Sin entrar en funciones, el presidente electo Donald Trump ya es un aliado enorme para Claudia Sheinbaum pues sus amenazas, desplantes y declaraciones desproporcionadas han logrado que líderes políticos de oposición, gobernadores que no pertenecen a Morena y hasta empresarios cierren filas en torno al liderazgo de la primera mujer presidenta.
Aquella profecía maldita recitada por intelectuales del régimen anterior que aseguraba un declive rápido en el obradorismo por la ausencia de López Obrador a cuadro diariamente ha fracasado, pues no solamente el desplome de la oposición es aún mayor que en el éxito electoral de AMLO, sino que la aprobación de Claudia Sheinbaum es altísima en todos los sectores y clases sociales. Es decir que inclusive gran parte de aquella base electoral ultra conservadora votó por Morena y aprueba los primeros 100 días de gobierno de la primera mujer presidenta del país.
El triunfo de Claudia Sheinbaum es tan insoportable que cierta parte de la comentocracia alega la existencia de “un caudillo” que sigue moviendo supuestamente los hilos del país. Se niegan a reconocer que la prudencia de Claudia es muy bien recibida en todos los sectores que algún día mal miraron a López Obrador. Su capacidad de corregir el rumbo en aspectos como la política de prevención y combate de violencia contra las mujeres, corregir incorporando de nuevo las estancias infantiles así como la prospección operativa para corregir las carencias del desabasto de medicamentos le ha permitido advertir que ella escucha, reconoce y corrige. Aún así, la negativa por mirar su propio estilo al gobernar, construye un muñeco de paja al que le adjudican los éxitos.
Ciertamente, la amenaza por deportar a cientos de mexicanos ha obligado a generar una coordinación estratégica para recibir a los paisanos mientras que las políticas en la frontera sur se endurecen. El gran reto para Sheinbaum consiste en contener la migración bajo los principios de humanismo mexicano que pregona.
Sin embargo, el símbolo de Donald Trump como amenaza ha exacerbado el nacionalismo que caracteriza la política mexicana. La incertidumbre es caldo de cultivo para que la narrativa del enemigo crezca. Si es que López Obrador llegó al poder con el enemigo en la oposición, el neoliberalismo y la corrupción, ahora el enemigo es real y representa una amenaza mayor pues se trata de las tensiones con el país más poderoso bélicamente.
Ni siquiera Querétaro o Nuevo León se han atrevido a delinearse como detractores. Hasta el panista que más añora al viejo régimen alcanza a entender que los anhelos por pertenecer al régimen trumpista no son mayoritarios. Es por eso que pocos actores de la política tradicional han aceptado representar a la ínfima minoría que apoya a Trump con todo y la nacionalidad mexicana.
Alegorías de un criminal con gabinete admirado por algunos mexicanos
Lo destacable es que en los últimos días, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos (DOJ) publicó el informe del fiscal especial Jack Smith sobre los intentos de Donald Trump por revertir las elecciones de 2020, un documento cargado de detalles sobre las maniobras del expresidente para obstruir el proceso electoral. Mientras tanto, este lunes, la organización “México Republicano”, presidida por Juan Iván Peña Neder, notificó al Instituto Nacional Electoral (INE) su intención de convertirse en un partido político nacional, con una narrativa sorprendentemente alineada con las ideas de derecha radical que Trump defiende.
El informe de Smith detalla los intentos de Trump de usar mecanismos fraudulentos para aferrarse al poder, incluyendo la difusión de mentiras sobre un supuesto fraude electoral y la presión a legisladores estatales para revertir los resultados. Todo esto culminó en el ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021, un acto de violencia que buscó interrumpir la certificación de la victoria de Joe Biden. Este comportamiento no sólo polarizó más a la sociedad estadounidense, sino que también expuso la fragilidad de las democracias frente a figuras populistas dispuestas a transgredir las normas.
Ahora, mientras Trump se prepara para regresar al cargo el próximo 20 de enero, en nuestro país existe un grupo organizado en su apoyo que podría convertirse en el partido “México Republicano”. Esta organización es representada por un águila romana que simboliza una supuesta defensa de valores como la vida, la libertad y la propiedad, al estilo Sandra Cuevas. También busca posicionarse como representante de una clase media que, según sus líderes, se encuentra desprotegida y amenazada. Más preocupante es su declarada intención de integrar a México con Estados Unidos, un discurso que, bajo la apariencia de pragmatismo económico, podría desdibujar la soberanía nacional pero que ha sonado de manera artificial e inflada en redes como “X”, antes Twitter.
Juan Iván Peña Neder ha delineado una estrategia que incluye asambleas estatales, un diagnóstico del país basado en combatir la inseguridad y la consolidación de un discurso que apele a los valores de la clase media. Aunque suena plausible en la superficie, no es difícil detectar las similitudes con los movimientos políticos en Estados Unidos que han llevado al debilitamiento de instituciones democráticas. Además, cuentan con el respaldo de grupos evangélicos en Baja California y otros estados, un sector que ha jugado un papel clave en el avance de la derecha radical en América del Norte y que paradójicamente, se empoderó durante el sexenio de López Obrador con el Partido Encuentro Social, en su momento.
El informe de Jack Smith también destaca cómo la inmunidad otorgada a expresidentes y la retención de documentos clasificados podrían sentar precedentes peligrosos. De igual manera, permitir que proyectos como “México Republicano” avancen sin un escrutinio crítico podría abrir la puerta a un retroceso en los derechos y libertades democráticas en México. El hecho es que frente a la abrumadora aprobación de Claudia Sheinbaum, probablemente la agrupación y su lucha sean simple y sencillamente anecdóticas.