Una gran mayoría de los pobladores de este planeta Tierra se ha enterado de los tropiezos físicos y confusiones durante sus discursos del presidente estadounidense Joe Biden, con lo importante que resulta considerar su investidura como tal, que desde hace un cuarto de milenio es la que lleva el líder más influyente y poderoso del mundo.
Además de expresar mi opinión reflexiva sobre éste asunto tan delicado, basta ver los videos que patéticamente suben a Instagram y otras plataformas de estas situaciones que ha sufrido el presidente Joe Biden, me interesa compartir mi punto de vista diagnóstico y terapéutico al respecto, como médico titulado y especialista que soy con tesis original.
El juramento hipocrático que hacemos todos los médicos recibidos del mundo nos exige y nos obliga a anteponer los intereses de los pacientes que atendemos a los nuestros, y aunque obviamente el presidente Joe Biden no es mi paciente, por esta premisa juramental expreso que lo que pienso que le está ocurriendo en la actualidad a Joe Biden es que está cursando por un estado depresivo muy complejo.
Las confusiones y los tropiezos físicos que presenta ocasionalmente el presidente Joe Biden en público no se deben ni a su edad ni a problemas de senilidad, ya que en otras situaciones se presenta igualmente en público con una extraordinaria normalidad, esto habla de un distractor depresivo mental que le ocurre en dichos momentos, y que tiene un peso psicológico muy aumentado, y no voy a describir las causas de este estado lamentable en el presente ensayo, pero sí una posible resolución.
Mi humilde opinión para el presidente Joe Biden, sus médicos, y asesores, es que retomen las experiencias de otros líderes mundiales de su calibre político e intelectual que también sufrieron este tipo de depresiones, y como las enfrentaron, como por ejemplo, a Winston Churchill, que viajaba por el Mediterráneo en los yates de Aristóteles Onassis para distraerse, a Richard Nixon que al escribir sus libros, incluyendo el de líderes mundiales, se desahogaba, a David Ben Gurión que se tranquilizaba al ver el mar Kineret en Israel desde el hotel Ramada, a Michael Gorbachov que viajaba por el mundo y disfrutaba gastronomías internacionales, a Luis Echeverría Álvarez que se mantenía en familia tranquilo, a Abraham Lincoln que caminando se calmaba, o al mismo Martin Luther King que al preparar sus discursos dominaba al instinto depresivo que siempre ha acompañado a los grandes hombres y mujeres de la Historia.
Por último, le recomiendo al presidente Joe Biden leer el libro bíblico intitulado “Eclesiastés”, escrito por el mismo Rey Salomón también durante sus periodos depresivos, y también con un propósito sanador.