“Ese cometa es lo que llamamos un destructor de planetas.”

ROB MORGAN (PELÍCULA ‘NO MIRES HACIA ARRIBA’)

“Muera el amor

Que abraza, que abrasa, que roba, que arrasa

Que muera el amor

Que quema, que hiela, que corre, que vuela

Que muera el amor

Que droga, que agarra, desgarra y que te hace feliz”

ROCÍO JURADO

¡Qué siga la fiesta y la alegría no pare! Despilfarremos, celebremos las remesas y el incremento al ingreso; reventemos el crédito que dan los bancos, vivamos de una economía informal, inflada por el crimen organizado; tiremos la casa por la ventana. Ya vendrán otros a pagar. O nosotros mismos…nuestros hijos y nietos. ¿Cómo? ¿Con qué? ¡Qué más da!; hoy disfrutemos.

La borrachera de la 4t y sus fervientes seguidores no cesa. Y no es porque estemos en el último día del año y más de uno festeje más allá de sus posibilidades. Ojalá eso fuera.

Nos encontramos ante el fin de sexenio que más gasto ha generado, que más deuda ha contraído en toda la historia de México y todo para efectos de muy corto plazo; vaya, sin tener medios para continuar con ese nivel de derroche.

Este señor, uno a uno, vende, tira, usa, hipoteca los ladrillos de la casa que llamamos México. Reparte en su nombre dinero que NO es suyo y luego se congratula —y hasta se dice sorprendido— de su popularidad.

Si yo regalara a mis vecinos los muebles y enceres de la casa que rento, ellos también me adorarían. Pero al arrendador lo haría menos solvente, a la vivienda más desprovista y no necesariamente a todo el conjunto de condóminos menos pobre.

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En el corto —muy corto— plazo hay un aumento en el ingreso para muchos millones de mexicanos (no saben que solo con la inflación y el incremento en el gasto de bolsillo en salud este se ve compensado). El costo es enorme a la vuelta de la esquina. Para constatarlo, de un paseo virtual por diversos países del orbe que lo mismo hicieron. Les aseguro, el trancazo viene después y es abrupto.

El inquilino de la casa que no construyó, a la cual llegó como administrador, organizó una consulta con todos sus habitantes. De los pocos que participaron, le pidieron que enjuiciara a los corruptos presidentes de asamblea pasados; ni siquiera eso hizo.

Luego, poseyendo una sed de poder sin parangón, en dicha casa se encontró que había mucho dinero guardado, ahorrado, el cual solo se debía usar para emergencias. Unas tipo como cuando los huracanes golpean el hogar o, bien, para comprar vacunas para todos los moradores del edificio en caso de una pandemia. No importando el destino que tenían los ahorros, Andrés Manuel los desapareció. Simplemente los esfumó.

Prometió decir por qué esos dineros eran producto de la corrupción, reservados para el derroche, y en qué los utilizaría. No paso ni lo primero, ni lo segundo, ni lo tercero. Prometió que barrería la casa de arriba a abajo, y que no habría más robos ni despilfarros. Mas la casa hoy está infestada de corruptos y los cochupos alcanzan todos los niveles.

Mismo así, a millones y millones de mexicanos, que no les digan, que no les cuenten… que la ley es la ley. Andan en plan de fiesta. Incluso la población que sabía que el marco legal está para respetarse, dejó de hacerlo. Unos autonombrándose autoridad al tener el manejo de la violencia y de la economía (cobro de piso), otros siendo autoridad pero sin cuidar a su gente. Esta ha recurrido a defenderse por sus propios medios.

López Obrador presume del “peso fortachón” siendo la moneda del orbe que mayor apreciación tuvo este año. No dice que se debe a los millones de dólares que mandan los migrantes desde los Estados Unidos, a la inyección presupuestal sin controles (y llena de ‘reservas por motivos de seguridad nacional’) y a las políticas del Banco de México, las cuales —para fortuna nuestra— nada tienen que ver con sus decisiones (por cierto, como contraparte, el Banco Mundial ya ha anunciado que en el 2023 México es la economía con menor crecimiento de toda América Latina).

Algo no checa, pero ¡no importa!, mientras se pueda gastar el dinero en clientelas, claro, disfrazado de programas sociales.

Y si bien los verdaderos programas sociales —unos verificados, focalizados y auditados por gente autónoma e independiente— brillan por su ausencia, el pueblo ni se inmuta. No parece preocuparle.

Pagar por un aeropuerto que está vacío o por un tren que prácticamente nadie quiere y que arrasó con cientos de miles de hectáreas de selva. ¿Para qué? Para ufanarse que, durante unos meses, en el sur de México se tuvieron más de 100,000 empleos y un crecimiento —por primera vez- encima de la media nacional. Unos meses para el Sureste del país a cambio de un futuro diezmado para esa zona y para el resto de la República…

El que prometió ser la salvación de México lo está destruyendo. Una a una ha desaparecido o nulificado sus instituciones, sus normas, sus procesos, sus programas, sus recursos humanos, sus esquemas; el cemento que mantiene unidas las estructuras de la vivienda…

Sí, muchos —demasiados— mexicanos no lo saben, pero esas instituciones que a él tanto le estorban son los pilares en los que descansa la convivencia, la confianza y la cohesión social de una nación. Son tesoros que ninguna austeridad, ni siquiera una real, justifica hurtar.

El vendedor de ilusiones asegura que vamos bien, pero quita toda posibilidad de con qué o contra quién medirnos. Lo que es más, él mismo se rehúsa a contar, contar de en serio.

¿Qué pasará cuando el dinero de las arcas se termine? ¿O cuando el déficit de Pemex con sus proveedores sea tal, que tengamos —como nación— que entrar al quite, salvando la empresa y pagando una deuda sempiterna?

Porque ante la narrativa de que se trata del combate a la pobreza, a la desigualdad, a la marginación, medio México ha asentido a las ocurrencias y el otro medio México no ha sabido oponerse a ellas.

Desafortunadamente, a cambio de un combate momentáneo a la pobreza, López Obrador ha destruido las bases de la casa, de la sociedad misma, de las futuras generaciones que harían del descenso de la pobreza una constante.

Quienes reciben los subsidios y las dádivas gubernamentales, que no son otra cosa que dinero producto de los contribuyentes, están felices. No comprenden que terminarán pagando las deudas hoy contraídas (y la pérdida de los mecanismos de generación de riqueza para la propiedad) como una morada en lo general.

En el corto plazo, ‘el presidente de los condóminos’ llamado López Obrador lleva las de ganar… En esta casa, que es México, había mucho que repartir. Acabados que quitar, bienes (entre ellos un avión) que vender, un mucho que regalar. Sin embargo, para quien le sustituya, ello ya no será ni remotamente suficiente.

Tanta destrucción, en especial del capital social, tiene y tendrá consecuencias fatídicas para México, pues elimina toda posibilidad futura de desarrollo social. Andrés Manuel se está asegurando de que la pobreza, que presume tanto le preocupa, continúe. Quien ofreció ilusiones, no sabe otra cosa que destruir.

Giro de la Perinola:

Termina el 2023; les deseo muy exitosos años por venir. Será difícil tenerlos, ¡pero vaya que los vamos a requerir!