¿Hay algo más “americano” (léase estadounidense) que el pastel de manzana (apple pie), un automóvil Chevrolet (Chevy) y la sensación de libertad y aventura que brinda ir a donde uno quiera?
El cantautor Don McLean escribió una pieza que hoy indiscutiblemente forma parte de la cultura popular anglosajona. “American Pie” es una canción con una duración que hoy es impensable para las nuevas generaciones: 8 minutos y medio. Y no solo eso, tiene más de 800 palabras; para darnos una idea, “Ella baila sola” de Peso Pluma (ganador del premio Grammy al Mejor Álbum de Música Mexicana), apenas llega a 130.
El neoyorquino McLean, escribió en 1971 sobre lo acontecido el día 3 de febrero de 1959, “el día en que murió la música” -y un poco la inocencia- al final de los años cincuenta en Norteamérica. Sin duda alguna la aviación ha estado ligada a grandes hechos históricos, y este precisamente fue uno de ellos.
Me confieso amante de la música de diversos géneros, entre ellos el Rock and Roll, una vertiente del blues (música negra) pero más rítmica y ligera que se hizo popular en los años cincuenta con voces de cantantes blancos, como Elvis Presley, Jerry Lee Lewis, Carl Perkins, Eddie Cochran, Gene Vincent y Bill Haley.
Esta corriente musical está basada en ritmos procedentes de África y artistas como Ike Turner, Little Richard, Bo Diddley, Fats Domino, Sister Rosetta Tharpe y el grandioso Chuck Berry, fueron la inspiración para todos estos chicos blancos, entre ellos Buddy Holly, The Big Bopper (J.P. Richardson) y el artista México-americano Ritchie Valens.
El 3 de febrero de 1959 ocurrió un fatídico accidente a bordo de un avión Beechcraft 35 Bonanza del año 1947, que tenía una capacidad para un piloto, y tres pasajeros. El costo por el viaje fue de $36 dólares. El piloto Roger Peterson, de 21 años de edad, fue descrito como “un joven casado que ha hecho su vida alrededor de volar” (Everitt, Rich (2004). Falling Stars: Air Crashes That Filled Rock and Roll Heaven).
Al igual que en el caso registrado en La Sociedad de la Nieve, no había condiciones para operar dicha aeronave, pues se había presentado una ligera nevada. Según se registró, en aquella noche, a las 12:55, la visibilidad era de 6 millas (aproximadamente unos 9 kilómetros) y los vientos eran de 32 kilómetros por hora.
Desde la torre de control el dueño de la compañía aérea Dwyer, observó el despegue desde su salida de la plataforma, hasta tomar pista, actualmente la pista 18 en el Aeropuerto Municipal de Mason City, en Iowa.
Según el propio testimonio del dueño de la compañía aérea, observó como se elevó hasta alcanzar una altura aproximada de 800 pies, señaló que podía ver la luz de la cola de la aeronave, pero que también poco después vio que iban descendiendo de forma gradual hasta que les perdió de vista.
Se suponía que alrededor de la una de la mañana, el piloto del avión tendría que haberse comunicado con la torre de control, sin embargo, esto no sucedió. Después de dos horas de no recibir ninguna señal por parte del piloto de la aeronave, el dueño reportó la desaparición del avión junto con su piloto y los tres pasajeros.
Fue el dueño de la compañía aérea Dwyer, quien a bordo de un avión de su propiedad, que despegó del mismo aeropuerto y siguiendo la misma ruta que se suponía el vuelo debía haber seguido, pasadas las 9:30 de la mañana pudo ver el accidente. A menos de 6 millas del aeropuerto, el avión se había estrellado en un campo de maíz, propiedad de Albert Juhl. Así quedó registrado en el libro “Estrellas caídas, accidentes aéreos que han llenado el cielo de Rock and Roll”, de Rich Everitt, publicado en 2004.
Ese 3 de febrero, un joven Don McLean de 13 años, repartía el periódico, y quedó impactado con la noticia; admiraba a Buddy Holly y no podía creer que su “ídolo” estuviera muerto. Fue hasta el año de 1971 que al recordar la anécdota, en menos de dos horas compuso la grandiosa pieza de folk rock “American Pie”.
No estamos hablando de cualquier canción; está reconocida en la posición número 5 del proyecto educativo “Canciones del Siglo XX”, como patrimonio musical y cultural de los Estados Unidos. Es tal la importancia de esta canción que se considera como una buena crónica que recoge el momento histórico de la música de finales de los años cincuenta, hasta llegar a principios de los años setenta.
Hemos sido testigos de grandes revoluciones, y una de ellas fue el cambio musical y artístico que desató el Rock and Roll. El día de hoy no podría comprenderse la historia sin esa parte, y piedra angular lo es la canción de American Pie, que es desde mi punto de vista, una narración única y brillante.
