Hoy Luis Donaldo Colosio cumpliría 74 años. Lo asesinaron un 23 de marzo de 1994, a las 5:17 de la tarde. Era miércoles... Yo tendría 21 años.
Vivía en la CDMX, y ese día mis amigos y yo habíamos comprado boletos para ir a ver la puesta en escena de “El Lago de los Cisnes” en Chapultepec.
Recuerdo cuánto me impresionó ver aquel espectáculo. En medio del Lago de Chapultepec estaban los bailarines que parecían volar.
Desde niña quise ser bailarina, pero ese sueño le parecía tonto a mi familia así que nunca pude lograrlo. Para ser bailarina de ballet se necesita empezar desde niña y recuerdo que había una academia de danza que estaba a la vuelta de mi casa.
Con nostalgia puedo recordar ahora que escribo estas líneas cómo mis ojos se humedecían cada vez que pasaba frente a ella. Siempre amé bailar y era muy buena para ello.
Terminando el espectáculo llegué a mi casa. En ese entonces y los de mi generación, que hoy me leen, las mujeres de mi edad todavía usualmente vivíamos en la casa familiar, con nuestros padres. Como que no había prisa para independizarse. Al menos yo no la tenía.
Entré a mi casa ya en la noche; calculo que eran las 8. En ese entonces, no contábamos con el acceso a la información inmediata. No habían celulares ni manera de enterarte de nada.
En mi casa y se escuchaba un silencio ensordecedor: “Algo pasó”, pensé. Mientras subía las escaleras se escuchaba la televisión encendida y la voz de Jacobo Zabludovsky de fondo. Entré a la recámara donde mi hermana, que en paz descanse, y yo dormíamos.
Recuerdo haber visto a mi padre y a mi hermana 13 años mayor que yo parados frente a la televisión... Estaban enmudecidos.
- ”¡¿Qué pasó?!”, les pregunté ansiosa. “Mataron a Colosio”, me contestaron... “¡¿Cómo?!”
Mi padre que era amante de la política. Muy inteligente y culto, además de bien informado, me explicó: ”Alguien lo quiso quitar de en medio, lo asesinaron para que no llegara a ser presidente”.
En aquel entonces el tema de la política también me apasionaba, pero, además, había aprendido a amar el leer todos los periódicos que mi padre compraba.
Él solía por las noches hacerlos rollito y aventármelos en mi cama y me decía “Ten. Léelo”. Creo que mi padre sabía que yo tenía cierta intuición para entender la política aunque nunca me lo dijo.
Pero yo leía el periódico. Era raro que una joven de 20 años estuviera interesada en ello.
Me costaba que alguien de mi edad le gustara lo mismo que a mi. De hecho creo nunca encontré a esa edad alguien que su fascinación fuera ver las noticias y leer los periódicos.
El impacto del asesinato de Luis Donaldo Colosio fue grande. Puedo decirles que incluso lloré. Pero también impacto en gente de mi generación. Jóvenes de 20 años consternados por la noticia. Difícil cosa también era que jóvenes adoptaran como favorito a algún candidato, sin que estos fueran pagados o entrenados para ello. También Luis Donaldo Colosio tuvo ese don: Ganarse de manera orgánica a los jóvenes.
Mis amigos estaban consternados. Era raro que a un político se le quisiera. Sin duda, Luis Donaldo Colosio fue un político que era querido. Estaba segura que sería presidente y me daba gusto, pues yo intuía que era un buen hombre.
Realmente, en aquel entonces, nos habíamos acostumbrado a que el PRI se adueñara de todos los espacios políticos, por lo que la figura de Colosio iba más allá de los partidos políticos.
Parecía que, por fin, había llegado quién cambiara el rumbo del país. Ahí sí, con él, una verdadera revolución, una verdadera transformación.
Pero parece que en este país no avanza el que no tranza y me parece que Colosio no era un hombre que hiciera tranza y por eso perdió no solo la candidatura sino hasta la propia vida.
No sé por qué ya no volvió a haber un personaje con la fuerza e integridad de él.
Será que nos acostumbramos a lo fácil, a lo poquitero, a no reclamar nada, a no exigir más...
Hoy Luis Donaldo Colosio tendría 74 años.
Cuatro años más que Andrés Manuel López Obrador.
Nos hubiera ido bien con él.
Está columna es en su honor.
Es cuanto.