“En el discurso público podemos estar en desacuerdo, sin ser patéticos. En cambio, hemos cambiado argumentos reflexivos por avergonzar o burlarse del otro, y hemos pasado del desacuerdo pacífico a la intimidación.”
John Boehner
A partir del 7 de abril, como lo dejó ver en el pasado debate, Xóchitl Gálvez y su equipo de campaña han entrado en una etapa de evidente desesperación que los ha llevado a implementar una estrategia en “modo bully”, con base en un discurso tóxico, focalizado en descalificar personalmente a la candidata puntera, Claudia Sheinbaum.
A falta de capacidad para, con argumentos reflexivos, contrastar las virtudes y defectos de los proyectos y propuestas que las candidatas defienden, Xóchitl ha caído en lo que reconocidos asesores de campañas políticas, como David Winston, describen como “discurso enfermizo”: “De manera lamentable, actualmente, de los argumentos políticos sólidos se ha pasado –particularmente desde la administración de George W. Bush– a opiniones con poco fundamento y hasta alusiones personales que se han ido normalizando en los medios y la sociedad, en el que todo se vuelve aceptable, mientras que el combate verbal sea lo suficientemente ruidoso y estridente como para atraer la atención de la audiencia”.
Ya se veía venir que la abanderada del PRI-PAN-PRD caería en lo que se describe como el “bajo mundo” de la política electoral desde que, hace unas semanas, Claudio X. González, uno de los principales promotores del cebado “fenómeno Xóchitl” lanzó una primera ofensa personal a Claudia, señalándola como “monstruo”. Claudia evadió entrar a ese nivel de discusión simplemente señalando que “la frustración” seguramente es lo que está llevando a la oposición a rebajarse así.
A decir del citado politólogo, la discusión política se ha contaminado cada vez más por políticos que deciden establecer como camino la denigración y denostación de sus contendientes. Y los medios de comunicación no solo contribuyen a transmitir este discurso, sino que se convierten en cogeneradores de la toxicidad. Sobra decir que las redes sociales son el medio ideal para difundir estos mensajes al reproducirlos como “cámaras de eco”.
Coincido en lo que señala Winston, que sucede tanto en EU como en México, “los medios hiper-conflictivos están convirtiendo el actual entorno polarizado en algo mucho más problemático, incluso peligroso. Las redes sociales han pasado a ser el conducto para transmitir en nanosegundos, noticias y declaraciones polémicas, avivadas por candidatos convertidos en provocadores políticos, con pocas fronteras o límites. Se ha caído en un nivel que parece dar licencia para una retórica vil y de odio.”
Y es que aparte de la “guerra sucia, pero en serio sucia” que recomendó, entre otros, Jorge Castañeda, y el “go negative”, la oposición está apostando a la toxicidad, para tratar de envenenar aún más el proceso electoral, de por sí polarizado y enfrentado, y convertirlo en una arena de ataques inconmensurables.
Xóchitl puso en marcha la “maquinaria de acoso” en el debate pasado al aludir a Claudia como “mujer fría y sin corazón” y “dama de hielo”. De lo que no se dio cuenta la candidata es que por intentar agredir a Claudia, solo logró un efecto colateral nocivo, ya que insultó a las mujeres mexicanas que todos los días luchamos por salir delante en un país donde la mayoría de las condiciones laborales, educativas y aún familiares, nos obligan a ser aguerridas (lo que ella confunde como insensibles), y endurecer nuestras posiciones (que a diferencia de lo que ella apunta, es tener mucho corazón y fortaleza) como mecanismo para sobrevivir, salir adelante, y conseguir resultados para nosotras y los demás. Así, Xóchitl se evidenció como una mujer poco empática, y pasó a formar parte de los “bullies” que todos los días buscan nulificar a las mujeres fuertes y capaces.
El recurso de avergonzar (“shaming”) al contendiente, por medio de acoso, como lo llama Winston, lo estamos viendo también en comunicadores y columnistas que, en apoyo a Xóchitl, y haciendo gala de clasismo, racismo, misoginia, machismo, odio (y todo lo que se le parezca), están enfocados en tratar de destruir el “carácter” de Claudia.
Hace unos días, por absurdo que parezca, la señora Guadalupe Loaeza, sin la menor “altura de miras”, en un artículo en el periódico Reforma cayó en una acusación ridícula relativa a rasgos físicos de Claudia (que no vale la pena ni mencionar por la irrelevancia y levedad de los comentarios) para tratar de degradarla. Un triste reflejo de la ausencia argumentativa de la oposición, que al final solo afecta a quien la emite y la secunda, y deja ver la manera en que ciertos personajes subestiman la inteligencia y sensibilidad de los demás. Otra colaboradora de ese medio, Denise Dresser, en la misma tesitura, ha sobajado a Claudia a “calca” y “parásito”. No cabe duda que hay mujeres que se convierten en el peor obstáculo para el éxito de otras mujeres.
Y parece que Xóchitl no va a parar. Ayer, en un acto de campaña, por “bullear” a Claudia, cayó en el exceso de afirmar que “si a los 60 años no has podido comprar una casa, eres bien guey” (una burla cruel que más bien alude a millones de mexicanos que, como Claudia, rentan la casa que habitan). Con el fin de seguir tratando de avergonzarla, Xóchitl se vale del peor tipo de retórica clasista, de quien se siente superior y se considera con capacidad para juzgar a los demás que no gozan de sus privilegios, para bajonearlos, que afecta en especial a la gente más pobre y vulnerable del país.
Queda más que claro que en esta etapa final de la contienda, Xóchitl no busca ser propositiva ni positiva. Lo suyo será el acoso, la provocación y lo pendenciero. Aunque por atacar a Claudia esté ofendiendo a millones de mexicanos.
¿Será que la oposición no está midiendo el efecto búmeran en su campaña que además de negativa y sucia, ahora es en extremo tóxica?; o, ¿ahora los publicistas que formulan las estrategias de Xóchitl y sus asesores consideran que el “shaming” es el recurso ganador?
Por políticos que deliberadamente se comportan como acosadores, los comportamientos de sus seguidores más extremistas se vuelven cada vez más provocadores y la discusión política cae en “nuevos mínimos” éticos y argumentativos.
La contienda electoral pasará. Pero quedará una sociedad mexicana cada vez más polarizada, encrispada aún más por este tono tóxico de la campaña de la oposición.
Frente a esto, en mi opinión, Claudia deberá mantenerse como dama, sin mayores adjetivos que los de la fortaleza, templanza y prudencia, para tener la autoridad moral para reconstruir el tejido social y las demás responsabilidades que muy posiblemente asumirá después del 2 de junio, una vez elegida como la primera mujer presidenta de México.