En democracia, el derecho de acceso a la información pública es una herramienta poderosa de la que disponemos las personas para allegarnos de certezas, mismas que a su vez nos sirven para decidir libremente acerca de los rumbos de nuestro desarrollo personal; así como para potenciar nuestro ejercicio y disfrute de muchas otras libertades y derechos.

En un Estado democrático constitucional, debemos partir de la debida asunción de que todas las personas, sin excepción alguna, tenemos una igual dotación garantizada de libertades y derechos, mismos que todas las instituciones están obligadas a respetar, promover y avanzar de modo universal, interdependiente, indivisible y, sobre todo, progresivo. Para tales efectos, es preciso considerar los diversos contextos que la pluralidad social implica, sus significados y buscar, en todo momento, que los procesos comunicativos entre personas e instituciones no solo sean eficaces sino efectivos, para que, en esa misma medida, sean de la mayor utilidad posible para todas y todos.

La pertinencia cultural requiere tomar en cuenta lo mejor de todos los ámbitos culturales en los que coexistimos las personas: desde lo micro hasta lo macro y, así, desde lo local hasta lo global. Ello, como un proceso dialógico deliberado que comprenda una dimensión ética y que, por ende, nos remite al necesario respeto de las y los otros; incluyendo su cultura, lengua, cosmovisión, valores, principios, aspiraciones y demás elementos que conjuntamente, son la base del derecho a la alteridad y a la diferencia.

En tal virtud, la pertinencia cultural demanda la inclusión del otro con la calidad de igual. Consecuentemente, requiere del respeto a los significados que la diferencia entraña y crea a través del lenguaje compartido respecto de los elementos antes mencionados; así como de las razones y justificaciones que los sostienen. Toda sociedad presenta diferencias culturales que debemos tomar como inevitables y enriquecedoras para atenderlas, desde la neutralidad debida en su particularidad y que las mismas no deriven en brechas de desigualdad injustificables desde cualquier óptica.

En un país pluriétnico como el nuestro, en el que conviven sesenta y ocho lenguas indígenas, es fundamental que el derecho de acceso a la información pública incorpore criterios de pertinencia cultural y lingüística para que surta sus debidos efectos potenciadores entre estos grupos que, históricamente, han sido discriminados, excluidos y marginados en muchos sentidos, o a los que se les ha tratado de enfocar y atender, desde perspectivas simplistas y homogeneizadoras de la sociedad, contrarias a la diversidad.

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En ese orden de ideas, las instituciones que conforman el aparato del Estado, en sus interacciones con las personas tienen la obligación de servirlas en condiciones de igualdad, inclusión y también, proveer lo necesario para aminorar las diferencias sociales existentes y acercar a los mencionados grupos vulnerables los elementos informativos que les permitan decidir y desarrollarse libremente. Para ello, no basta con que los actos emanados de las instituciones se traduzcan a las lenguas respectivas de las personas solicitantes de información, sino que los mismos, deben incorporar elementos de pertinencia cultural que se hagan cargo de las particularidades y diferencias relevantes; así como del hecho de que una respuesta sin tal consideración debida puede quedar trunca en la comunicación que pretende hacer, en sus efectos y también, en su utilidad.

Por lo anterior, es necesario que se generen los mecanismos de coordinación entre todas las instituciones y el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), atendiendo a que es el organismo facultado para i) promover el fortalecimiento, preservación y el desarrollo de las lenguas indígenas que se hablan en el territorio nacional, así como el conocimiento y disfrute de la riqueza cultural de la Nación; y ii) asesorar a los tres órdenes de gobierno para articular las políticas públicas necesarias en la materia. Esta última atribución del INALI es la puerta de acceso a las pertinencias mencionadas.

Nuestro mundo se extiende tanto como nuestro lenguaje lo hace. La pertinencia cultural pasa de modo necesario por la lingüística al ser las palabras, los elementos con los que aprehendemos la cultura y dotamos de significado a nuestro entorno: lo explicamos y nos explicamos a nosotros mismos.

El desarrollo social y personal requieren de esfuerzos institucionales que desde la valoración de la alteridad, busquen denodadamente la relevancia y utilidad para las personas a través de su gestión. Solo así podremos decir que en verdad se atienden las necesidades, intereses, demandas y aspiraciones de las personas.

Mtro. Julio César Bonilla Gutiérrez, Comisionado Ciudadano del INFO CDMX