La BBC lo recoge de manera magistral: “Sus seis versos, con el pegajoso coro intercalado, duran más de ocho minutos y, según muchos expertos, describen la historia del rock’n’roll desde sus orígenes en los inocentes años 50, su espléndido desarrollo durante los turbulentos 60 y su decadencia al entrar en los 70.”
En la actualidad las canciones no duran ni siquiera tres minutos, todas son olvidables y lanzan en los primeros 5 segundos toda la carne al asador, ¿la razón?, porque serán usadas para videos cortos de menos de un minuto y solo necesitan de una frase “catchy”.
La canción de McLean abre precisamente diciendo que recuerda cómo hace mucho tiempo “esa música” (refiriéndose a Buddy Holly), lo hacía sonreír. Hay un dato que tal vez resulte irrelevante para quien no ama a los Beatles, pero no lo es: una de las más grandes inspiraciones para John Lennon fue precisamente Buddy Holly.
A tal grado que una de las primeras canciones que el grupo The Quarry Men, integrado por John Lennon, Paul McCartney, George Harrison, John Lowe y Colín Hanton grabó en 1958, fue “That’ll be the day” en la que una de sus frases dice: “That’ll be the day when I die”.
Una señal más de la inspiración de John Lennon: Buddy Holly formaba parte del grupo “The Crickets” (los grillos), mismo que serviría como base para el nombre de los beetles (escarabajos), uniendo al sonido beat entonces de moda, para terminar llamando a los genios de Liverpool como The Beatles. Otro punto con el que se relaciona a Lennon con Holly, es que ambos usaban gafas gruesas de pasta.
La grabación se puede escuchar en la Antología de los Beatles; de un lado está “That’ll be the day” y del otro “Spite of all the danger”. De ese tamaño era la influencia de la música norteamericana en los jóvenes ingleses.
Don McLean continúa con su canción y dice: “pero febrero me da escalofríos, con cada periódico que entrego, malas noticias a las escaleras de entrada, no pude dar un paso más, no recuerdo si lloré, cuando leí acerca de su viuda, algo me tocó en lo profundo, el día en que la música murió”.
Para luego narrarnos una escena, donde ve a unos chicos en un dique seco bebiendo whisky y centeno, mientras cantaban la canción “That’ll be the day” de Buddy Holly.
Otra de las grandes frases de esta canción es “la música puede salvar tu alma mortal”, claro si creen en el dios del Rock and Roll. Para después de una manera más que magistral narrar la famosa “invasión inglesa” a través de grupos como los Rolling Stone, y reconocer la grandeza de Bob Dylan.
Lennon es reconocido como el “working class hero”, en una referencia que la propia canción hace cuando dice “Lennin (así, con doble “n”) leyendo un libro de Marx, el cuarteto practicando en el parque…”. Sí, porque en aquel entonces que se publicó la canción, eran reconocidos como el cuarteto de Liverpool.
Y no solo eso, los Beatles siguen presentes en la canción, pues esta hace referencia a la letra de “Helter-Skelter”, que fue precisamente lo que escribió uno de los integrantes de la familia Manson cuando asesinaron a Sharon Tate, la esposa de Roman Polanski en un verano caluroso, tal y como dice la letra.
De forma por demás poética, habla de los disturbios estudiantiles en todo el mundo cuando menciona que en el medio tiempo, haciendo referencia a un partido de football americano, se olía un “dulce perfume” que hace referencia al olor al gas pimienta que los policías arrojaban a los manifestantes contra la guerra de Vietnam, y que los sargentos se negaban a abandonar el campo de juego.
Va cerrando la canción y habla de un mundo globalizado, y una generación “perdida en el espacio” por aquello de la llegada a la luna en julio de 1969; aquí justamente empieza otra referencia histórica y narra el concierto en Altamont Raceway Park, que dieron los Rolling Stones justo en ese año, quienes pusieron como seguridad a una banda de motociclistas conocida como “Los Ángeles del Infierno”.
Concluye la canción diciendo que los tres hombres a los que más admiraba, el padre, el hijo y el Espíritu Santo, tomaron el último tren hacía la costa oeste, el día en el que la música murió.
Esto viene a colación porque se acaban de cumplir 65 años de aquel fatídico accidente que acabó con la joven vida de tres excelentes artistas musicales: Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper.
Dejo en el tintero otros casos en los que accidentes de avión han cobrado la vida de grandes artistas, pero en esta ocasión quería hablar de la inspiración que un accidente de aviación puede producir. “La Bamba” (Luis Valdez, 1987) es otro claro ejemplo; o la canción de Weezer que se llama precisamente “Buddy Holly”, lanzada como segundo sencillo en 1995, el día en que el artista mencionando cumpliría 58 años, de no haber fallecido en el trágico accidente de avión.