“Si la libertad significa algo, será sobre todo el derecho a decirle a la gente lo que no quiere escuchar”.

George Orwell

Hace apenas unos años decíamos que uno de los mayores logros del cambio político y del fortalecimiento de las democracias derivado de la apertura política era la libertad de expresión.

Las voces de todos los sectores sociales y posiciones políticas se pronunciaban libremente y el debate ya no era el ámbito exclusivo de los políticos ni la verdad, una propiedad del gobernante en turno y donde la tolerancia jugaba un papel esencial para que la crítica formara parte de lo cotidiano.

Sin embargo, este avance fue abruptamente detenido con la llegada de Morena al poder. El desprecio a la libertad de expresión y el despotismo que el presidente de la República y sus seguidores han impreso, ha generado un círculo negativo.

Respeto y tolerancia

En estos momentos algunos políticos, empezando por AMLO, ven en la libertad de expresión un problema y hasta una amenaza, por ello instigan y confabulan en lo privado y en su quehacer público para reducir o limitar el ejercicio de ese derecho.

George Orwell aseguraba en su crítica al estalinismo y al nacismo y en su lucha en contra del totalitarismo que: “Periodismo es publicar algo que molesta a alguien. Todo lo demás es relaciones públicas”.

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Es entendible que a la autoridad le incomode el ejercicio periodístico, la crítica y los cuestionamientos sobre los hechos que se presentan y que deben ser informados por el gobernante, que pasan por quienes ejercen el periodismo y la posibilidad de que los representantes de los medios promuevan o impongan su visión sobre las cosas.

No llegar a un entendimiento de respeto y tolerancia entre las dos posturas, antagónicas por naturaleza, pueden llevar a situaciones complicadas de confrontación que afectan la vida democrática de una nación. En otras palabras, como lo señala Orwell, se convierte en un tema de relaciones públicas, tal como lo estamos viviendo ahora.

AMLO vs los medios

Desde el inicio de su administración AMLO se lanzó a una batalla contra los medios y los críticos. Para él, quienes lo cuestionan son parte de la “Prensa Fifí”, “muerden la mano de quien les quitó el bozal”, “hampa del periodismo”, “manipuladores”, “medios conservadores”, “pasquines al servicio del conservadurismo”, etcétera.

Esta posición del presidente contradice lo que señala el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

El problema es que ciertos medios de comunicación, o de algunos considerados como “opositores”, es que replican la misma posición que AMLO, es decir, suman cero, y todo queda en un espacio donde el gobierno de la República fustiga y cancela las libertades de prensa y de expresión y, quienes lo cuestionan, en respuesta, hacen exactamente lo mismo.

Arribamos a un juego perverso y sumamente riesgoso, mientras el gobierno y AMLO generan un proyecto de polarización encaminado a crear las condiciones adecuadas para el establecimiento de un régimen totalitario, las voces del otro lado consciente o inconscientemente hacen lo mismo, ambas posturas van “pavimentando” el camino hacia la polarización y, lo que señala la experiencia, es que quien gana, es el que detenta el poder y con ello se fortalece un régimen autoritario.

Hay expresiones muy cuestionadas como la decisión del periodista Ciro Gómez Leyva de dar voz en su espacio radiofónico al publirrelacionista y autor de la propaganda de AMLO, Epigmenio Ibarra, que resulta un buen ejercicio de debate donde ambos ofrecen al público sus puntos de vista. O la crítica a Milenio por tener en sus filas a un caricaturista nefasto. Esto no sucede en el poder, en los medios oficiales no hay espacio para visiones distintas a las de AMLO.

AMLO lo dice bien, quizá retomando la teoría de Orwell, no podemos manejar al gobierno con publirrelacionistas y con razón cuestiona a aquellos contratados en las campañas políticas de Madrazo y Calderón, sin embargo, lo lamentable, es que él optó por la misma estrategia al contratar a Epigmenio quien está a la altura de los más famosos y connotados propagandísticos.

Epigmenio Ibarra ha logrado implementar una exitosa estrategia de victimización, donde quien cuestione o critique al presidente se hace acreedor a toda clase de calificativos, y eso incluye a la prensa, organizaciones civiles, ministros del clero, judíos, en fin, AMLO lo reduce simplemente a una situación entre “buenos”, sus seguidores y “malos”, todo aquel que exprese una opinión contraria a la de él.

Hay que recomponer la situación

Será necesario un ejercicio común para recuperar la tolerancia, debemos asumir con responsabilidad y claridad que en una sociedad plural conviven una diversidad deopiniones y formas de actuar.

Si en nombre de la libertad de prensa y de expresión seguimos radicalizando posturas, vamos derechito a un gobierno autoritario y totalitario cuyo costo será la perdida de la democracia, que tardará décadas en recuperarse.

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