Leo la columna de Frida Gómez en SDP Noticias y entiendo lo que habla sobre los anuncios comerciales en la televisión y la posible influencia en el consumo de comida chatarra por parte de los niños.

Frida habla sobre la posibilidad de que se restrinja en televisión los anuncios de comida chatarra y habla de los personajes como Chester Cheetos o el Tigre Toño y su relación con la cultura del consumo infantil y los productos cargados de azucares y excesos de químicos y calorías vacías. Pienso que todo eso está bien, pero con conocimiento de causa, le digo a Frida que eso no es suficiente.

Mis hijos que tienen una buena diferencia de edad entre uno y el otro no tienen las mismas costumbres alimenticias. El más grande si es de comer más “mugrerito” como diríamos en Monterrey, pero solo lo hace ocasionalmente y como un placer culposo. El más chico me dice que él no come comida chatarra y me lo ha mostrado en el momento que no quiere comer frituras o dulces y cuando me ve con mirada acusatoria y yo estoy con unos cacahuates.

Que se consuman o no estos productos va más allá de solo los anuncios de televisión que pueden seguir o no, y seguramente estos productos seguirán en los gustos de los consumidores. En México ya no existe el Tigre Toño, Chester Cheetos o Iván el Tucán desde hace un buen rato. Si le pregunto a mi hijo pequeño, creo que nunca supo de la existencia de estos personajes.

La manera más fácil es que en casa no haya estos productos y así no los consumen. En mi casa puede haber, pero como no los consumimos no hay una tentación o necesidad de consumirlos. Las nuevas generaciones basan sus hábitos de consumo en otro tipo de exposición que no tiene que ver con la televisión.

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Habrá que recordar también que el consumo de alimentos chatarra tiene que ver más con los ingresos salariales que con los anuncios de televisión. Una bebida gasificada y un pastelillo y con eso me siento lleno y con algo de energía para realizar mis labores. Súmele los grandes tiempos de traslado de los hogares de los trabajadores, ya no les queda tiempo de sentarse a preparar comida y mucho menos ganas. Y si le seguimos sumando situaciones veremos que las costumbres no tienen que ver tanto con los comerciales sino con la oferta de productos y el tiempo de preparación. Otra cosa es la variedad de productos que se venden en las tiendas, tanto de la esquina como las de conveniencia. ¿Ha analizado cuánto cuesta una manzana y una botella de agua contra el costo de una dona y un refresco? Desde ahí hay que trabajar una gran cantidad para lograr que la alimentación en los hogares sea mas balanceada y mejor.

Y no es que no esté de acuerdo en lo que dice Frida, pero si, solo es un pequeño porcentaje de la razón de las cosas. Mire que en la televisión nunca he visto anunciado el refresco Lulu, los cazares o las conchitas y esas cosas las he visto en las manos de muchos niños.

La televisión tiene que cambiar en eso, pero también en los valores de la programación que presentan. El respeto hacia los demás, la construcción de la paz y una publicidad que sea menos basada en cosas sexistas son las que deberían de existir.

Si quitar la publicidad de las cosas disminuye el consumo, las cigarreras ya hubieran tronado. Hace unos días en una tienda de conveniencia vi a una joven señora ataviada de un atuendo deportivo pidiéndole al tendero unos cigarros. El tendero saco la cajetilla de un exhibidor que no tiene una sola marca o anuncio de los cigarros. Y esto es de lo que hablo, no solo basta quitar la publicidad, hay que hacer un cambio de costumbres desde el fondo.

¡Animo!