Ante las ruinas del Gran Templo de México nace el nuevo capítulo de la vida política que podrá ser encabezado por una mujer, aquella que recibe un bastón simbólico de mando a modo de profundo apego a las tradiciones prehispánicas, aquellas que nos fueron arrancadas durante los procesos de conquista, colonialismo, independencia y revolución de México.

Los rituales que se realizaban ante la llegada de cada Tlatoani, gobernante, mantenían una estrecha unión entre espiritualidad con los altares a diversos dioses del Templo Mayor, la presencia de guerreros y la entrega de la solemne legitimidad de los ancianos representada en un bastón. Este jueves, en el moderno restaurante donde se reunieron los principales aspirantes a la sucesión presidencial, Andrés Manuel López Obrador vuelve fuera del horario laboral y en una íntima cena de apenas 30 personas a entregar el bastón de mando a la triunfadora en las encuestas, ahora Coordinadora de los Comités para la Defensa de la Cuarta Transformación, Claudia Sheinbaum.

Aquel lugar es sagrado, no por las decisiones y acuerdos que en él se firmaron hace unos meses sino por la representación que desde hace cientos de años los mexicas le hicieron guardar: el Templo Mayor era el centro del universo, al menos del suyo, centro de nuestra ciudad y ombligo de las principales avenidas, base de la práctica espiritual. Parece una parábola que frente a las ruinas de lo que algún día fue, hoy nazca una encomienda que no es menor: la de continuar con un camino que se inició años antes de ganar la presidencia; la de representar a cientos de mujeres ancestras que abrieron los espacios de participación política logrando, desde la diosa Tonantzin (nuestra madrecita) que guardaba ahí mismo su lugar de adoración, la niña Malintzin que siendo adolescente fue secuestrada como esclava sexual, convertida en esposa y ascendida políticamente por sus herramientas como traductora, maltratada por la historia que le llama “traidora”, hasta las mujeres que lucharon por el voto como Elvia Carrillo Puerto, ‘La monja roja’, que logró el reconocimiento de este derecho que 70 años después, se materializa en la primera mujer que logrará ser presidenta al ejercer el legítimo derecho a ser votada.

En su columna, don Federico Arreola responde a Marín sobre el origen del bastón de mando y es importante retratar aquí la herencia celta que las religiones Wicca sostuvieron, con la madera como canal de conexión hacia las raíces y con ello, el eje rector hacia el cosmos y el universo. El Bastón de Mando representa un punto de unión de elementos opuestos, su integración para que la naturaleza funcione y el equilibrio, la armonía, la fortaleza y la unidad que guían a un gobernante. A pesar de la similitud entre el origen Griego y las tradiciones egipcias, nuestro bastón de mando une también a los distintos pueblos de Tenochtitlán, la identidad originaria indígena, la cosmovisión que fue destruída y olvidada. El bastón de mando indígena representa a más de 56 pueblos indígenas originarios en la región de Mesoamérica, con alta influencia de los wixárika o huicholes, en una tradición que se asemeja y acerca más a la que mantienen en el sur de América.

Se dice que en el antiguo Huexotzinco, cuatro símbolos estaban distribuidos en cada barrio y el centro que significaba el corazón de la tierra. El último Gobernante o Tlatoani azteca fue Cuauhtémoc, el último en recibir un bastón de mando y en aquel tiempo, cabeza del imperio.

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El bastón se compone de por tres partes: la cabeza que representa sabiduría, el centro que es el cuerpo del pueblo y los pies que son la raíz. Su madera es natural, no vale algún otro material. Lleva 4 listones, cada uno representa un color y elemento:

-Rojo o rosa como la sangre derramada de los ancestros.

-Verde como la madre naturaleza, la abundancia en montañas y la cubierta saludable de los cerros.

-Azul como el agua de los lagos, ríos, lagos que llevan oxígeno como la sangre en las venas pues como es adentro, es afuera.

  • Negro como el origen y el final, la continuidad de lo infinito. El que recibe Claudia Sheinbaum lleva una cinta más que es para que se pueda cargar, que es la sabiduría de las mujeres mayores, las encargadas de elaborar el báculo. Blanco de esperanza, naranja de autonomía alimentaria.

Andrés Manuel López Obrador fue el primer presidente moderno en recibirlo por parte de los 32 representantes de los pueblos originarios de México, ahora lo entrega simbólicamente ante gobernadoras y gobernadores, en un acto previo al camino que recorrerá la abanderada Claudia.

Aún así, el bastón de mando es un elemento de altura espiritual y política, el máximo en el nivel de organización comunitaria. Representa también la confianza que una comunidad otorga a quien ha sido victorioso en un proceso electivo y que al recibir, acepta acatar la voluntad de aquella comunidad. Inicia una tradición poderosa que le devuelve a México su solemnidad indígena, pues siendo que quien recibe puede entregar, la espera es que tras convertirse Claudia Sheinbaum en la primera mujer presidenta de México, reciba oficialmente el báculo y asimismo, lo entregue a quien llegaré a sucederle pues eso también es México, eso siempre fue.