Hace tiempo compré Roma soy yo. La verdadera historia de Julio César, la novela más exitosa de 2022 —esto lo supe curioseando en internet: se vendieron 300 mil ejemplares—. En el verano la empecé a leer y no me gustó, así que la dejé por ahí. Pensé que había tirado mi dinero a la basura. Pero…
Hace exactamente un mes me vi en la necesidad de que me practicaran una cirugía no muy importante. Antes de trasladarme al excelente hospital Ángeles, tomé ese libro para ver si me servía de entretenimiento durante el par de días que iba a permanecer internado.
Cuando, al terminar la intervención, el camillero me regresó a la habitación donde iba a recuperarme, decidí reiniciar la lectura de la obra de Santiago Posteguillo. En el segundo intento la novela sobre César me pareció tan interesante, o inclusive más, que una buena película de aventuras.
Ayer vi en Sanborns que el escritor Posteguillo escribió una secuela, de 800 páginas, que está a la venta desde el pasado noviembre de este año que ya finaliza. Desde luego, adquirí Maldita Roma. La conquista del poder de Julio César. No he tenido tiempo de comenzar a leer la nueva novela del señor Posteguillo —espero no tener que hacerlo en una nueva intervención quirúrgica, pero nunca se sabe—.
Me llamaron la atención ciertas frases de la contraportada del libro: “Roma lo exige todo. En Roma todo está en venta. Maldita sea por siempre Roma”. ¿La causa de que César maldiga a su ciudad radica en que todo se vende en Roma, inclusive la lealtad? No lo sé, no he leído una sola página de la novela. Pero puedo especular. Conjeturo, entonces, que por tratarse de una narración sobre política, tal expresión —”en Roma todo está en venta”— significa que en esa ciudad las traiciones eran la norma.
Según una comentarista de libros, Celeste Kiara Marchese, Maldita Roma es tan cautivadora como Roma soy yo. Ella dijo en algún lado:
“El lector podrá descubrir la versión más grandiosa de Julio César. El lector también tendrá la oportunidad de encontrarse con grandes personajes reconocidos mundialmente como Espartaco, Pompeyo, Cicerón y hasta Cleopatra. Santiago Posteguillo vuelve a sorprender al público con 800 páginas llenas de combates, perversidades y hazañas”.
En una entrevista o presentación de su novela el autor apuntó algo que vale la pena subrayar, sobre todo para entender la etapa de cambios políticos por la que atraviesa México:
“El gran error de César es su magnanimidad en la victoria. Perdonar la vida a todos los enemigos políticos que derrota, algo insólito en Roma. Gana la guerra civil y permite sobrevivir a sus opositores a los que ofrece el perdón, algo que pagará con la vida”.
AMLO jugó con fuego
Andrés Manuel López Obrador puso en riesgo la continuidad de su proyecto al haber sido magnánimo con sus enemigos, como Germán Martínez, uno de los operadores del fraude electoral de 2006, o Lilly Téllez, la colaboradora de este SDPNoticias que siempre ha sido una periodista de derecha —muy buena periodista, sin duda, pero no solo para nada identificada con la izquierda, sino abiertamente opuesta a todo lo que el obradorismo significa—. Tanto Germán como Lilly llegaron al Senado gracias a AMLO, y los dos muy pronto le dieron la espalda al líder izquierdista.
Si afirmo a que AMLO puso en riesgo el segundo sexenio de la 4T se debe a que, gracias a que hizo senadora a Lilly, la popularidad de esta mujer creció tanto que pronto se convirtió en una formidable aspirante presidencial de la alianza opositora PRI, PAN, PRD.
Nunca estuvo cerca de las preferencias electorales alcanzadas en las encuestas por la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, pero nadie en la oposición superaba a la senadora Téllez. Por fortuna para la izquierda mexicana, en la derecha incomprensiblemente sus dirigentes y patrocinadores marginaron a su mejor opción, Lilly, para entregar la candidatura presidencial a una frívola política, Xóchitl Gálvez, que todos los días se equivoca y, por lo tanto, todos los días cae en las mediciones demoscópicas.
Según Santiago Posteguillo, César “debía mucho a las mujeres”. AMLO también. Por eso Andrés Manuel fue la persona más feliz del mundo cuando Claudia Sheinbaum derrotó a cuatro machos de Morena o de sus partidos aliados y se quedó con la candidatura de izquierda a la presidencia de México.
Creo que Claudia, para trabajar desde ahora mismo no solo en el proceso que ella encabezará, la construcción del segundo piso de la 4T, sino dejar bien solidas las bases del tercer piso —o tercer sexenio— de las transformaciones de izquierda en México, debe repensar algunas de sus alianzas.
¿En serio es buena idea que Claudia Sheinbaum tenga entre sus soldados —legionarios, dirían en la Roma de Julio César— a priistas que recientemente, solo por interés de seguir en cargos públicos, traicionaron a su partido? ¿No piensa Claudia que a ella la traicionarán en algún momento los traidores Eruviel Ávila, Jorge Carlos Ramírez Marín, Nuvia Mayorga, Alejandro Murat y Adrián Ruvalcaba?
Cuidado, Claudia. Can con rabia, a su dueña muerde, dice el refrán. Y la jauría priista no solo es traicionera, sino que anda rabiosa, aunque lo oculte.