A partir de la reunión que sostuvo el presidente con los cuatro presidenciables, el escenario puede cambiar sustancialmente para determinar el futuro electoral del 2024. Es un hecho que Morena ganará la elección ante una desinflada oposición; solo es cuestión de que el lopezobradorismo defina las reglas internas de participación para que, el asunto, no inquiete o se convierta, a la postre, en un tema que pueda desencadenar grietas al interior del partido guinda.

La mejor forma para operar una coyuntura de esa naturaleza es la unidad. Así lo refrendó el presidente López Obrador en el cónclave de Palacio Nacional, hace unas semanas. De hecho, luego de esa reunión con Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum, Adán Augusto y Ricardo Monreal, ha trascendido parte del diálogo que sostuvieron y, uno de esos factores, es la ruta que tomará la expresión para encarar el proceso electoral a posteriori.

El reto inmediato es, sin lugar a dudas, sostener la unidad entre los cuatro perfiles a suceder al mandatario federal, sin pasar por alto que, la elección interna, será la prueba de fuego para llevar a buen puerto el ejercicio. Recordemos que, hasta ahora, la encuesta ha sido el mecanismo para elegir a los competidores a diversos puestos de elección, siendo, en la mayoría de casos, una de las alternativas para evaluar una avalancha de aspirantes que se incrementó a raíz del triunfo electoral del 2018.

La cuestión es que, la encuesta, ha dejado un mal sabor de boca y, en varios casos, ha ocasionado algunas fricciones porque no se alcanza un acuerdo posterior al nombramiento. Es decir, muchos no quieren ceder y han decidido, por otra vía, encarar el ejercicio. Recordemos el caso de Michoacán con la designación inmerecida de Raúl Morón. O el caso más reciente del abanderado del PT en Coahuila que, al no ser designado en Morena, decidió buscar otra opción. Esos desencuentros, al final de cuentas, son los que terminan haciendo la diferencia y dividiendo más el voto.

La encuesta, ya lo sabemos, no es un mecanismo transparente como para tomar el ejemplo de una vía democrática. Ha sido, a la postre, un instrumento de la discordia al punto en que, para una toma de decisiones, resulta poco confiable. En pocas palabras, no sería la alternativa más plural y transparente para elegir al próximo candidato presidencial de Morena, no solo por los antecedentes que se han suscitado, sino por lo que puede ocasionar para efectos inmediatos.

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Eso lo sabe el presidente López Obrador y, sobre la mesa, ha propuesto el consenso y la negociación como una ventana para desahogar lo que puede venir. Y no solo eso, también propuso un diálogo constante y evitar, a toda costa, una división interna en estos tres meses que estableció como plazo para elegir quién tomará el desafío de abanderar a Morena.

Estos tres meses serán, sin lugar a dudas, las semanas más intensas del proceso anticipado. La clave estará en que, esa situación, tenga un control político y estratégico. Es decir, tanto el presidente Obrador, como el partido, tienen que privilegiar el diálogo para que la presión se acote y no recaiga en los simpatizantes de cada uno de los aspirantes.

Empero, el presidente, desde Palacio Nacional, ha mandado una señal clara de qué no quiere sorpresas y apostará, en 2024, con toda la maquinaria para doblegar nuevamente a la oposición. Por esa razón, puso sobre la mesa el consenso que, ante los estatutos del partido, son una alternativa para designar candidatos.

Se han dado casos en distintos puntos del país y, con esa premisa, la designación del abanderado para la presidencia no puede ser la excepción: el consenso es, ni más ni menos, que una posibilidad tangible ante la retrospectiva de la encuesta.

Y, con una cancha más pareja, las condiciones se tornan inmejorables para Ricardo Monreal, que hace unas semanas se entrevistó cara a cara con el presidente Obrador. Y ¿por qué Monreal? Al establecer una mesa de negociación y un diálogo fluido, quién puede aprovechar más su capacidad negociadora y conciliadora es el zacatecano. Es decir, el coordinador de los senadores de Morena tiene los atributos suficientes para encontrar un equilibrio entre los demás aspirantes.

El poder político de Monreal, dada su experiencia y madurez en este tipo de coyunturas y ejercicios electorales, pueden marcar la diferencia y legitimar su candidatura presidencial. Dicho en otras palabras, el coordinador de los senadores de Morena puede convencer al presidente no solo por ser un factor clave de la unidad, sino que simplemente, a diferencia de los demás, tiene esa característica particular para sacar acuerdos mediante el consenso y la reconciliación, tal y como lo ha hecho en estos cuatro años legislativos donde, a pesar de las adversidades, le ha sacado todas las propuestas al presidente en el Senado de la República.

Ese liderazgo, sin lugar a dudas, puede trascender en vísperas de la designación del candidato de Morena, para que Ricardo Monreal asuma, en un futuro próximo, la tarea de refrendar el triunfo electoral del 2018. De ello dependerá, ya lo dijimos, de la capacidad negociadora, cosa que, en toda su carrera política, ha hecho a la perfección el zacatecano. De hecho, esa sagacidad puede coronarse con el nombramiento para encabezar la transición presidencial, pues AMLO, al incluirlo oficialmente, puede recurrir a él para que tome su lugar en Palacio Nacional en aras de seguir profundizando las políticas públicas del país.