A Rosa Isela le arrebataron la vida cuando por necesidad e inocencia unos desconocidos le ofrecieron regalarle ropa para su bebé y ella acudió a una cita.
Tenía solo 20 años y ocho meses de embarazo.
Por medio de Facebook unos maleantes la citaron con el pretexto de regalarle ropa para su bebé y ella acudió a reunirse con ellos. Nunca regresó.
Sus familiares, al no saber de su paradero, salieron a las calles para exigir a las autoridades su inmediata localización, pero a Rosa la mataron para robarle su bebé.
La noticia ha estremecido a la sociedad veracruzana y al país entero.
La joven asesinada era de una familia humilde, habitaba en uno de los predios, esos asentamientos humanos que parecen refugio de los olvidados.
Con seguridad, a la joven la promesa de unas ropitas para su hija que pronto nacería le pareció atractiva, pero su caso es uno de tantos donde cobardemente, en el anonimato de las redes sociales, se esconden personas sin escrúpulos, asesinos, tratantes de blancas, delincuentes de todo tipo que se aprovechan de la necesidad de las personas para cometer atrocidades.
Los homicidas en este caso cometieron un error: se presentaron con la recién nacida en el hospital y al no poder explicar quiénes eran los padres de la criatura, fueron detenidos.
Los detalles del brutal asesinato de Rosa Isela no han salido a la luz, pero la joven se suma a la lista de feminicidios de la entidad veracruzana, que según datos del Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres de la Universidad Veracruzana (UV), en el primer semestre de este año suman 50 y hay 347 desaparecidas.
En redes sociales exhibieron a los asesinos de la joven, un hombre y una mujer, de quienes se dijo “necesitaban” encontrar un recién nacido para justificar el supuesto nacimiento de un bebé.
Esta reportera estuvo hoy con vecinos de la víctima, quienes aseguraron que Rosa vivía en condiciones precarias y estaba angustiada por el futuro de la criatura. Todos lamentaban que la chica no hubiera tenido precaución de ir acompañada a la cita, en un lugar alejado y con un embarazo casi a término.
Esta noche en la casa de Rosa velan su cuerpo en una escena de profundo dolor. La familia no ha hablado con la prensa, no puede hacerlo. Su hermana y su madre desconocen los pasos a seguir para recuperar a la criatura, que se encuentra aún bajo resguardo de las autoridades y los médicos reportan que su salud es estable.
Continúa el terror
Mientras platicaba con personas cercanas a Rosa, me llega la información de otro feminicidio. Se trata de Yesenia Lilian, de tan solo 13 años de edad, cuyo cuerpo fue localizado en la ciudad de Coatzacoalcos.
La niña salió el día de ayer a comprar una botana a una tienda cercana a su domicilio pero ya no regresó.
Fue encontrada sin vida el día de hoy en un lote baldío con huellas de violencia.
¿Qué pasa por la cabeza de un ser humano que sin temor o remordimiento asesina así a una niña como Yesenia o a una joven embarazada como Rosa?
No temo equivocarme al asegurar que las cifras son mayores a las que nos presentan las instancias oficiales, pues al momento de escribir estas líneas colectivos de familias de desaparecidos esperan la autorización para poder acceder a fosas clandestinas como la del cerro de los Arenales en Río Blanco y la encontrada en Campo Grande, donde fueron encontrados en días pasados 75 cadáveres, 20 de los cuales han sido identificados.
La angustia y el dolor que viven los padres, madres, hijos, esposos y familiares en general al no saber el paradero de un ser querido es inenarrable.
Hoy existen familias enteras viviendo un duelo, una pesadilla.
En el caso de Rosa hay una recién nacida que jamás conocerá su madre ni las terribles condiciones en las que llegó al mundo. Y en la casa de Yesenia, se vive también la más amarga de las noches.
Que las autoridades hagan lo que corresponde y que se aplique la ley, claro que sí, pero sobre todo, que se implementen a fondo medidas de prevención para que estas atrocidades no ocurran jamás.