“Vargas Llosa, novelista peruano con ambiciones políticas, muere a los 89 años”. Es el título de la nota de Simon Romero en The New York Times.

En 1990 Mario Vargas Llosa fue candidato presidencial en Perú, y perdió frente a Alberto Fujimori. El mismo año, después de su derrota electoral el novelista visitó nuestro país para participar en un encuentro de escritores —‘La experiencia de la libertad’— convocado por la revista de Octavio Paz, Vuelta. El peruano dijo que aquel México, el del PRI, era la dictadura perfecta. Esta frase generó un escándalo.

En 2011, cuando el PAN gobernaba México, Vargas Llosa dijo que se había equivocado en su diagnostico de 1990: “Me equivoqué, porque la dictadura no era tan perfecta, la prueba es que al final se transformó en democracia, una democracia todavía imperfecta, al igual que todas las democracias latinoamericanas”.

Sin duda México pudo dejar atrás el autoritarismo del PRI. Lo que a principio de la década de los noventa del siglo pasado parecía imposible ocurrió en el año 2000 cuando el panista Vicente Fox venció en las elecciones presidenciales. Pero...

Lo que sigue sorprendiendo es la falta de objetividad de Vargas Llosa en 2011, cuando a México lo gobernaba Felipe Calderón, quien llegó al poder gracias a un gran fraude electoral, el de 2006 en perjuicio de Andrés Manuel López Obrador.

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¿Por qué un escritor brillante no pudo ver el crimen democrático de 2006? Por fanatismo. Mario Vargas Llosa se convirtió en un apasionado defensor de las políticas económicas de derecha.

El periodista Simon Romero, del NYT, dijo que “el pensamiento del libre mercado ejercía sobre él una atracción casi visceral”. Y recordó una anécdota: cuando la ultraconservadora Margaret Thatcher dejó en 1990 el cargo de primera ministra del Reino Unido, Vargas Llosa le envió flores y una nota que decía: “Señora: no hay palabras suficientes en el diccionario para agradecerle lo que ha hecho por la causa de la libertad”. Mucho tiempo después, en 2023, el peruano apoyó al argentino Javier Milei.

Debido a su ideología económica apasionadamente de derecha, al referirse a la política mexicana Vargas Llosa no solo respaldó a un gobierno, el de Calderón, que se había robado las elecciones, sino que atacó no pocas veces a una de las dos personas gobernantes con mayor legitimidad democrática, Andrés Manuel López Obrador —la otra es Claudia Sheinbaum—.

Como dice La Jornada en su Rayuela, el mejor homenaje a Mario Vargas Llosa es leerlo. Es decir, leer su buena literatura porque sus ideas políticas no valen la pena: careció de objetividad al utilizarlas en el análisis de casos concretos. Pasa que admirara a Thatcher e inclusive a Milei —ni la británica ni el argentino recurrieron al fraude—, pero ¿no denunciar el atraco electoral que hizo presidente a Calderón, y en lugar de ello convertirse en uno de los principales instrumentos para las campañas de calumnias de la derecha mexicana contra la izquierda que supo ganar la presidencia legítimamente —y aplastantemente— en las urnas de votaciones? Inaceptable.