Columna de este viernes 25 de octubre de 2024 de Jorge Fernández Menéndez: “Todo cambió ese 25 de julio”. Basta con leer dos párrafos de su texto —el primero y el último— para entender el artículo del colaborador del diario Excélsior.
Primer párrafo: “Hoy se cumplen tres meses de la detención de Ismael el Mayo Zambada y de Joaquín Guzmán López, un golpe que ha modificado totalmente los equilibrios de poder entre los grupos criminales en México y alterado su operación”.
Último párrafo: “No nos engañemos. Después de lo sucedido el pasado 25 de julio, en el mundo del crimen organizado y en la relación de seguridad de México y Estados Unidos nada volverá a ser igual”.
Pregunto al querido Jorge Fernández: ¿En su opinión nada volverá a ser igual para bien o para mal?
El señor Fernández Menéndez, quien me honra con su amistad, tiene muchas virtudes y pocos defectos. La principal de sus virtudes es el oficio periodístico, lo que le ha convertido desde hace muchos años en uno de los analistas mejor informados acerca de las estructuras de los grupos del crimen organizado que operan en México. Su principal defecto es el cariño con el que invariablemente trata en sus escritos a Felipe Calderón y a Genaro García Luna, lo que lleva a perder objetividad y a no comprender el origen de la terrible situación de inseguridad que ha enlutado a varias regiones de México desde el primer mes del gobierno de Calderón —Tomás de Aquino a eso le llamaría algo así como causa causae est causa causati, cualquiera que sea la causa de la causa, es también causa de lo causado—.
Cuántos buenos periodistas en México han perdido el equilibro analítico por el demasiado amor a Calderón y a García Luna.
Felipe Calderón declaró a tontas y a locas una guerra a las mafias del narco solo como estrategia propagandística: buscaba con ello generar aplausos en la opinión pública para que se dejara de hablar del fraude electoral que le dio la presidencia. En 2007, un año después del gigantesco robo de votos, Fernández Menéndez publicó un libro que en mi opinión pretendía lavar la imagen del esposo de Margarita Zavala, Calderón presidente, la lucha por el poder.
Nunca he entendido el excesivo apego de Jorge Fernández hacia Felipe Calderón… y hacia Genaro García Luna. En 2020, el columnista de Excélsior publicó un artículo sobre un libro de Calderón, Decisiones difíciles. Dijo Fernández que tal obra era la explicación de Calderón de “la estrategia de seguridad seguida en su sexenio”. Reconoció el periodista que “coincido y coincidí con esa estrategia en particular”.
Al final de su reseña sobre el libro de Calderón, Jorge Fernándea defendió a García Luna: “Han criticado que Calderón no se deslinde, en el libro, de García Luna. El hecho es que su exsecretario de seguridad pública está detenido en Estados Unidos, en un proceso que ni siquiera ha comenzado formalmente y con base en acusaciones, por lo menos, extrañas… El de García Luna está lejos, aún, de ser cosa juzgada”.
El caso García Luna ya es cosa juzgada y mi amigo Jorge Fernández lo sigue defendiendo, como sigue defendiendo la guerra —desde ni punto de vista absolutamente fallida— de Calderón contra el narco.
Algún día Fernández Menéndez aceptará que no tenía lógica su defensa de una guerra contra el narco que dirigía un aliado, precisamente, del narco: García Luna.
La acusación contra García Luna fue muy clara: el secretario de Seguridad de Calderón trabajaba, desde el gobierno, para el cártel de Sinaloa, dirigido por el Chapo Guzmán y el Mayo Zambada.
Lo ocurrido hace tres meses, la detención del Mayo, es una consecuencia de dos procesos judiciales en Estados Unidos, el del Chapo y el de García Luna.
Dijo Fernández Menéndez que después del arresto del Mayo el pasado 25 de julio, “en el mundo del crimen organizado y en la relación de seguridad de México y Estados Unidos nada volverá a ser igual”. En párrafos precedentes hice una pregunta: ¿En opinión del columnista de Excélsior nada volverá ser igual para bien o para mal?
Soy optimista: funcionará el plan de seguridad de la presidenta Claudia Sheinbaum. Apoyada por Omar García Harfuch ya demostró que puede. Ocurrió en la Ciudad de México hace pocos años. Bien coordinadas las fuerzas armadas y policías locales reestructuradas, Claudia y Omar llegarán a la meta de pacificar las regiones más violentas del país.
Por supuesto, mucho más rápido se logrará el objetivo si se investiga a Felipe Calderón, un hombre frívolo e irresponsable que no podía ignorar los arreglos ilegales con el narco que tenía su principal funcionario, Genaro García Luna.