gente a la que sirve. Al representar una variedad de puntos de vista, puede fomentar el diálogo, el compromiso y la creación de consensos, que son esenciales para un gobierno eficaz. La diversidad puede ayudar a prevenir la concentración de poder en un solo grupo o individuo.

He pensado mucho, en estos días, que a medida que atravesamos las complejidades del siglo XXI, el papel del Congreso en una democracia será siendo vital. Los desafíos de este siglo, desde los avances tecnológicos hasta el cambio climático, desde las desigualdades sociales hasta la geopolítica global, requieren un cuerpo legislativo sólido y adaptable.

Sin entrar en las controversias de la realidad que hemos vivido durante la semana pasada, ¿qué esperaríamos, en teoría, de nuestro Congreso para los próximos años?

1. El Congreso como custodio de la democracia.

El Congreso representa el corazón de la gobernanza democrática en una república presidencial. Es la encarnación de la voluntad del pueblo, que traduce las diversas necesidades y deseos de la ciudadanía en leyes y políticas. Garantiza que las acciones del gobierno reflejen los intereses de la población, en lugar de las decisiones unilaterales de un solo líder.

En el siglo XXI, cuando las sociedades se vuelven cada vez más diversas e interconectadas, el papel del Congreso como órgano representativo es más crítico que nunca. Habrá demandas aún mayores de inclusión y representación a medida que surjan nuevas voces que busquen un lugar en el panorama político. El Congreso debe adaptarse y garantizar que todos los segmentos de la sociedad sean escuchados y representados.

2. El Congreso como control del poder ejecutivo.

El principio de separación de poderes es fundamental para la estabilidad y la equidad de una república presidencial. El Congreso cumple la función de controlar decisivamente al poder ejecutivo, evitando la concentración de poder y salvaguardando las instituciones democráticas. En una era en la que el ejecutivo puede intentar ampliar su influencia a través de decretos y otros medios, el papel del Congreso en el mantenimiento de un equilibrio de poderes es indispensable.

El Congreso debe examinar las acciones ejecutivas, garantizar la transparencia en las operaciones gubernamentales y hacer que el ejecutivo rinda cuentas por sus decisiones. En una era de rápido flujo de información y de redes sociales, donde la desinformación puede propagarse rápidamente, el papel de los discursos de los legisladores, factuales, equilibrados y razonados será clave para preservar la confianza en las instituciones democráticas.

3. El Congreso como motor de innovación y adaptación.

Cuestiones como el cambio climático, la ciberseguridad, la inteligencia artificial y las crisis sanitarias mundiales exigen una legislación con visión de futuro. El Congreso debe anticiparse y prepararse para los acontecimientos que vendrán; fomentar un entorno de innovación dentro de sus filas. Esto significa invertir en investigación, aprovechar la tecnología para mejorar los procesos legislativos y colaborar con expertos.

El Congreso tiene una responsabilidad de asegurar que los avances tecnológicos beneficien a la sociedad, regular las tecnologías emergentes para prevenir abusos, promover la inclusión digital y salvaguardar los derechos individuales en un mundo cada vez más digital. A medida que la tecnología transforma las economías, las sociedades y la gobernanza, la capacidad del Congreso para legislar eficazmente será crucial para mantener una sociedad justa y equitativa.

4. El Congreso como protector de los derechos constitucionales.

Ante los nuevos desafíos de la vigilancia tecnológica, el terrorismo global o el cambio de las normas sociales, el Congreso debe garantizar que se respeten los derechos y las libertades fundamentales de los ciudadanos. En el futuro, deberá abordar cuestiones éticas y legales complejas, equilibrando la seguridad y la innovación con las libertades individuales. Esto requiere un profundo compromiso con los principios consagrados en la constitución.

En la era digital, el Congreso deberá considerar cuidadosamente la legislación que proteja la privacidad de los ciudadanos y al mismo tiempo aborde las preocupaciones legítimas de seguridad. A medida que surjan nuevas formas de expresión y comunicación, el Congreso deberá defender la libertad de expresión y de reunión ante el discurso de odio, la desinformación y el acoso en línea.

5. El Congreso como plataforma de deliberación y consenso.

En una democracia, la capacidad de deliberar y alcanzar consensos es esencial para una gobernanza eficaz. El Congreso proporciona una plataforma para el debate, la negociación y el compromiso. Ante la polarización, el papel del Congreso en la superación de las divisiones y la búsqueda de puntos en común será más importante que nunca. Debe funcionar como un órgano deliberativo en el que se puedan expresar y conciliar diferentes argumentos. Al fomentar una cultura de colaboración y respeto mutuo, puede ayudar a sanar las divisiones dentro de la sociedad y fortalecer el proceso democrático.

En el siglo XXI, cuando los desafíos globales requieren respuestas coordinadas, el papel del Congreso en la política exterior y las relaciones internacionales también será cada vez más importante. Al trabajar con socios y aliados internacionales, puede ayudar a dar forma a un orden global que refleje los valores democráticos y promueva la paz y la estabilidad.

6. El Congreso como modelo de rendición de cuentas y transparencia.

La transparencia y la rendición de cuentas son fundamentales para la legitimidad de cualquier institución democrática. A medida que la confianza pública en el gobierno se ve erosionada por la corrupción, la desinformación y la influencia de intereses especiales, el Congreso debe redoblar sus esfuerzos para operar de manera abierta y honesta.

Exigiremos una mayor rendición de cuentas del Congreso, no sólo en sus funciones legislativas sino también en la forma en que interactúa con el público. Esto incluye hacer que los procesos legislativos sean más transparentes, aumentar la accesibilidad a los procedimientos y garantizar que los legisladores rindan cuentas de sus acciones. Al hacerlo, el Congreso puede restaurar y mantener la confianza pública en el proceso democrático.

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Si nos vamos a vivir a “Teoría”, el Congreso del futuro en una república presidencial moderna será una institución de transparencia, agilidad e inclusión. Aprovechando el poder de la tecnología, fomentará la comunicación directa entre legisladores y ciudadanos, lo que permitirá la retroalimentación en tiempo real y la participación en los procesos de toma de decisiones. Los procesos legislativos se agilizarán mediante inteligencia artificial y análisis de datos, lo que permitirá políticas basadas en evidencia que respondan rápidamente a las necesidades de la población.

Este Congreso, en “Teoría”, será más accesible, adoptando plataformas virtuales para involucrar a diversas voces, asegurando que las comunidades marginadas tengan un lugar en la mesa. La gobernanza ética será primordial, con fuertes mecanismos de supervisión establecidos para prevenir la corrupción y mantener la confianza pública.

En última instancia, este Congreso, en “Teoría”, será una fuerza dinámica, que se adaptará a los desafíos cambiantes del mundo y al mismo tiempo defenderá los valores democráticos de representación y responsabilidad en beneficio de todos los ciudadanos.