Es cada vez más difícil (de pena ajena) ver a los defensores de Putin hacer maromas para crear una contranarrativa donde Rusia no está perdiendo la guerra, no sólo en el frente militar, sino en el económico y cultural. No falta quien remite a los textos de “El Heraldo Cubano” de 1960, y fuentes semejantes; no es broma.
Lo más que podemos decir es que cualquiera que no fuera Putin ya habría sido exiliado o fusilado. Pero ahí termina el reconocimiento, en el hecho de que haya podido extender la guerra hasta ahora, para salvar su propio pellejo (porque desde hace 6 meses, ya es de lo único de lo que se trata esto).
Si la OTAN generó una crisis a través de los años al extender su membresía en lugar de disolverse luego de la caída de la URSS, si la resistencia de Ucrania se mantiene con dinero estadounidense y europeo, o si efectivamente hay evidencia anecdótica de neonazis en Ucrania, nada de eso hace diferencia alguna cuando se constata lo siguiente: Putin fue víctima de bad intel, y ese fue el origen de todos los problemas. El mandatario nunca esperó que la guerra durara semanas, mucho menos años. Los soldados de avanzada en la operación especial original, no iban equipados ni con municiones ni con víveres para mantener un frente activo durante mucho tiempo. Se esperaba una operación de horas, como en Georgia y Crimea.
Putin tampoco esperó que occidente articulara tan rápido las sanciones contra el país, ni que se atreviera a llevarlas a cabo por la dependencia que Europa tiene del gas ruso. Pero sí pasó, y ahora las partes están metidas en una situación en donde las dos se están demostrando, continuamente, que ambas pueden perjudicarse gravemente. Todos pierden. Como siempre, cuando un conflicto bélico se extiende, el mapa de riesgos y el de partes involucradas, cambia radicalmente. Por eso los revisionistas de ocasión suenan especialmente cringey: “obviamente se esperaba que los demócratas usaran lo de Ucrania porque el hijo de Biden; claro, los mercenarios de Wagner son financiados por EU, como los de los derrocamientos de Latinoamérica en los sesenta; naturalmente Rusia y Europa son peones de la guerra comercial entre China y EU”.
No, nada de eso se esperaba, ni se veía venir, ni es necesariamente cierto. Simplemente al avanzar un conflicto, todos los jugadores en el tablero replantean sus intereses y sus posiciones y aprovechan, en lo posible, la situación en su beneficio. Eso se llama táctica, y no está relacionado con haberlo planeado todo ni con ver el futuro. Eso es de politólogos pro bono. Paradójicamente, la única alternativa que Putin no puede utilizar es la de retirar sus tropas de Ucrania y desconocer la anexión territorial malograda de los territorios del sur. Porque eso conllevaría no sólo su ruina, sino seguramente, su juicio por alta traición o fusilamiento sumario. Los rusos así son, una vez que declaras una guerra no puedes rendirte, por más estúpida y costosa que sea.
El tema más sonado de la coyuntura es el de los soldados mercenarios del grupo Wagner. De entrada, el hecho de que Rusia haya tenido que utilizar ejércitos privados reitera el hecho de que no se esperaba la duración ni la complicación de esta guerra, además de que el ejército ruso ya no es lo que era ni los rusos están dispuestos a tomar las armas porque el autócrata en turno lo dice. Putin no quiso a los mercenarios, se vio obligado a usarlos. Y el hecho de que haya tenido que pactar con ellos y garantizarle exilio seguro a su líder en un país aliado, en lugar de castigarlos, dice más que mil declaraciones rimbombantes.
El problema es que los mercenarios cambian fácilmente de bando, y esto se ha estudiado desde Maquiavelo, que tiene un capítulo dedicado a ellos en el príncipe. En resumen dice que no hay que usarlos, porque hacen lo que hizo el Wagner. Así de claro, así de viejo, así de vigente.